30 de agosto de 2006

Viaje al fin de la noche

por Fabián Casas (vía El ciclón y la furia)

“La tarea es imposible: hay cosas que no se pueden narrar”, escribió Mario Levrero en su último libro, una especie de gran cajón de sastre, con diario, novela, reflexión sobre la novela y apuntes sueltos que van formando un todo a lo largo de las 534 páginas que contiene. Levrero es uno de los grandes escritores uruguayos y autor de un título que me pareció siempre genial: “La máquina de pensar en Gladys”. Yo había tenido noticias de este libro porque Elvio Gandolfo me había contado que Levrero había ganado la beca Guggenhein y que mediante ese impulso económico que se puede traducir en tiempo libre, Levrero (que en realidad se llamaba Jorge Varlotta) estaba tratando de poner en papel un relato que se había convertido en una obsesión. Son muchas las anécdotas que se cuentan de Levrero, quien podría haber sido tranquilamente un personaje de Philip Dick. Y Dick podría haber sido un personaje de Levrero. Pero volvamos a lo que no se puede contar y sin embargo me veo impulsado a expulsar de adentro mío, como la mucosidad, la mierda y otros excrementos.
Todo empezó con una mañana espléndida. Con mi viejo y mi hermano teníamos miedo de que nos tocara un día lluvioso y frío. Pero no. La calidad de la luz y la limpidez del aire eran notables. Sin embargo, como en esos films de David Linch (pienso en Blue Velvet) bajo el clima ideal se estaba gestando la metástasis de una pesadilla letal.
Llegamos a la cancha bien temprano y nos sentamos en los primeros asientos de la platea norte baja. Al lado nuestro, unos protobarras se encargaban de atar banderas al alambre de púa mientras se desarrollaba tranquilamente el partido de tercera. Que San Lorenzo terminó ganando 4 a 0. Hasta ahí nada se había salido de lo normal. Entonces en la bandeja de arriba –la platea norte alta- se inició un tumulto que rápidamente captó la atención de los protobarras que estaban sentados al lado nuestro (eran unos cinco o seis vestidos con ropas del club, inmensos y con celular en la cartuchera) quienes rápidamente le empezaron a gritar a un chico que estaba sentado en la platea con un buzo de Boca que “si no te lo sacás te vamos a matar”. Como estaban al lado mío y me miraban pidiendo complicidad, les dije que a mí no me importaba que estuviera con la camiseta de Boca. Que el tipo, para ponérsela en medio de la platea del Ciclón demostraba cierta valentía y que, de última, si ganábamos se iba a tener que aguantar que le gritáramos los goles en la cara. Pero los protobarras no quisieron saber nada y subieron a hostigar al tipo hasta que la policía le hizo un cordón sanitario, lo obligó a sacarse el buzo y, por seguridad, lo cambió de lugar, a un sector de la platea donde no lo reconocieran. De esa manera ingresó en la clandestinidad. Cuando los protobarras bajaron y se pusieron de nuevo al lado mío y de mi hermano, les dije que si estábamos seguros de que íbamos a ganar, no nos tenía que importar que alguien se pusiera la camiseta contraria en nuestro sector. “¿Quién tiene dudas de que vamos a ganar?”, me dijo mirándome por encima de sus ray bans uno de los muchachos pesutis. Ahí me di cuenta de que –más allá de la goleada histórica e histérica- lo que nos impactó a muchos fue que había un pensamiento mágico que flotaba en el ambiente –muy propia del fútbol- de que a Boca le ganábamos con la camiseta. Boca podía ser el Barcelona con todas su figuras pero nada iba a poder hacer en contra de la historia y los colores azulgranas. Ramón (el mozo de un bar donde almuerzo enfrente de mi trabajo y al que todos llamamos Raymond) me decía el viernes antes del partido que tenía miedo de jugar a favor de Boca-su cuadro- una puesta porque con “San Lorenzo pasan cosas raras”. Sin embargo, la historia y los colores azulgranas se defienden en la cancha. Siempre asocié a San lorenzo, en mi mente y en mi corazón, con un equipo que va para adelante, que juega al fútbol y que está más preocupado por el arco contrario que por el propio. Este espíritu es al que podemos sintetizar como “la camiseta”.
Ahora tenemos un Peugeot 505, por la cantidad de mediocampistas que suele poner Ruggeri en la cancha, cosa que el ex entrenador, Alfaro, también hacía. ¿Qué fue lo que cambió en el fútbol argentino que lo que antes hacía un solo cinco ahora lo tienen que hacer hasta cuatro jugadores? Yo crecí viendo jugar al Cordero Telch, al Conde Galetto y el San Lorenzo del primer Veira, donde jugaban Quinteros, Rinaldi, Husillos y Navarro tal vez sufría cinco goles pero ganábamos seis a cinco. O perdíamos yendo al ataque, con una dignidad notable. Levantarte para ir a la cancha sabiendo que tu equipo no tiene un mísero 10 y que vas a armar el partido de atrás para adelante es una sensación de impotencia horrible. Puede ser que a algunos equipos les resulte (y hasta haya quienes salgan campeones con un fútbol mezquino) pero San Lorenzo no puede jugar así porque entonces la historia no lo absolverá. No se puede seguir contratando técnicos que en los contratos ponen claúsulas donde sacan porcentajes de los jugadores de inferiores que promueven. Es la obligación de un técnico sacar jugadores del club. Propiciar el recambio y no quedar atado a los refuerzos que ellos traen tal vez para conseguir alguna cometa. La cábala, ese resabio berreta del pensamiento mítico, le sirve a aquellos que saben que no ponen todo lo que tienen que poner y no salen a la cancha a jugar con hidalguía. Me acuerdo cuando me tocó seguir –por mi laburo- al equipo de El Ingeniero en la cancha: el Pipi, Ervitti, Colocini, Romeo. Qué carajo me importaban las cábalas. Uno iba a la cancha con la certeza de que –más allá de una mala tarde- se sabía a qué se jugaba y no se traicionaba la ética del club: ser ofensivos, jugar a ganar, jugar bien.
¿De qué sirvieron las miles de cábalas que se deben haber hecho este domingo para impedir el metegol que armó boca sin piedad en 90 minutos y centavos? Fue un parricidio similar al de los Schoclender.
Cuando terminó el partido los pasillos de el Nuevo Gasómetro se convirtieron en un cabildo abierto, los viejos discutían y se apoyaban contra la pared, para no caerse de espaldas, Cacho Papaso (un hincha mítico del club) rapeaba desde arriba de una escalera como lo hace Robert De Niro en el final de Cabo de Miedo, cuando se está ahogando y habla en muchas lenguas. Yo y mi hermano nos perdimos con mi viejo hasta que lo encontramos hablando en el playón con el Bambino Veira. Todos salíamos caminando como si fuéramos los muertos vivos de la película de George Romero. Mi papá me dijo (yo y mi hermano lo sosteníamos de cada brazo) “Empecé a ir a la cancha a los 8 años, tengo setenta y ocho, hace setenta años que voy a ver partidos y nunca me pasó algo así”. La canción lo dice claro: es un sentimiento. Creo que ni Hegel podría racionalizar un sentimiento. Tengo un montón de amigos que no pueden creer que me tome tan en serio lo que siento por mi club. Supongo que tiene que ver con mi barrio, con la gente que crecí, con la experiencia del mundo en esos primeros momentos cuando todo parece nuevo y prometedor. No me puedo olvidar una tarde de domingo cuando con mi papá entramos a la cancha del Viejo Gasómetro. Acostumbrado a ver el fútbol por la tele, me impresionó el color verde del césped de la cancha contra el cielo celeste, los colores de la camiseta, todo.
Por todas esas cosas levanté los varios vasos de whisky –el psicólogo rubio- que tomé una y otra vez en la lenta madrugada que va del domingo al lunes. No podía dormir. Repasaba cada uno de los momentos del partido, pensaba, si no hubiera pasado esto, si esa pelota hubiera entrado, si Saja la hubiese atajado sin dar rebote. Todo inútil. Tenía en mi cabeza La Máquina de Pensar en Balde.

