31 de enero de 2008

Avión

por Pedro Mairal

Antes de encontrarme en Cartagena con Mr.U., me pasó algo raro en el avión...

Me quedo

Hasta que no termine de aprender a bailar más o menos salsa no vuelvo. Hasta que no empiece a entender a las mujeres de tierra caliente me quedo acá. Cambié el pasaje y lo dejé abierto, por un plus que me dolió pero que vale la pena cada segundo del caribe cartagenero. Y que me vengan a sacar con los bomberos voluntarios.
miguel u

19 de enero de 2008

Una chica de provincia - Entrevista a Selva Almada

“Una provincia, en un país como el nuestro, es bastante más que la división geopolítica de un territorio. Es una cierta manera de entender el mundo y un lugar desde donde mirarlo.
Cuando vine a vivir a Buenos Aires empecé a darme cuenta de que soy una escritora de provincia. Acá comencé a escribir de allá. Y no arrastrada por la nostalgia sino, tal vez, asombrada por el universo tan particular que, por ser de allá, podía reescribir, ficcionalizar, refundar desde acá. Acá siempre es la literatura, vaya adonde vaya.
Una chica de provincia reúne tres libros de relatos que son mi trilogía de Entre Ríos. Los dos primeros –Niños y Chicas lindas- narran historias iniciáticas. Los primeros careos con la muerte: la curiosidad que provoca ver el primer cadáver de nuestras vidas; el dolor por la muerte de animales queridos; la muerte de otro niño como la revelación de una verdad espantosa: los chicos también pueden morirse; la crónica del asesinato impune de una adolescente pueblerina. El último –En familia- es el relato de un suicidio.
Supongo que no es casual que la muerte sea el gran tema de esta trilogía. Después de todo, en los ríos de mi provincia se ha lavado la sangre de batallas históricas. Tampoco ha de ser casualidad que su accidente geográfico característico sean las cuchillas”.

Selva Almada
(contratapa de Una chica de provincia, Gárgola, 2007)


La solapa dice que Selva Almada nació en Entre Ríos en 1973, que publicó sus primeros relatos en el Semanario Análisis de Paraná, donde dirigió la revista Caelum Blue. En 2003 editó Mal de muñecas y Niños en 2005. Uno de sus relatos integra la antología Una terraza propia editado por Norma.
Yo la conocí a Selva Almada el año pasado, cuando nos cruzamos en la radio, en el programa de Edwards y Grecco, una noche en que ella fue con otros integrantes de la editorial Carne Argentina a presentar los nuevos libros. Ese encuentro llevó a su vez a las lecturas en el Mantis, donde las veces que hablamos fue entre el ruido, la multitud y los amigos. Eso y la timidez mutua hicieron que siempre habláramos poco y entrecortado. Por eso, ahora que leí Una chica de provincia, aprovecho el blog para hacerle algunas preguntas.

p.mairal

Como decís en la contratapa, es cierto que el tema central de Una chica de provincia es la muerte, pero a la vez este no es para nada un libro oscuro. Quizá sí lo sea la última parte, pero los primeros dos -la infancia y la adolescencia- me parecen luminosos, llenos de sensualidad.
La muerte es un tema recurrente en el libro, pero es verdad que tiene un tono distinto en Niños y Chicas lindas. Supongo que tiene que ver con que estos son relatos de iniciación, de descubrimiento... [SIGUE ACÁ].

