23 de septiembre de 2011

Subirse al pony




Nadie me avisó que había ganado un premio Perfil. Recibí un mail que decía: Te avisaron que ganaste el premio a la mejor columna de escritores? No. ¿Qué tengo que hacer? Nada, la entrega fue el martes pasado, te lo vamos a mandar esta semana en un taxi. Así que unos días después me tocaron el timbre y no era un taxista, era un motoquero, muy parecido a mi amigo el Lagarto, de esos flacos de voz gruesa, con traje de agua amarillo de motoquero en día de lluvia. Me entregó la bolsa trasparente donde venía el premio, poniendo cara de "and the winner is", con gran sonrisa y levantando las cejas... Yo lo agarré, lo alcé en el aire en plena vereda y agradecí con una mini reverencia. Todos los premios deberían ser así, dártelos tiempo después, en la calle, con un motoquero buena onda, para que no te subas al pony. Sin fiesta ni aplauso. Tengo que decir que, más allá del ceremonial, me pone muy contento el premio. Vengo escribiendo esta columna todos los sábados desde abril del 2008. El jurado era Guillermo Piro, Daniel Link y Beatriz Sarlo. Les agradecí con un mail. La placa en la base dice: "Premios Perfil 2010-2011 Mejor nota de escritores". La columna se llamaba Taxidermia.

12 de septiembre de 2011

La muerte de un galeno


Pedro Mairal

No me acuerdo qué hospital era, pero era en el Conurbano. Llegué en el Falcon que había sido de mi abuelo, que tragaba nafta que daba miedo. En recepción pregunté por el Dr. X y lo llamaron por altoparlante. Me había mandado una orientadora vocacional cuando, después de varias consultas, yo dije que quería estudiar Medicina. Así que me hizo el contacto con su cuñado que era capo de algo en ese hospital. Lo esperé en el hall pero no aparecía. Después me hicieron esperarlo en uno de los consultorios. Al rato apareció, abrió la puerta y disimuló una media sonrisa. Yo me vi: pelo largo por los hombros, remera negra de Pink Floyd, 19 años y cara de 14. El, de guardapolvo abierto, bigote tabacoso y mano pesada. Un Rodolfo Ranni de la medicina. ¿Por qué querés ser médico vos? Quiero curar, le dije. Nosotros no curamos, el cuerpo se cura solo, a veces lo ayudamos un poco. La cosa había empezado mal. ¿A vos qué te gusta hacer, de verdad? Escribo poesía, pensé, pero no lo dije. Me pareció que se iba a enojar, como si le mostrara que podía levitar y él me bajara al suelo de un cachetazo. No sé, le contesté. Te voy a hacer una ronda por el hospital, me dijo y me empezó a mostrar las distintas áreas. Los terminales, me decía y me metía en una sala de fantasmas de carne y hueso. Yo me hacía el no impresionado, le ponía cara de nada. Me metió en una sala donde había un tipo esposado a la cama. Me hizo mirar por una ventana alta cómo operaban a alguien, pero no se veía mucho, apenas unas grampas abriendo algo que parecían dos costillas. Insistí con mi cara de póker. Buscó algo durante un rato hasta que destapó una camilla y había una vieja desnuda. ¿Habías visto un muerto alguna vez? Sí, le mentí. Después se empezó a cansar. En un pasillo del tercer piso se cruzó con colegas que le preguntaron algo y se demoró hablando. Al fondo había un balcón y afuera un tipo en pijama fumando. Me asomé por la baranda. Era el mediodía, había sol. ¿Venís a ver a un familiar? No, le dije. Y me dieron ganas de mostrarle que yo podía volar por encima de las copas de los árboles.


Perfil, 10 de sept de 2011


10 de septiembre de 2011

Últimos años de Samuel Timorato


(traducción de Charly Feiling de un poema de Ogden Nash, publicado en Amor a Roma. Con este poema Luis Chitarroni terminó ayer su conferencia de apertura del Filba 2011
)


Aunque el control nunca pierda,
de mi suerte no hago alarde.
Ahora llegan los besos, demasiados demasiado tarde.
Vosotras decidme, Parcas,
y ya no molesto más,
¿dónde estaban estos besos tres décadas atrás?
Chicas había a montones,
refresco o cerveza, chicas,
alegremente casadas o estudiosas y tozudas,
las novias de mis amigos
o esposas de mis amigos,
algunas bien asentadas y algunas de escaso tino,
chicas tristes y serenas,
agitadas, turbulentas,
en debut cosmopolita o matronas suculentas,
todas ellas tan amables,
todas ellas tan cordiales,
inocentes excitando mis instintos primordiales.
Pero aunque no todavía
salud o plata en exceso
había perdido, ninguna,
ni siquiera Jenny,
me dio un beso.
Esas mismísimas chicas
conmigo se han vuelto viejas,
la cabeza sobre mi hombro apoyan para sus quejas,
y ahora llegan los besos,
un diluvio que se expande,
vanos besos insensatos, demasiados demasiado tarde.
Me besan al saludarme,
me besan al despedirse,
si yo les ofrezco fuego, tienen un beso que darme.
Me besan en casamientos,
me besan en funerales,
no tardan para besarme ni segundos decimales.
Me besan cuando hay un cocktail
o cuando al bridge me desquito,
y es todo tan automático como matar un mosquito.
El sonido de sus besos
retumba ya en mis oídos
como manga de langosta que destruye los cultivos.