28 de agosto de 2006

Carolina era un gordo que comía semillas de girasol y no me dio asco porque pensé que tal vez sería lindo ser su gorda

por Rodrigo

Yo que soy bailadora/ Ay, de la cumbia señora/ Le digo que lo adoro/ Pero apretao no se baila cumbia/ Él me suelta y se aparta/ Yo agarro mi pollera/ Y al menear la cadera/ Sonriendo altanera/ Le digo: "Baila, Baila" *La suavecita, Gilda*

A la noche. Volvía a El Palomar desde Caballito y en la Rivadavia de Flores se había subido al 53 un gordo tipo cono de unos cincuenta años y bigotito, valijita, *le kabió la onda Gilda* y morrón, nafta y ajo que bajó en la Rosas de Caseros, una calle oscura; y el colectivo, que nacía en José C. Paz y resucitaba en la Boca, el 53, por el contraste intenso de los colores del adentro y afuera, te lo juro, parecía un cine; y la película era una nacional y con algunos de sus tópicos del garrón-sin-salida pero sin problemas de sonido a pesar del ruido del motor debajo de los asientos (movimiento lineal en rotación, y sí, forma de cono está bien.) En Ciudadela, cuando se levantó una vieja mandinga, él se tumbó en el asiento aplastando mi campera y mi mochila y empezó a cabecear por el sueño y no pude contar la cantidad de veces que pensé que se iba a hacer concha contra el piso; él estaba muy cansado y eso me lastimaba el corazoncito. Me consolé pensando que sería lindo que alguien lo cuidara.
Si yo fuera su gorda, una tal Sandra –tal Silvia o tal Graciela o tal Carmen- lo llevaría a la cama más sagrada de la casa y dejaría que él junte mis partes como quien junta porotitos abriendo y cerrando la mano en una mesa, y yo, en la espalda, señalaría pecas y bailaría y, cantando entre sábanas, afinaría el bombardeo de cabezazos con el arrancamos, el vamos y la una entera y volvemos justos y así: nosotros, los dos, somos los únicos que todavía se aman como en las canciones de Julio Iglesias (*somos dos seres en uno/ que amando se mueren/ para guardar un secreto/ lo mucho que quieren.*)

Mi cal y su arena, mi asfalto y su brea: Carolina siempre levanta la cabeza para ver quién llega y quién sale y yo me levanto cuatro veces para ir al baño antes de ir a dormir, a mi comida le pongo comino y hojitas de laurel y él come semillas de girasol los miércoles y yo dulce de membrillo y queso, y en los cumpleaños bailamos casi abrazados la cumbia parda y yo, ahí, yo que bailo y aparto, no él, el que aprieta, baila y tararea, pienso en mamá y en papá, allá en Córdoba y el cuarteto, pienso que ellos no eran tan felices como Carolina y yo.

Él fue un poco ateo pero pensó en Dios al recordar al Tata, él, no yo, yo, después de sacarme el esmalte blanco de las uñas del pie, fui caminando a Lourdes, en La Plata de Santos Lugares, a rezarle a María por él en la gruta.

26 de agosto de 2006

Las fuentes

por Miguel U.

Viendo el video de Dylan que está acá más abajo, descubro un par de imágenes que pasan rápido: la tumba de Kerouac, Dylan hablando con Allen Ginsberg, después una foto de Dylan Thomas y otra de Rimbaud. Es un pantallazo del imaginario poético de Bob. Ahora digo: Calamaro -que aclaro primero que me gusta bastante- ¿qué imaginario poético tiene? Su imaginario poético es el rock, es decir, sobre todo Bob Dylan. No se lo oye a Calamaro hablar de poetas latinoamericanos. Tampoco tendría por qué hacerlo, pero cuando dicen "Dylan es un grande", hay que saber que es un poeta que leyó mucho a otros poetas (además de ser buen músico).
Un amigo de mi primo compone temas en la guitarra que imitan a Pity de Intoxicados que a su vez imita a Calamaro que a su vez imita a Dylan que a su vez imita a Kerouac o a Ginsberg. Es decir que es una imitación de una imitación de una imitación de una imitación. Aclaro que las canciones del amigo de mi primo son pésimas, pero creo que no solo son pésimas porque el tipo es medio queso, sino porque la poesía le llega demasiado licuada por todos estos "vasos comunicantes de las influencias". Yo le dije, salteate toda esa mierda intermediaria y lee los poetas que lee Dylan. Andá a las fuentes, le dije. Y él me dijo: Andá a la mierda. Y quizá tiene razón. ¿Qué carajo le importan poemas como America o novelas como Big Sur al amigo de mi primo que se toma el 37 para ir a hacer todo el día telemarketing en el barrio de Congreso?

Rap

24 de agosto de 2006

Cosas difíciles

por Miguel U.
Dar clase con resaca. Muy difícil. Momentos en los que estoy en piloto automático diciendo algo que ya dije mil veces y una voz paralela que parece a punto de ser escuchada fuera de mi cabeza dice "loco no me banco más esto, necesito un jugo de algo, gatorade, o un multifruta con minerales, mirá las caras de la gente, están aburridísimos, y vos parecés Bill Gates pero sin plata y sin ideas, ayer a la noche por lo menos pensabes que alcanzabas la gloria de la risa en la parte más redonda de la borrachera pero ahora simplemente tenés que aceptar que tu vida es una mierda y salir a confesarlo por el mundo". Pero es raro, seguís, con el vozarrón post juerga y sin moverte demasiado vas pasando la clase poco a poco hasta el final. Y ahí te pagan sin echarte. La pregunta es: ¿Cuánto tiempo podrás pilotear esto?

