29 de septiembre de 2007

El día de los perros - Daniel Durand

No se ve nada; sólo las manos de Durand sosteniendo unos papeles mientras lee este poema inédito. Fue en el ciclo Es a propósito, en el CCPachamama.

Y acá hay otros tres de El estado y él se amaron (Mansalva):

Inquina se apila: "Muove los colores agua barro verde..."

Frozen cum: "El compositor nórdico tenía la verga re larga..."

Nueces mojadas en los pastizales: "...puntos luminosos entre los árboles..."

21 de septiembre de 2007

Acceso Oeste



p.mairal

Aprendiendo recién ahora a usar el movie maker de windows (una de esas teconologías que están a punto de caducar). Acá va un collage dinámico, o como quiera que se llame esto. Antes los hacía con fotos impresas en papel, pero era muy caro. Ahora no salgo de lo digital. Se ve poco, pero en la pantalla grande de la página de youtube se ve mejor. Iremos aprendiendo, mejorando lo que se pueda, poniéndonos insoportables con el movie maker. Se vienen tiempos audiovisuales para el Sr. de Abajo.

20 de septiembre de 2007

El lunes 24 de septiembre...

...estuvimos hablando sobre los caminos personales de la creación poética con Ivonne Bordelois. Ella dijo esto, y yo dije esto otro (gracias a Ana Prieto por grabar y tipear).

19 de septiembre de 2007

Recuerdos del poeta incómodo


por Fabián Casas
Fue una mañana calurosa en extremo –esas mañanas que preanuncian un día completo en el horno de Banchero– cuando sonó el teléfono y me dijeron que había muerto Joaquín Giannuzzi. Llamaba una periodista y quería que le dijera unas palabras sobre el poeta. En ese entonces yo solía levantarme muy tarde, casi al filo del mediodía y –después de un manguerazo en la ducha– salir para mi trabajo. La llamada llegó apenas un rato antes de eso, me encontró groggy y transpirado y después de que corté quedé peor aún. Se había muerto Joaquín. Decían que en Salta. También decían que lo iban a enterrar allí. Me senté frente a la biblioteca, en calzoncillos, y traté de pensar lo que me estaba pasando. Traté de ordenar las sensaciones, los recuerdos. Los días enteros leyendo y releyendo sus libros, las veces en que había estado con él. Su tono de voz. Siempre, de los seres queridos que se van, lo primero que me viene a la mente es su tono de voz. Y esa voz me repetía uno de sus últimos versos geniales, del poema "Cabeza Final", donde dice que "El obrero que respiró en su interior/ ávido de oxígeno y universo continuo/ dejó caer el martillo".

Como no pude asistir al entierro de Joaquín, tampoco pude cerrar el vínculo que nos había unido. En algún lugar recóndito de mi estado de ánimo, él seguía sentado frente al gran ventanal de su departamento, observando el inmenso jardín con la pasión de un entomólogo metafísico. Por eso no me sorprendió que varios meses después, caminando por el barrio de Once, me lo cruzara. Iba caminando despacio, con su campera beige. Apuré el paso y cuando estuve a la par, me di cuenta de que no era él, que era su doble. Recordé que los grandes poetas, si realmente lo son, cuando llegan al final de su vida logran el milagro alquímico de construir un doble. Cuya finalidad es recordarnos que ellos están ahí, dando vueltas en un universo paralelo que, cuando menos lo esperamos, puede irrumpir en nuestro mundo. Poco antes de morir, la editorial Emecé le había editado su obra completa, un libro monumental que hasta el día de hoy se sigue vendiendo de a poco pero con persistencia. Este libro tuvo la particularidad de poner de nuevo en carrera a varios libros de Giannuzzi que estaban agotadísimos. Ahora, ediciones del Dock acaba de publicar Un arte callado, un volumen que recopila sus poemas inéditos y agrega los que nunca antes fueron publicados en un libro. Leer estas poesías produce un efecto conmovedor. No es un rejunte del cajón de sastre de esos que se hacen arañando al vacío. Es un libro contundente en el que los poemas muestran los diferentes tonos que ha tenido Giannuzzi a lo largo de su vida. Desde que apareció casi sobre el final de la elegíaca generación del 40. Hay poemas de amor hiperlíricos, poemas sofisticados, poemas de saque y volea (clásicos de Joaquín) y versos especulativos. Y también están los poemas que intentan hacer un croquis de determinados personajes. Es como si después de haber escuchado un disco hermoso, pasara un largo silencio hasta que irrumpe un bonus track revelador. Es así, fue un gran poeta hasta el final, se dice uno con el libro en las manos.