Tengo dispepsia, artritis,
una úlcera en camino,
y me cansa ser besado por hábito compulsivo.
Si mis queridas me internan
hoy con demencia senil,
será de besos vacíos, sin consecuencia ni fin.
Vosotras decidme, Parcas,
y ya no molesto más,
¿dónde estaban estos besos tres décadas atrás?

*

[ACÁ LEÍDO POR NASH EN YOUTUBE]

The sunset years of Samuel Shy, Ogden Nash:

Master I may be, /But not of my fate./ Now come the kisses, too many too late./ Tell me, O Parcae, / For fain would I know,/ Where were these kisses three decades ago?/ Girls there were plenty,/ Mint julep girls, beer girls,/ Gay younger married and headstrong career girls,/ The girls of my friends/ And the wives of my friends,/ Some smugly settled and some at loose ends,/ Sad girls, serene girls,/ Girls breathless and turbulent,/ Debs cosmopolitan, matrons suburbulent,/ All of them amiable,/ All of them cordial,/ Innocent rousers of instincts primordial,/ But even though health and wealth/ Hadn't yet missed me,/ None of them,/ Not even Jenny,/ Once kissed me.// These very same girls/ Who with me have grown older/ Now freely relax with a head on my shoulder,/ And now come the kisses,/ A flood in full spate, /The meaningless kisses, too many too late. /They kiss me hello, /They kiss me goodbye,/ Should I offer a light, there's a kiss for reply./ They kiss me at weddings,/ They kiss me at wakes,/ The drop of a hat is less than it takes./ They kiss me at cocktails,/ They kiss me at bridge,/ It's all automatic, like slapping a midge./ The sound of their kisses/ Is loud in my ears/ Like the locusts that swarm every seventeen years.// I'm arthritic, dyspeptic,/ Potentially ulcery,/ And weary of kisses by custom compulsory./ Should my dear ones commit me/ As senile demential,/ It's from kisses perfunctory, inconsequential./ Answer, O Parcae,/ For fain would I know,/ Where were these kisses three decades ago?


5 de septiembre de 2011

Salta la púa

Pedro Mairal

Cómo envejecen tus divas a pesar del Fotoshop, cómo el tiempo ya hizo estragos en tus musas eróticas y tus galanes contemporáneos encanecieron a la par con el espejo. ¿En qué momento sucedió ese cataclismo, en qué momento tu mundo se desplazó veinte años más allá, adentro de la falla del olvido? De pronto los taxistas y los médicos de guardia son más jóvenes que vos y cuando das clases, tus referentes no encuentran ninguna adherencia en los cerebros veinteañeros. En sus imaginarios resbalan a la nada tus ejemplos setentosos: decir que en esa parte del texto es como que salta la púa es una frase que deja a todos perplejos, ni siquiera podés decir que salta el compact, los noventas tampoco se entienden demasiado, quizá podés decir el texto en esa parte hace un poco de ruido, eso quizás se entienda. El habla popular avanza como una ola de la que ya sos apenas la resaca. La expresión “no le sube el agua al tanque” quizá podría reemplazarse por “se le cortó el wi-fi”, pero ya en unos años tampoco se va a entender.

No queda más remedio que seguir atrapados en la caducidad del lenguaje, entregarse al resbalar del mundo en su eterna destrucción y tratar de ir dejando algunas cosas asentadas como si fuéramos arqueólogos del presente, sabiendo que las alumnas angelicales ya no serán Lolita en el 2020, que toda esta actualidad es también basura cósmica y tecnológica, habrá dentro de poco montañas de Ipads y Tablets y Kindles descartados como hay ahora montañas de monitores de PC. Tus personajes actuales hablan de internet pero eso sonará algún día como los personajes de la literatura de 1940, cuando dicen que van al biógrafo o al cinematógrafo, con la diferencia de que el envejecimiento del lenguaje ahora es más veloz, porque en tres años todo intento por hacerse el teky desemboca en papelón anacrónico. Quizá la única salvación sea mirar el presente como si ya hubieran pasado muchos años, cargar a las estrellas pop con su transformación futura, como si hubiéramos podido adivinar a la rapada monstruosa y drogada pegando paraguazos a los fotógrafos en la dulce teen Britney Spears de 1999. Ver el Increíble Hulk que todo el mundo lleva dentro, calarle el Elvis obeso y enpastillado que oculta Justin Beiber.

No es sólo amargura, no es tanto pensar en la flor seca cuando recién está floreciendo, ni gratuitamente envejecer lo que se mira, aunque sea un buen ejercicio, sino pensar en la carga temporal que tienen las cosas y la gente, y sobre todo lo mediático, las generaciones de Batman, por ejemplo, desde el cómic y el Batman televisivo y psicodélico con onomatopeyas de golpes en cada puñetazo, pasando por los Batman oscuros del cine, hasta los futuros Batman que vaya a saber uno cómo serán. Cada generación tendrá su Batman, y así sus demás referentes. Tener hijos ayuda a renovar esos referentes pero igual mejor no tratar de estar al día. Porque todo se mueve muy rápido. Cual la generación de las hojas, así la de los hombres, dice Homero, y eso no envejeció. Pero el pop se pudre rápido. Cuanto más te metés en el río del pop más fuerte es la correntada que te desplaza en el tiempo.


Perfil, 3 de septiembre de 2011