Dylan - Series of dreams


Bob Dylan - Una serie de sueños

Pensaba en una serie de sueños / Donde nada llega hasta arriba / Todo queda abajo donde permanece herido / Y alcanza su quietud definitiva / No pensaba en nada específico / Como en un sueño, cuando alguien se levanta y grita / Nada demasiado científico / Sólo pensando en una serie de sueños // Sueños en los que el paraguas está cerrado/ Donde te empujan al sendero/ Y ninguna de tus cartas es buena / /Salvo que sean de otro mundo // En uno, la superficie estaba congelada/ En otro, fui testigo de un crimen/ En uno, corría, y en otro / Tenía que trepar y trepar // Sueños en los que el paraguas está cerrado / Donde te empujan al sendero/ Y ninguna de tus cartas es buena / Salvo que sean de otro mundo/ No buscaba una ayuda especial / No buscaba experiencias extremas // Me había alejado mucho / Sólo pensando en una serie de sueños

Te imitas la mar de bien

por Adriana Battu
Abrir un libro -aunque esté mordido por un perro- y toparse con esa frase: "Te imitas la mar de bien". Así empieza Lunar Park de Bret Easton Ellis publicado por Mondadori. Con los traductores impecables que hay en la Argentina, tenemos que leer basura como esa. Te imitas la mar de bien. Un perro me atacó y me arrancó como 100 páginas de este libro que por lo visto yo no iba a leer. Cómo se puede leer una cosa así. Antes teníamos editoriales que traducían en un castellano claro, sin ediotismos españoles, sin "joder", sin gente "enfadada", sin "chavales" ni "gilipollas" ni "cojones". ¿Tanto puede costar encargarle una traducción a un traductor argentino? Pero la matriz española manda. Y manda fruta.
Le pido al perro del buen agüero, al que se comió cuatro capítulos de Lunar Park, que se coma el resto de este libro porque no lo voy a leer. Volvamos a la escena del ataque, en la penumbra bolichera de la quilmes y las boludeces susurradas a los gritos, con la banda sonora pregrabada donde tres músicos en vivo meten solitos pedorros de saxo o de guitarra y dos personas intentan "leer" a los autores publicados, volvamos al ataque en el piso y que ese perro despedace de una vez el resto de ese libro impreso en buenos aires pero mandado por mail desde una computadora española que lo recibió de un traductor que se llama Cruz. Un nombre que no sé si es de varón o de mujer y que habrá que empezar a usar cuando querramos crear confusiones andróginas.

23 de agosto de 2006

Hoy


Leen Lunita, Moret y Terranova. (Moret prometió ir de colegiala y leer sus historias porno hard).

21 de agosto de 2006

Kerouac leyendo

Un video de 7 minutos con distintas apariciones de Kerouac en tv. Vale la pena sobre todo la segunda mitad, donde lee el final de On the Road.




Acá, un documental subtitulado en italiano, done la viuda de Neal Cassidy habla del triángulo amoroso con Neal y Kerouac, y se habla de K y las mujeres, de K y su madre...

Acá un corto rarísimo, donde actúan Ginsberg y Corso, todo doblado encima por Kerouac. Se llama “Pull My Daisy”, filmado en 1959. Es sobre la eterna tensión entre el hogar y los amigos, entre lo hétero y lo homo, entre la ilíada y la odisea, entre la joda y el sueño. Por momentos pareciera que Kerouac va improvisando una narración a medida que ve las imágenes.

15 de agosto de 2006

Entrevista a Roberto Bolaño - 1

Entrevista de 1999, en el programa chileno "La belleza de pensar".

Temas de esta primera parte: exilio, poesía y prosa, Rimbaud, Proust.

Parte 2: Baudelarie, Poetas, Los detectives salvajes, Poetas románticos, Poetas menores.

Parte 3: Enrique Lihn, Detectives salvajes y Rayuela, El castellano.

Parte 4: El castellano, García Márquez, La vieja y la nueva novela, Villoro, Aira. "Sensini".

Parte 5: Di Benedetto, Robar libros, El crímen, El palgio colectivo, Efraín Huerta.

Parte 6: Octavio Paz, Los poetas, Pablo De Rokha, Hombres buenos.

Yapa: otra entrevista en Chile, de 50 minutos en programa "Off the record"

12 de agosto de 2006

Ensayo sobre las tetas

por Pedro Mairal

Ahora que llega el calor y por toda la ciudad afloran las tetas con su vanguardia prometedora de un tiempo blando, vale quizá entregarse a esa curiosidad primaria que generan las tetas en la vida de los hombres. Primero están las tetas paradigmáticas, formativas. Las tetas alarmantes del cine o la TV. Depende la edad de cada uno. Para una generación fueron las tetas de la Loren en Bocaccio 70, o de Anita Ekberg en La Dolce Vita. Para otros habrán sido las tetas de la Cucinotta en Il postino, o las tetas ya más estilizadas y armónicas de Mónica Bellucci en Malena. El cine italiano siempre fue proveedor de grandes tetas mediterráneas.

Las tetas americanas en cambio siempre quedaron en un tercer plano, detrás de las explosiones y los autos chocadores. Estados Unidos no fue ni es un buen proveedor de tetas, a excepción de las tetas de Lynda Carter en La Mujer Maravilla que eran bastante notables, tetas atléticas, altivas, heroicas, increíblemente controladas por ese corset con estrellitas. Wonder Woman provocó en muchos las primeras inquietudes masculinas, el primer desasosiego, esa terrible sensación de falta que nos dejaba temblando ante la tele y el Nestquik, sin entender bien por qué. Pero en general, las tetas yankis suelen ser más silicónicas, como las de Pamela Anderson en Bay watch. O, si son naturales -como en el caso de la morena totémica Tyra Banks- ni tienen gracia ni son sexies. Tyra es tan poco sexy que en su programa invitó a un famoso cirujano plástico para probar, en vivo, que sus tetas son naturales. El cirujano se las palpó y le hizo una mamografía en directo, frente al público invitado. A Tyra, emocionada, se le entrecortó la voz explicando que hacía eso porque estaba harta de que dijeran que sus tetas no eran suyas.

A nivel nacional, todavía la Coca Sarli no ha sido desbancada de su puesto de diva exclusiva del fetichismo mamario, con una filmografía entera dedicada a sus tetas panorámicas, sus tetas como auspiciadas por la oficina nacional de turismo, porque asomaban en todos los lagos, las montañas, las cataratas del país, dándole una categoría geográfica a esas tetas exhibidas a la par de la exhuberancia del paisaje. Sus largas flotaciones en la hidrografía argentina no tienen y quizá no vuelvan a tener un parangón.