9 de enero de 2008

Trauma

por Ignacio Molina

Dejo a mi hijo jugando en el balcón y camino hasta el baño para sacarme la mermelada que me pegoteó en los dedos. Prendo la luz, abro la canilla, y mientras me enjabono las manos, moviéndome un paso hacia atrás, alcanzo a verme los pies en el espejo. En el reflejo se ven un poco menos anchos, pienso. Al mismo tiempo, me acuerdo del profesor particular de física que hace muchos años me explicó por qué en los espejos, aunque no lleguen hasta el piso, podés mirarte los zapatos. Hicimos la prueba cuando bajamos en el ascensor. Termino de secarme las manos, apago la luz y cierro la puerta. Voy a la cocina a hacerme un café. Dicen que el café es bueno para el calor. Pongo dos cucharadas en una taza, y mientras veo girar el agua en el microondas pienso en una entrevista que hace unos meses un periodista de Clarín le hizo al líder de las FARC. Debe estar cansadico y con calor, le dijo el guerrillero al recibirlo en un bunker de la selva, ahorita le preparamos un buen café. Me pregunto si a los rehenes también les hablará con diminutivos. Sólo cuando escucho el llanto del nene dejo de pensar en la selva colombiana. El microondas suena; pasaron dos minutos y cuarenta y cinco segundos desde que puse la taza. Mi hijo sigue llorando; imagino que está luchando contra la ropa limpia que se seca en el balcón. Vuelco el agua caliente sobre el polvo, y mientras bato con la cucharita voy a ver por qué el nene sigue protestando. En el balcón no hay nadie; durante un par de segundos veo nublado, y tengo que hacer un esfuerzo para que no se me caiga la taza. Los gritos vienen desde más lejos. Suenan furiosos y apagados. Dejo el café en un estante de la biblioteca y me doy cuenta de todo. El nene se quedó encerrado en el baño; entró sin que yo me diera cuenta mientras me lavaba las manos, hace como seis o siete minutos. Abro la puerta y lo veo transpirado, lleno de mocos y de lágrimas. Me mira a los ojos y abre la boca sin sonido, como si se estuviera ahogando, o como si estuviera tomando aire para volver gritar. No sé qué hacer. O sí sé qué hacer: lo levanto, lo abrazo y le beso el cuello, pero sin saber cómo darle a entender que no lo dejé encerrado a propósito. Tardo media hora en calmarlo. En el resto de la mañana, cada vez que me vuelve la culpa y le pido perdón, él vuelve a llorar y a golpearme la cara con los puños. Pienso que podría sacarme el trauma poniéndome a escribir, o preguntándome de dónde saldrán esos recuerdos que se cuelan todo el tiempo por las ranuras de la vida cotidiana. Pienso en los rehenes de las FARC, en la selva colombiana y en el profesor de física, un jubilado que hoy tendría como noventa años y que vivía con su mujer en mi mismo edificio. Como me daba vergüenza decirle que éramos tan vecinos, cuando me pidió mis datos le di cualquier dirección. Cada vez que terminaba una clase y bajaba a abrirme la puerta, yo lo saludaba, daba una vuelta manzana y volvía a abrir con mi llave. Por suerte nunca nos cruzamos fuera de ese horario.

8 de enero de 2008

"1999"

1999 es la obra poética reunida de Cucurto. Incluye Zelarayán, La máquina de hacer paraguayitos, La fotocopiadora, Hatuchay, Como un paraguayo ebrio y celoso de su hermana, y una cantidad de poemas inéditos y fotos personales. Son 209 páginas. Editado por Eloísa Cartonera. Cuesta 8 pesos. Sale como trompada.




Una imagen que me puede arruinar el día...

por Adriana Battu

En Bogotá 20 días por laburo (quizá posteo algo de eso). El título de Miguel, Enero en Bs As, me hace acordar a esa imagen en la tele cuando ponen algo así como Estalló el Verano y se ve un velerito en medio del mar, y el plano se va abriendo, el velero se achica, se abre más el plano en panorámica, aparece la orilla con la gente metida en el mar, después ya la multitud en la arena, la rambla, la gente que saluda a cámara con un cartel que dice "San Luis presente".

Enero en Buenos Aires

por miguel u

No tengo banda ancha en el nuevo depto. Una vez cada varias horas me conecto con dial up, que hace ese ruido antiguo biiiiiiiii-grrrrrrrr-boing boing boing-grrrrrrr. Y reviso mails que no contesto. Me encerré a escribir un guión que debía hace tiempo. No levanto la persiana. Dejo el aire prendido. Escribo parte de una escena y después disparo las flechas con sopapita que le regalé a mi hijo para cuando viene a casa. Disparo al vidrio, tres flechas. Trato de acertarle al blanco que dibujamos ayer con marcador. Algunas se pegan, otras no. Escribo otro pedazo de una escena. Me levanto, despego las flechas, me vuelvo a sentar. Escribo. No estoy en Buenos Aires (estoy pero no estoy). En enero se puede no estar. Es el mejor mes. Se puede ser como Wakefield. Pareciera que uno se puede mudar a la vuelta de su casa y no volver nunca más. De pronto a las 2 de la mañana tengo el cerebro quemado. Salgo a la calle. Esquivo los charcos de los aire acondicionados. Compro agua en el kiosko. Soy feliz. Cuando soy invisible no me cambio por nadie.

tutti cuanti

Dalla generazione degli anni '70 istantanee di vita argentina

2 de enero de 2008

El almuerzo desnudo


por Fabián Casas

Fui invitado por periodistas de La Mano para participar de un reality que se desarrolla con cada aparición de un nuevo trabajo del Indio Solari. Se trata de la escucha del disco nuevo y el posterior reportaje con el ex cantante de Los Redondos... [SIGUE EN MALELEMENTO]