Exactamente un individuo

¿Qué es un gran poeta? Podríamos pasarnos horas hablando en torno de lo que definiría de manera científica a uno de ellos. Y no llegaríamos nunca a un acuerdo. Prefiero parafrasear a Alberto Girri y decir que a un gran poeta no se lo define, se lo reconoce. Hay una escena capital en una película de Peter Brook basada en el libro de Gurdjief llamado Encuentros con Hombres Notables. En ella, un Gurdjief joven se cruza con un hombre que está sentado a una mesa, tomando café. Gurdieff se acerca movido por una extraña curiosidad y el hombre le dice, sin inmutarse: "¿Querés saber quién soy? ¿No reconocés a un maestro apenas lo ves? Gurdieff asiente: "sí, es usted un maestro", dice. Creo que uno no llega a reconocer a un maestro por la inteligencia, sino por la intuición, que es un sentido más definitivo. Encontrarse con un maestro produce felicidad. Yo la tuve cuando hurgando en una mesa de saldos di con Señales de una causa personal, libro de Giannuzzi de 1977. Primero sentí cierta incomodidad. Para ser un libro de poemas, era demasiado prosaico. Pero enseguida, como cuando uno se acostumbra a la voz de un cantante extravagante, me sentí cautivado. Este poema de ese libro me liquidó, se llama "Basuras al amanecer": "Esta madrugada/ en la calle/ dominado por una especie de /curiosidad sociológica/ hurgué con un palo en el mundo surrealista/de algunos tachos de basura./ Comprobé que las cosas no mueren sino que son asesinadas/ Vi ultrajados papeles, cáscaras de frutas, vidrios/ de color inédito, extraños y atormentados metales, / trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables/ que rechazó la vida/ me llamó la atención / el torso de una muñeca con una mancha oscura, / una especie de muerte en un campo rosado./ Parece que la cultura consiste/ en martirizar a fondo la materia y empujarla/ a lo largo de un instestino implacable./ Hasta consuela pensar que ni el mismo excremento/ puede ser obligado a abandonar el planeta". Señales de un causa personal es el libro central de J. O. Giannuzzi. Creo que ahí está en todo su esplendor. Y el poema que acabo de citar muestra la idiosincrasia de su poesía. Por lo general, arrancaba con una observación, enumeraba ciertos rasgos del objeto observado que era deglutido por adjetivos perfectos y, casi sobre el final, remataba con una conclusión inesperada. Si bien el tono del poema llevaba irremediablemente a una definición deceptiva, lo que finalmente decía, brillaba como un hallazgo: "ni el mismo excremento puede ser obligado a abandonar el planeta". Los comienzos de los poemas de Giannuzzi también eran increíbles: "Por alguna razón, al anochecer,/ mi corazón late como una ametralladora. El cardiólogo me ha dicho: /Controle su vida emocional". Los versos se dejaban imantar por la música de la especulación. Y la especulación de Giannuzzi seguía los pasos de Pascal: "Puesto que la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza".