Después de las tetas virtuales y mediáticas, aparecen en la vida de uno las tetas reales, quizá todavía no palpables, pero sí visibles. Aquellas tetas que uno vio por primera vez desnudas, en persona, no se olvidan nunca más. Cuando estaba en segundo año del secundario, me llevé a marzo Lengua y literatura y tuve que tomar clases particulares de análisis sintáctico con una profesora que venía a casa. Se llamaba Teresa. Yo tenía quince años y ella no pasaba de los veinticinco. Era diciembre y hacía calor. Teresa venía a casa con unas musculosas sueltas, sin corpiño. Un día, sentados juntos, inclinados frente a las oraciones para analizar, le vi a través del escote las tetas, las puntas de las tetas, los pezones rosados. Sentí una alteración violenta, como si se me frenara toda la sangre de golpe y me empezara a fluir en la dirección opuesta. Ella se dio cuenta y se acomodó la musculosa sin preocuparse demasiado, dejando que volviera a pasar lo mismo varias veces. Tomé más clases, estudié mucho y di un muy buen examen. Nunca me olvidé de las estructuras sintácticas de Teresa. El relámpago clandestino de sus tetas veinteañeras le dio un erotismo a la materia que ningún profesor del colegio lograría infundir jamás.

La mirada de los hombres dobla. Cuando pasa una mujer con lindas tetas la mirada de los hombres se curva, busca, se inmiscuye a través de los pliegues, a través de los escotes o los botones mal cerrados, y adivina, sopesa, sentencia. Las mujeres modelan sus tetas como quieren. La ropa puede levantar las tetas, ocultarlas, ajustarlas, trasparentarlas, sugerirlas, agrandarlas. Es bueno conocer todos esos trucos, no tanto para no dejarse engañar, sino más bien para participar y entregarse al juego. Las tetas de los años cincuentas, por ejemplo, eran cónicas, eran parte de un torso sólido y apuntaban amenazantes; después, en los sesentas, las tetas desaparecieron un poco de escena en el hippismo de las pacifistas anti corpiño; en los ochentas empezó la fiebre de las siliconas; y ahora las tetas son como globos apretados y empujados hacia arriba por el famoso wonder bra. Hay que tener en cuenta que el wonder bra da forma, pero también rigidez. Y es una lástima porque no hay nada como ese temblor hipnótico que va a un ritmo aparte de los pasos de la mujer, como un contrarritmo, una síncopa propia de las tetas naturales en acción.

Las tetas tienen vida propia, eso es sabido; no son como el culo por ejemplo que se mueve dirigido por su dueño. Las tetas parecen difíciles de controlar. En ocasión de cabalgatas, escaleras y trotes para alcanzar el colectivo, pueden incluso ser graciosas, torpes y poco serias. Algunas mujeres sin embargo tienen la habilidad de dirigirlas. Nuestra deslumbrante Carla Conte, por ejemplo, sabe hacer un mínimo taconeo entusiasta, un rebote de afirmación, de plena simpatía, de aquí estoy, que le provoca un temblor hacia arriba que termina en una especie de vibración de trampolín a la altura de sus tetas plenipotenciarias de chica de barrio. Un movimiento que le ganó televidentes y que detiene el zapping. Dentro de los cambios evolutivos, que van del homo sapiens al homo mediáticus, la función más importante de las tetas hoy en día ya no es la reproducción sino la capacidad para aumentar el rating.

Pero volviendo a las tetas reales de este lado de la pantalla, ¿cómo se accede a ellas, cómo se alcanzan y develan? Las mujeres tetonas tienen una habilidad desarrollada durante años para frenar las manos de los hombres-pulpo. El hombre-pulpo es el que no da abasto, el que ya tiene las dos manos agarrando cada cachete del culo y va por más, porque quiere además palpar simultáneamente la abundancia de las tetas y es como si les nacieran dos brazos suplementarios para alcanzar ese fin. Pero las mujeres tetonas tienen mucha destreza, saben interponer el codo y bloquear todo intento de avance. Hay que aprender que si una mujer detiene una mano no hay que insistir, sino intentar más adelante por otro lado, despacio, sin apurarse. Nunca jamás debe intentarse tocarle las tetas a una mujer antes de darle un beso, porque sería un fracaso (hay excepciones, hay abordajes muy acalorados por detrás que vienen con doble estrujamiento de tetas y beso en el cuello, pero no son muy frecuentes entre desconocidos). En general las tetas se exploran durante el beso, en lo más apasionado del beso. Una vez instalados en ese vértigo, se puede subir una mano por la espalda que explore debajo del elástico del broche del corpiño, pero sin desabrochar nada todavía, en una caricia que llegue a la nuca, que disimule un poco pero que a la vez diga ya estoy acá debajo de esta lycra tirante y no me voy a detener. Si la mujer accede tácitamente (porque nunca hay que preguntar ni pedir permiso) entonces ahí sí, se puede intentar desbrochar, desmantelar la delicada ingeniería del corpiño, desactivar esa tensión tan linda, lo elástico, lo tirante de las tetas sujetadas entre diseños de moños y florcitas. Y entonces llega la verdad, sin íntimos trucos textiles, la doble realidad pura y palpable. Entonces aparecen, asoman en estéreo, se despliegan las tetas en todas sus variantes como ejemplos de la biodiversidad. Tetas duras, nuevas, tetas derramadas, pesadas, tetas blandas, inabarcables, tetas sin caída, sin pliegue como cúpulas altas de pezones rosados, tetas apenas sobresalientes pero halladas finalmente por las manos, tetas enormes y llenas, tetas asimétricas, tetas breves pero puntiagudas de pezones duros, tetas lisas de aureolas enormes apenas dibujadas, tetas blancas, morenas, con marcas de bikini, tetas chiquitas y felices, tetas tímidas, esquivas, o desafiantes, orgullosas, guerreras. Todas lindas, dispuestas para el beso, la lengua, el mínimo mordisco, y provocando una sed desesperada cuanto más grandes, una actitud ridícula del hombre que de repente actúa como un cachorro ciego y hambriento y desbocado.

Y sin embargo esa sed no termina de saciarse. Hay algo misterioso en la atracción por las tetas. Porque, ¿qué se busca en las tetas? Las atracciones de la cintura para abajo tienen un objetivo siempre más claro y complementario, que termina consumándose sin demasiado equívoco. Pero en las tetas, ¿qué buscan los adultos? Que todo sea un simulacro de lactancia no cierra bien. Demasiado edípico y cantado eso de buscar repetir ese vínculo nutricio con la madre. ¿Y además las mujeres qué ofrecen cuando ofrecen sus tetas? Dicen que la existencia de las tetas tiene un propósito de atractivo sexual (además de su fin alimentario). Dicen que al estar erguidas las hembras humanas tuvieron que desarrollar una especie de reduplicación del culo en la parte de delante de su cuerpo para atraer a los machos. Ése es el fin que cumplirían esas dos esferas juntas a la altura de las costillas superiores: ser un señuelo similar a un culo llamativo. La explicación parece bastante ridícula y quizá por eso mismo –porque el cuerpo humano es bastante ridículo- sea cierta.

