21 de octubre de 2012

Perros al alba


Pedro Mairal

De lunes a sábado me despiertan 7.30 los perros que el paseador deja atados en un poste a mitad de cuadra. Mientras busca más perros por los departamentos, los deja ladrando sus ladridos metafísicos que suben hasta mi ventana como una jauría atrapada en un cañadón. Las fachadas de los edificios hacen de megáfono, el ruido sube. Son casi veinte perros preguntándole cosas al cielo, en toda la escala, desde el guau profundo de un labrador hasta el aullido finito de un caniche toy. ¿Qué dicen, a quién invocan, llaman a sus dueños, liberan tensión, se declaran listos para algo, se contestan a sí mismos, afirman su yo canino en cada grito?

Si uno solo empieza, ése desata el coro, y cada uno empieza a probar la acústica de la cuadra, les gusta estudiar el espacio a los perros, fijarse dónde pega su ladrido, dónde rebota, dónde se pierde. Estoy seguro. Tiene algo de radar su vozarrón. García Lorca muestra muy bien los ladridos lejanos en lugares abiertos cuando, en su Romancero, un gitano y una casada infiel van al río de noche, furtivos, a amarse sin ser vistos, y a lo lejos se oye “un horizonte de perros”. Saer, en su novela La grande, desglosa el recuerdo de los cinco sentidos en su pueblo y al llegar a las sensaciones auditivas habla de los ladridos en el espacio negro descomponiendo una multiplicidad de planos diferentes, una geometría de ladridos que rebotan en patios cuadrados, en tapiales largos, en tinglados de chapa. Los ladridos son el espacio.

Muy lindo y muy literario todo. Pero quiero dormir media hora más hasta las ocho sin que las tres cabezas del can Cerbero me ladren en la puerta del infierno. ¿Qué hacer? ¿Bajar con un bate de baseball a hablar con el paseador? ¿Bajar en son de paz? ¿Llamarlo? ¿Agremiarme con los vecinos para hacerle un reclamo colectivo? ¿Distribuir su teléfono en un papelito buchón por todos los pisos? ¿Soltarle una mañana la jauría y dejarle un cartel mafioso en el poste? ¿Hacerme el San Francisco de Asís y hermanarme con los hermanos perros hasta anularlos por aceptación?

Qué detestable esa actitud de tercerizar el tema mascota. Los dueños que no se hacen cargo de sus perros deberían ser atados todos juntos a un poste. Qué manera de joder al prójimo. Yo convivo con una gata hace dos meses. A la tarde, cuando el sol entra por la ventana, ella se sienta derecha, egipcia y luminosa, adora a un dios antiguo, brinda tributo, se acicala. Yo la miro y escribo. No molestamos a nadie.

Perfil, 20 de octubre de 2012