Cuando el Diario de Poesía, en 1994, le dedicó un dossier consagratorio, D. G. Helder escribía en la nota introductoria: "El presente dossier sobre la obra poética de Joaquín Giannuzzi no pretende paliar la relativa indiferencia que manifiestan, con respecto a ella, la crítica universitaria, la crítica de los medios masivos y la crítica escrita en general". Este párrafo daba cuenta del estado de las cosas. A Giannuzzi, salvo un grupo reducido, no lo leía nadie. Y quizá, involuntariamente, haya sido el propio Giannuzzi el que provocó esto. No fue vanguardista, ni guerrillero heroico, no cayó en el chauvinismo ni en los golpes bajos ni fue un outsider drogadicto o borracho en la veta maldita de la poesía yanqui. No escribió poesía especulativa de autoayuda. No se le conocen escándalos. Fue un hombre, como decía Celine, "sin importancia colectiva, exactamente un individuo". Sus poemas reflejan la mediocridad dramática y a veces hilarante de nuestros días mortales: un trapo tirado en la cocina, un hombre que no sabe si hacerse el nudo de la corbata o ahorcarse, un insecto que cae en la mesa del poeta para fenecer. Y también espléndidas naturalezas muertas sobre las dalias que se inclinan en la tarde o el olor del café y las manzanas después de almorzar.

Poeta de clase media

James Joyce se ufanaba de que con sus libros se podría reconstruir en el futuro el Dublín de su época. Del mismo modo, los poemas de Giannuzzi podrían servirnos como un mapa mental de los terrores y ansiedades del hombre de clase media que habitó Buenos Aires durante buena parte del siglo XX. Una clase media que en nuestro país no tiene épica ni heroicidad, y por lo general es mezquina y salvaje. Se preocupa sólo por su bienestar y mientras sus ahorros estén a resguardo, que te garúe finito. Aunque puede decirse peronista o radical, en realidad está con todos los gobiernos que la dejen tranquila. Joaquín Giannuzzi decribiéndose de manera implacable, la describió como si diseccionara un insecto. Cuando le preguntaban su opinión sobre su poesía, decía: "Soy un poeta menor de todas las antologías, incluso de la mía". También agregaba: "Gelman y Leónidas Lamborghini son grandes poetas, yo hago lo que puedo". Le gustaba bromear: "¿Viniste a ver a tu viejo maestro moribundo?", decía, mientras abría la puerta de calle de su casa. Después rengueaba cuando te acompañaba hacia el ascensor. Uno lo notaba y le preguntaba: "¿Qué le pasa, Joaquín?". "Creo que me tienen que amputar la pierna", remataba. Y se ponía a recitar a Rimbaud: "Las mujeres cuidan a los feroces enfermos que regresan de los países cálidos". También recitaba a menudo el "Segundo Advenimiento", de Yeats. O fragmentos de los "Cuatro Cuartetos" de Eliot, a quien admiraba, junto con Eugenio Montale. Ya en su casa, te acercaba un café –lo estoy viendo– y se sentaba frente a vos, en un inmenso sillón que daba al ventanal y al jardín. Si todavía pudiéramos hablar, me gustaría decirle que los poetas más jóvenes buscan sus libros como se busca una revelación, que hace poco estuve en México y que vi, emocionado, cómo los escritores jóvenes y no tanto del D.F. vaciaban la góndola con los libros de su obra poética que se vendían en la librería Gandhi local. Que ayer agarré Un arte callado y abrí al azar en el poema que le pone título al libro y leí: "Nuestros pies perfeccionan/el arte de entrelazar los dedos./Unidas en la almohada/ nuestras cabezas apuestan/ a una boda perpetua./ Expatriados,/cerradas las puertas y las ventanas,/ abrazados al desnudo oponemos/ una ideología de lo callado/ a la manera en que marcha el mundo/ según la pantalla de la televisión".


foto: p.mairal


17 de septiembre de 2007

Revista Rigoleto - 3 textos


Al costado de la vía
acostaron un cartel
de NO AVANZAR,
en la ventanilla del tren
que pisa las monedas obsoletas
me seco la saliva que dejan
caer, como gotas en cascada,
(un dos) tres nenas
desde aquel puente negro, se ven
los hoyitos,
las curvas,
del CLUB
de Golf
(conforme
seguimos, a todo
se lo come el horizonte)
PRECAUCION
Paso a nivel
SI PARA SERÁ DEPORTado…
Ahí
veníamos seguido (a coger)
desde que apareció (en telediario)
la mujer abusada,
entre esos tamariscos
todavía sigue (me saluda)
la bolsa negra que anudamos.