Las tetas son insoslayables. Imanes de los ojos. Las tetas invitan a la zambullida para pasarse un verano entre esos dos hemisferios. Son más fuertes que uno. Hay una fuerza hormonal y animal que supera todo intento represivo y civilizatorio por no mirar, por no quedar como un primate bizco de deseo. Mirar todo el tiempo a los ojos a una mujer con un buen escote es un difícil ejercicio de autocontrol, es casi imposible que los ojos no se nos resbalen a esas curvas, que no caigan y se entreguen con toda la mirada a la gravitación de la redondez de la tierra. Porque hay tetas que son insostenibles, y provocan incredulidad. Uno mira una vez y vuelve a mirar pensando ¿Vi bien?. Y sí, uno vio bien, y esa visión genera una inquietud, una insatisfacción total de la vida, uno quiere entrar en ese mundo blando y suave, uno se siente lejos de esas tetas, desamparado como un soldado en la trinchera.

El anoréxico gusto de la época propone un ideal de mujer flaca pero con grandes tetas, algo raro que se da sólo en casos prodigiosos. Por eso la superabundancia de tetas falsas en los medios, tetas que quedan estrábicas, desorientadas, y a veces un poco ortopédicas. Se exigen mujeres escuálidas que terminan poniéndose siliconas porque sin prótesis presentarían unas tetas apenas protuberantes, tetas de bailarina de ballet; una belleza sutil y sugerida que la tele parece no poder aceptar.

Una regla extraña pero frecuente hace que las tetonas sean chatas de culo, y las culonas sean chatas de arriba. Como si en la repartija hubiera que optar por una u otra opción. La mujer latinoamericana suele ser más dotada de grupas que de globos. La mujer promedio brasilera, por ejemplo, con su mezcla afro-tupí, suele tener unas poderosas pompas brunas y ser bastante chata de tetas. En cambio las mujeres europeas, nórdicas, suelen presentar - como escuché decir una vez en un canal de cable- un volumen mamario importante. Las alemanas teutonas, las suecas, las valquirias escandinavas, son mujeres con toda la vida por delante. Avanzan heroicas con grandes tetas redondas, doradas, divergentes. En Francia se hace más un culto a las tetas que al culo, y sin embargo las francesas -con excepciones normandas que cortan el aliento como la impresionante Laetitia Casta- suelen ser magras, escasas y finas.

Quizá las tetas no sean indispensables, pero dan alegría. Por suerte, las argentinas, gracias al encuentro de las sangres nativas y la inmigración mediterránea, suelen tener medidas armónicas, lo que quiere decir que están bien de todos lados. Y si nos llegara a tocar enamorarnos de una mujer sin tetas, habrá que apechugar, quererla, y echar de vez en cuando unas pispeadas nomás, disimulando. Hay que tener cuidado. Un amigo tuvo un lapsus que precipitó su separación. Su novia, que era muy chata y celosa, se cansó de pescarlo mirando escotes por la calle y le vaticinó: Vos un día me vas a dejar por una tetona. Y él, queriendo arreglarla le contestó: Sin vos estaría perdido, amor, sos mi tabla de salvación.


(*publicado en la revista Brando, Buenos Aires, noviembre 2006)
*

NADIE MOJA EN LA PATRIA


VIDEOS


por Miguel U.


el antropoide ingresa
la constreñida sombra de amor subtitulada
oh sí folla mi culo con letras amarillas
tipeadas por un tipo en barcelona
en málaga en santiago de chuco del estero
de chile de brasil de compostela
las letras de la lengua que usó colón
la lengua que relame la leche del fornido
del bronceado con zunga
no la traga
babea hacia un costado simulando
desparrama
chupa el glande en la cumbre más alta
la vena de la verga en primer plano
la verga que pujó contra natura
que dilató la sombra del esfínter
la vaina más estrecha
mirá cómo le empuja la caca dijo césar
mi amigo que en las heras una noche
quiso guasquear la foto
de la boca gigante de un afiche
pero estaba borracho y parecía
que los labios rosados lo esperaban
como el sapo al mosquito
ahí viene el treinta y siete y se quedaba
culeando el fibroplast iluminado
porque la tierra es plana
como antes de colón pero de vidrio
de blindex de pantalla de cuarenta pulgadas
en el living de la familia nelson
la familia de césar
duermen todos con máscara de goma
su vieja se preocupa por los sauces
su hermano no va al country
fuma faso los viernes en su cuarto
su hermanita menstrúa en renault nueve
y llora porque el perro del vecino
le va a olfatear la vulva
su viejo lo patea
(a césar y al perrito) mientras pincha
la carne del asado
es igual a picasso y tiene várices
en una pantorrilla
y abajo de los sauces
nos preguntó hace mucho
a ustedes ya les salta?
le dijimos que no
el día que les salte
me avisan y los llevo
se engrampan una linda putita
y el silencio
ya venía la vieja de césar con helado
con el pareo flojo
clavaba la cuchara en cada pote
parecía que iba servir las tetas
colón llegó a los culos redondos de las indias
a su fruta cachonda
en cambio neil armstrong
llegó a la luna muerta
desde entonces la tierra es como un vidrio
un vidrio con gillette
con polvo sobre el sacro
con polvo enamorado entre las tetas
caucásicas orondas a destiempo
del rítmico bombeo del nacido
en alabama tucson minnesota
y el plano de sus glúteos marrón hawaian tropic
de sus bolas sajonas rosadas centinelas
campaneando la dulce madriguera
y las uñas pintadas que aparecen
sobándose la concha en el crepúsculo
los labios del poniente
de pie como un arcángel
la voz gangosa dice fuck my ass
oh sí rómpeme el culo
y el ruido de la carne
del contrachoque pélvico en las cachas
los mofletes apenas sopapeados
la juventud del orto
de katy lee sin pozos
sin cráteres lunares de la vieja
de césar que se entierra
en una arcilla negra
que prefiere los vuelos
contra la rotación terrestre porque dice
que la rejuvenecen
y nada le hace efecto porque la tierra es plana
y la luna
es una vieja muerta
que se encontró neil armstrong
reseca en el espacio el compatriota
del héroe americano que relame
la oscura convergencia de los muslos
las ostras de la herida
la chucha relumbrante
le manduca el hachazo se embadurna
le embute la toronja
ella goza los tacos en el aire
mirá cómo la lleva dijo césar
boludo la desflora qué la va a desflorar
la contrafloralresto
boludo es un peaje la concha de esa negra
una autopista al útero caliente
para llegar temprano poner cloro
mariposas de acero en cada esquina
del mantel amarillo por el viento
que sacude los sauces tan flaquitos
cuándo van a hacer pesas ustedes dos pajeros?
las minas ni los van a mirar este verano
o césar que pregunta en la cucheta
si pudieras cogerte a cualquier mina
cualquier mina del mundo en cualquier época
a cuál te cogerías?
a tu vieja
en una reposera en la pileta
hundiéndome en el tajo
de un durazno gigante sostenido
por las manos que aprietan blanda pulpa
la amazona montando con grititos
cayéndose en el palo enjabonado
tu coño es delicioso y se acomodan
en posición perrito en california
en oklahoma en tejas en florida
y acá nadie la pone
nadie moja en la patria



(publicado en la revista Ricardito, Nº3, 2001)
(del libro en preparación Nadie moja en la patria)

10 de agosto de 2006

El rollinga se inventó en Piedrabuena

por Juan Incardona


Hoy estuve en el kiosko de mi amigo Fabián, con él y con su hermano Morraja. Charlamos de diferentes temas, sobrevolando Celina, Lugano, Lanús y el Riachuelo.

De repente, en la radio pasaron un tema de Pity. Les conté que había escrito nuestras anécdotas del colegio. Me contaron que Pity ahora vive en Samoré.

Fabián tiró algunas hipótesis. Dijo:

—El rollinga se inventó en Piedrabuena.
—¿Cómo es eso? —pregunté.
—Claro. Cuando nosotros éramos chicos, no existía el rock de barrio. Eso lo empezó Viejas Locas...
—Sí, puede ser –dijo Morraja.
—Ni hablar. Antes estaban Los ratones paranoicos, pero eso era distinto.
—Sí.
—Los primeros stones de la década del 80 usaban jardinero, pañuelito, kikers y pelo largo (ver foto1). Las toppers y el flequillo vinieron después (ver foto 2 y foto 3). Y eso empezó en el barrio Piedrabuena a la par de Viejas Locas; después se extendió a Lugano, Madero y Celina. Vos tenés que saberlo, si estudiaste ahí.
—Sí, es verdad –contesté-. Me acuerdo de los primeros tiempos de la banda. Escribieron "Viejas locas" con aerosol en la pared de una salita de Piedrabuena, donde laburaban unas minas muy ortibas. En el colegio todos nos cagamos de la risa; pensamos que se lo habían puesto a ellas, pero no, era una de las primeras pintadas de la banda de pity.
—Mirá —dijo Fabián—, el rollinga es la evolución del stone. Ese cambio empezó con Viejas Locas. Y Viejas locas, como Intoxicados, es Pity. El chabón está haciendo historia desde hace rato. Cambiando de tema, Juan, tengo un video donde estás vos.
—Sí?
—Frente al tanque de Celina. Fue un video revelador. Estás con Lara diciendo: “esto es un secuestro, me llevo a Lara porque yo no tengo hija.”
—Qué limado, jaja —dijo Morraja.
—Y en la parte de atrás —siguió Fabián—, en una pared, al pasar, se lee “Callejeros”. Debe ser la primera pintada con ese nombre, porque en el año de la grabación del video, ellos todavía se llamaban Río Verde.
—Por favor, mostrame ese video.
—Tenés el pelo re largo, parecés un vikingo. Vení la semana que viene al kiosko, que te lo traigo.
—Buenísimo.
—Che, ¿te acordás de los recitales en la calle, arriba del camión, en Piedrabuena, en Celina, en Navidad, en año Nuevo?
—Cómo me voy a olvidar.


La mano

por Miguel U.


hace unos años césar
perdió en un accidente
la mano de las pajas
la bengala de barco le voló
los dedos y una parte de la palma
al mes ya se reía
luchaba con muñón se proclamaba
el manco de bengala
después fue al hospital
su vieja lo esperaba
dormida con las piernas abiertas en camilla
la taparon con una tela verde
con un hueco en el medio tipo poncho
césar metió el muñón por el agujero
al fondo de la concha de su madre
lo durmieron inmovil así por siete días
después lo despertaron
retiraron el brazo y nuevamente
césar tenía su mano
se fundió la familia en un abrazo
la emoción embargó a las enfermeras
el médico le dijo bueno pibe
cuidado lo que hacés con esa mano
es una mano flaca femenina
ahora se pajea con la izquierda

Entrevista a Alan Pauls en Perfil

Alan Pauls se presta para la sesión...

9 de agosto de 2006

Lecturas en Pachamama









Ezeiza, 1973


otros:

Jubileo



por Ariel Schettini

Ese hombre que llega a la terraza agarrado de los pelos
por los de arriba
mientras rasca las paredes:
¿quiere subir para estar con sus compañeros
o quiere bajar para escapar de los enemigos?
¿Llegó en camión apretado
al ritmo de los cánticos
o es el empleado del aeropuerto que pone orden?
¿Lo ayudan a imitar al Hombre Araña o lo torturan en público?
¿Es un emblema de la violencia en blanco y negro
y, por lo tanto, no importa?

Después, cuando el mono que lo agarraba de los pelos
muestra una ametralladora como pesas:
¿quiere decir que ya lo mató,
que extinguió el arma de la amenaza,
que ya están armados del todo
o que una ametralladora no es, finalmente, tan pesada?
Al que llegó al palco y quedó atrás de la escena:
¿lo curan, lo sofocan o lo sometieron a juicio sumarísimo?
Alguno de los dos era:
¿la policía, el terrorista, el comité de bienvenida?
Las posibilidades de que haya vida en el Estado son:
A: ¿Remotas?
B: ¿Inútiles?
C: ¿?

(Después miramos otro canal
con una selva en ruinas.
Y el ébano insensible con el que se hacen muebles,
el desplome en el piso y el claro
del que escapan bestias a la venta
por traficantes latinoamericanos
en el mercado negro.
Manaos, una ópera, dos ríos.
Pero a nosotros no nos tocaron los beneficios:
ni la mesa, ni las plumas, ni la piel,
ni la cabeza embalsamada de la bestia en la pared,
ni la cita para La Bohème.

Solamente la culpa.)

De La guerra civil, Edit. Norma, 2000

Un merecido aplauso

La pregunta del maestro Zen es: "¿Cómo suena el aplauso de una sola mano?". Redoblando la apuesta, la pregunta de El Señor de Abajo es: "¿Cómo suena el apaluso sin ninguna de las dos manos?". Años de búsqueda nos llevó la respuesta. Y hela aquí respondida por esta talentosa "african-american girl".

8 de agosto de 2006

Entrevista a Alan Pauls


“Trato de pensar una escritura que preste atención a los matices”


Ganador del prestigioso premio Herralde con su novela El Pasado, estudioso del diario íntimo como género literario, sensible guionista argentino, Alan Pauls vuelve a su infancia con un libro que toca la autobiografía y avanza hipótesis sobre la playa como objeto de estudio. Explicaciones de un yo entre el mito, el ensayo y la utilidad de la privación.


Juan Terranova

Alan Pauls se presta para la sesión de fotos con una paciencia innegable. Su estudio es una salón vacío con un escritorio y un par de bibliotecas en una esquina. En ese lugar escribió El Pasado, la novela que en el 2003 ganó el premio Herralde de la editorial española Anagrama. Aunque hace frío y la mesa es larga y también está vacía, la tranquilidad con la que Pauls escucha, piensa y formula sus respuestas podría considerarse una rara forma de confort. En estos días, se distribuye La vida descalzo, un libro breve, lleno de reflexiones y apuntes autobiográficos sobre la playa.

¿A qué género pertenece La vida descalzo? ¿Cómo surgió la idea de hacer un libro así?

Surge como un encargo de la editorial Sudamericana para la colección In Situ y para mí es un ensayo. Un ensayo tal como lo entiendo yo, a partir de algunos textos muy puntuales. Todo lo que escribo dentro del género sale de las cinco o seis páginas de Roberto Arlt, yo mismo de Oscar Massotta. Aunque también están en Martínez Estrada, en Carlos Correas o en María Moreno. Es un uso que potencia al máximo la condición polimorfa del género, capaz de surfear registros tan antagónicos como la primera persona y un registro más teórico, analítico, ir de lo más frívolo a lo más serio. Y permite una cierta libertad para declinar un mismo objeto, un mismo tema, y modularlo de formas variadas y producir un libro que sea, al mismo tiempo, muy estrábico sin apartarse del tema sobre el cual gira.

¿Hay ficción en el libro?

El libro tiene vísperas de ficción. La ficción es un poco el horizonte del libro. Pero la ficción lo seduce al libro desde afuera. Como si el libro fuera hacia la ficción pero no se convirtiera en ficción nunca. El ensayo del escritor es más libre, por ejemplo, que el del ensayo académico, contiene un uso, digamos, más dandy. Al mismo tiempo no deja de ser fiel al género. Hoy me siento cómodo en ese género.

¿Cómo es la historia de las fotos que hay en el libro?

Son fotos recolectadas, de mi archivo de mi padre, de mi archivo personal. Cuando escribía el texto, intercalaba fotos. Pero eran fotos ligadas a la parte pop del libro. Eran fotos que bajaba de Internet. Me servían para imaginarme un libro ilustrado. Por ejemplo, Ursula Andrews saliendo del agua en El satánico Dr. No. Después, me di cuenta que no quería escenas que graficaran tan explícitamente. Y entonces hice una especie de casting de fotos mías. Fotos que describieran una playa sin arte. Me cuesta mucho pensar mi infancia fuera de la playa.

¿El libro es en algún punto el desmontaje de un mito?

De montaje, más bien.

Pero el mito erótico de la playa aparece revisado...

Bueno, eso sí. Pensar ciertos mitos de la experiencia playera, como el mito del desenfreno sexual, eso sí. Pero, por otro, me hubiera gustado contribuido a consolidar el mito de la playa en sí.
En ese sentido, creo que hay un refinamiento del mito.
Me gusta mucho trabajar con objetos comunes y me gustan muchos los matices. Lo que trato de hacer cuando escribo ensayos trato de pensar una escritura preste atención a los matices. Me interesan, en general, más las pequeñas diferencias que las grandes. Tengo la impresión de que de las grandes diferencias se ocupan los diarios, la televisión, los diarios, el espectáculo en general. Hay un terreno que es el terreno de las diferencias mínimas, del grado, del acento, de la modulación. Son diferencias que hacen sentido y al mismo tiempo son diferencias de las que puede dar cuenta una escritura como la del ensayo o la ficción.

Intimidad y tecnología. El género diario íntimo ocupó en varias ocasiones la atención crítica de Pauls. En uno de sus ensayos, El fondo de los fondos, donde los diarios de Pizarnik se cruzan con Ignacio de Loyola, se mencionan al pasar los weblogs, definiéndolos como “esos diarios en vivo que funden en un mismo espacio, el de la pantalla, el momento de la escritura con el de la lectura, el ensimismamiento y la exhibición”.

¿Leés weblogs?

No, no mucho.

¿Lo considerás un género?

Sí, supongo que es un género de la cultura electrónica. Me despierta interés, pero no deseo. Me despierta un interés de civilización. Quizás para que me despierten deseo alguien tendría que poner ese corpus en un libro. Habría que sacarlo un poco de su contexto. Lo que me abruma del weblog es el contexto. Abrir un weblog y te darte cuenta que hay mil millones.

¿Es una sensación de vértigo?

Más que vértigo, yo diría indiferenciación. Hay un umbral entre el interés cultural y el deseo, que ya es ganas de apropiarse un objeto, de escribir sobre él, de pensarlo, de practicarlo. El deseo lo genera algo que te parece diferente por alguna razón. Al blog lo veo demasiado indifrenciado.

¿Lo ves enfrentado al diario íntimo?

No, para nada, lo veo como una excresencia, una prótesis, una ciberversión. Lo que sí creo es que esa marca que yo señalaba, el momento de la exhibción y la contemplación, son el mismo momento: eso constituye una diferencia radical, entre el weblog y el diario íntimo. En el diario íntimo por ínfima que sea la diferencia en el momento en que el diarista escribe y otro lo lee, como en Lolita, que Humbert Humerbt escribe y acto seguido la madre de Lolita lo lee, por ínfima que sea esa diferencia de tiempo que hay entre el momento de escribir y el momento de leer es fundamnental para el género. En cambio en el weblog no. Ahí hay algo del orden del vivo, hay algo que es performático.

Hablemos de El pasado. Para Pauls enfrentarse a los lectores españoles fue como “entrar en un cuarto oscuro y lleno de gente que uno no conoce”. Pese a ser un libro voluminoso que revuelve diferente formas de la desdicha, El pasado logró una repercusión inusual tanto en España como en Argentina. La historia gira alrededor de dos personas que formaron una pareja perfecta, Rímini y Sofía, pero empieza cuando la unión se rompe y un período de indeterminación obsesiva se abre paso y licúa todo vestigio de felicidad standard.

¿A qué le atribuís el éxito que tuvo El Pasado?

Creo que la novela se mete en serio con algo. Eso se aprecia en el libro. Toma un objeto, en este caso la experiencia amorosa, e incluso a riesgo de ser grave, de ser pesado, tortuoso. En ese sentido, toma un riesgo importante y produce un mundo interesante. Un libro obsesivo, un libro que cava siempre el mismo pozo.

Rímini, el protagonista masculino de El Pasado, experimenta sutilmente algunos placeres masoquistas. En un momento de La vida descalzo te confesás como un sigiloso discípulo de Sacher Masoch. ¿Hasta que punto esto es así?

No lo sé. Para mí que en tanto escritor, y sólo puedo responder desde ese lugar ya extraño de enunciación de una experiencia personal, hay algo del orden de la privación que me resulta útil. Podría decir que gozo con la privación. En La vida descalzo hablo de la experiencia de extraordinaria felicidad que es resulta para un chico quedarse en casa, enfermo, cuando todos están en la playa. Todos se van a la playa menos él y él se queda solo y lee. Creo que escribí el libro para escribir esa escena. Y también me funcionan bien las reglas. Soy, en ese sentido, contractualista y eso me lleva a Masoch. Ahora, no podría decir que me gusta el dolor físico.

¿Escribirías algo que pudiera ser subtitulado “novela política”?

No. Escribiría algo que pudiera titularse “política”. O sea, me gustaría que cuando la política entre en lo que yo escribo, y creo que algo así está pasando, me gustaría que eso fuera el título, no el subtítulo. Una de las cosas más horribles que le pasa a la política, cuando se cruza con la literatura, es eso, que siempre va a la subtítulo. Y me parece que la política es más interesante que eso. A Lamborghini jamás se le hubiera ocurrido subtitular El Fiord “relato político”.

¿Qué tiene que tener una novela para despertar su interés?

Tiene que tener lo mismo que tiene que tener cualquier objeto artístico: plantearme problemas, desconcertarme, no tiene que ratificar lo que pienso sobre las cosas, más bien lo contrario. Me tiene que desafiar. Sigo siendo muy sensible al desafío artístico.

***


Cuando se le pregunta por la película que Héctor Babenco se está rodando sobre su novela El Pasado, Alan Pauls exhibe una mezcla de resignación e inteligencia. Autor de una larga lista de películas realizadas, entre ellas la excelente La era del ñandú, un documental apócrifo dirigido por Carlos Sorín, y El Censor, inspirada en el censor de la dictadura Miguel Paulino Tato y dirigida por Eduardo Calcgano, Pauls admite que no tiene una relación simple con las adaptaciones.

¿Cómo te imaginás la película que se está haciendo con El Pasado?

No me la puedo imaginar. Los lectores me preguntan a veces si yo lo veía a Gael (Garcia Bernal) como Rímini y la verdad es que yo cuando escribo no imagino, no tengo referentes físicos de mis personajes. Pueden tener marcas, un lunar, rengear un poco de la pierna derecha, pero no me los imagino de manera fílmica.

¿Y cómo te imaginás, entonces, la escena de Alan Pauls yendo a ver la pelícual?

Traumática. Pero eso no tiene que ver con la película, más bien tiene que ver conmigo.
El Pasado tendrá a la estrella mexicana de Y tu mamá también, Amores perros y Diarios de motocicleta en el protagónico y estará acompañado por Analía Couceyro como Sofía. El guió pertenece al mismo Babenco y al joven dramaturgo y puestista argentino Federico León.


Hoja de vida

Alan Pauls Nació el 22 de abril de 1959 en Buenos Aires, Argentina, en el barrio de Colegiales.

En 1983, escribe el guión de la película Los enemigos, dirigida por Eduardo Calcagno y protagonizada por Ulises Dumont y Nelly Prono. Al año siguiente, se publica su primera novela "El pudor del pornógrafo".

En 1990 se publica su segunda novela "El coloquio". Dos años más tarde, es invitado por la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs a residir dos meses en el puerto francés de Saint Nazaire. Como secuela de esta hospitalidad surge su novela "Wasabi", que se publicará en 1994.

En 1996, aparece en Buenos Aires la antología "Cómo se escribe. El diario íntimo".
En el 2003, Anagrama publica la novela "El pasado", ganadora del Premio Herralde de Novela.
(Entrevista publicada en el suplemento Cultura de Perfil, el 30 de julio de 2006.)

6 de agosto de 2006

Estampas de la revancha

El partido empieza con un Córdoba seguro, bien armado abajo y con definición. Bs As está confuso, nervioso. Pierde por varios goles.

*
Encima la tribuna se ríe de lo que parece ser una paliza sufrida por los porteños.
*
*

Entran, salen, entran. BsAs tiene más cambios que una Ferrari Testa Rossa.


*
* Se pone parejo, hace calor, los tantos se igualan.
*
*



El equipo cordobés se pone nervioso. Con el empate empiezan en el área cordobesa las discusiones que terminan con la palabra "culiao".

*
*



Lo que eran roces virtuales vía blog, ahora son roces reales.

*
*



Cucurto juega como baila. Bs As controla, arremete contra los cordobeses cansados y empieza a ganar.
*

*


Ya cerca del final, el cartel parece lo que está pensando Anibal: "En la capital te chorean".

Sangúches en la terraza











5 de agosto de 2006

Citas ciegas

Casciari la descose
Tribulaciones de un mago, Romero
El curandero del amor, Cucurto
Incluso al culpable, Chéjov
Diálogos posfutbolísticos
Bueyes y fuelles
Casciari
Borges escatológico
García Márquez y Jonás
Los de Libra
Frase del sueño
De crónicas inexistentes
Platón, humorista cordobés
La pepa de Dalí
La textura de lo real
Perfectos Accidentes

Fotos, videos, dibujos

Bondi
Una cerveza
Los tres personajes de Sacha Baron Cohen
Zoom
Nueva literatura latinoamericana
Buenos Aires 11- Córdoba 9
Plaza Las Heras - 4 estaciones
Autores, por Magalí Flaks
Carlita
Cumple de Funes
Bienvenido Blue Demon
Makin Whoopee, Artemio Rodríguez
Diburtimentos
Museum of bad art
Don Segundo fue Vader
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No puede ser, Agustina Keyra
El fin del mundo
Un merecido aplauso
Desde Rosario
Just do it
Cucurto Casas Mairal
Taxi
Se llama Andrea Rincón
Borcurto

Entrevistas


Kerouac leyendo
Entrevista a Roberto Bolaño
Fabián Casas, por Sol
Entrevista a Alan Pauls, por Juan Terranova
Indio Solari, por Maxi Tomas
Autores en Maxim I
Autores en Maxim II
Entrevista a Daniel Durand (Intro.)
Entrevista a Daniel Durand

Música


Con una cuchara
Soy tu fan (Gaby Bex)
Series of dreams, Dylan

Ensayo general


Castaneda revisitado, Fabián Casas
Permanencia bajo el arce, Fabián Casas
Soriasis, Fabián Casas
Viaje al fin de la noche, Fabián Casas

Rita y Bertoni, Fabián Casas
Soriasis, Fabián Casas
Autopistas del sol,
Miguel U.
Las fuentes, Miguel U.
El vómito en la literatura, Miguel U.
Ensayo sobre las tetas, Pedro Mairal
Mesitas de café - Instalación, Adriana Battu
Te imitas la mar de bien, por Adriana Battu
Plan Fornicar, Adriana Battu
A este blog le quedan dos neuronas, Adriana Battu
Rubio reseña a Mermet

La esencia



El edificio, por Fabián Casas
El perro de los vecinos, Luis Chaves
Ricardo conoció a una morochaza, Ramón Paz
Nadie moja en la patria, por Miguel U
La mano, por Miguel U
Lourdes, Tatiana
Ezeiza, 1973
Todos somos Arjona, Rodolfo Edwards
Jubileo, Ariel Schettini
El heredero, Ariel Schettini
Ellos y yo, Loyds
Girondo leyendo Cansancio
Los amigos escriben buenos poemas
Cabrones hijos de puta, Neruda
Su sexo de pestañas…, Neruda