Milton López

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No hay nada aquí:
solo unos días que se prestan a pasar
solo una tarde en que se puede respirar
un diminuto instante inmerso en el vivir.
Después mirar la realidad
y nada más; y nada más.

Silvio Rodríguez

Siempre que el Perro se cae, se muere. Y después compramos otro perro, que se vuelve a caer, se muere y después compramos de nuevo otro perro. Papá dice que mejor es comprar las rejas que faltan en el balcón, pero Mamá dice que para eso con esa plata compramos otro perro, y se ponen a gritar y a discutir, y papá siempre termina diciendo que después de todo es solo un perro más, y que no vale la pena armar tanto quilombo por un Perro de mierda. Y mamá agarra , sale con su auto, y me trae otro perro. Y yo me pongo a pensar qué nombre le puedo poner al perro mientras juego con el perro, pero enseguida el Perro va al balcón, se cae, y se muere. Así que yo le digo Perro, y nada más.

Gabriel Anderete


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Sentados en caminito, rodeados de colores no combinados, miramos un colectivo, lustrado y con sapitos, y reímos.-Qué capo ese colectivero.

Vos mirás tus pies y yo tus manos, que no son tan pequeñas y tienen sus dedos quemados por la insistencia del golpe sobre un bombo porteño.

Tu lucha. Tu pelo semilargo y joven. Tus dedos tapados con curitas. Tu pequeña mano. Tus ojos llenos de luces. Tu sonrisa que se niega a ser.

Y me contás, todo lo que haces y todo lo que es ese lugar donde vivís y La Boca en la que naciste. Puteas a Macri y me decís que me apure, porque a esa hora no podés andar conmigo, con una chica como yo, por ahí. Y tenés tanta razón. Y estás tan cansado de todas tus razones, y me señalás a alguien que duerme bajo la autopista y volvés a putear a Macri.

Caminamos y no soltás mi mano, ni siquiera cuando la meto en mi bolsillo. Empieza a hacer frío y subimos a un bondi que viste que tiene toda la onda. Metés esas monedas que no te sobran, porque tu papá es un empleadito, y me dejas elegir un asiento junto al tuyo. Y nos besamos y sabemos que la Buenos Aires es linda, y nos volvemos a besar y acomodo tu pelo semilargo, que tapa esos grandes rasgos en tu pequeña cara.

Nos despedimos y lo lamento. Me decís que me quede a vivir ahí. Me río. No contesto.
-Escribime
Pongo la tarjeta.
-Avisame si andás por acá
Cruzo el molinete.
Me pierdo entre la gente,
Te pierdo entre la gente,
Desaparecemos.
Adiós


Mariela Gouric
***

12 de septiembre de 2007

Acerca del grosor de lo humano

(reflexiones y puntos de vista en torno de “El Trabajo” de Aníbal Jarkowski)

Por Gustavo Ferreyra

Si uno se mueve en cierta dirección va adquiriendo un sesgo desde el cual el grosor de lo humano va decreciendo. Queda la lámina, la lámina que sólo puede habitar un mundo puramente visual. Un mundo para ver y un mundo que eventualmente puede mirarte. Las láminas parlantes de los medios, bellas y ejemplares en su ausencia de grosor.
¿Y si todo se va haciendo lámina? Si aun lo feo y lo desagradable y lo desvencijadamente triste se hace lámina? Estos interrogantes parecen subyacer en El Trabajo, la última novela de Jarkowski. Novela extraña si las hay porque justamente los personajes ya están resignados desde el vamos a ser láminas. Láminas en escenarios porque ya no hay más que escenarios en esta realidad bidimensional. Oficinas, dormitorios, la misma calle no son más que escenario para las láminas. Los cuerpos se han desvanecido y no queda más que su representación. Pero representando al cuerpo lo refutan. Y en tanto láminas los personajes se niegan a hablar. Todos sin excepción. No porque sean lacónicos ni porque guarden una sabiduría ancestral ni tampoco porque se resuelvan en el hacer, se niegan a hablar porque son láminas. Apenas si dicen frases de dos o tres palabras. No tienen fuerza para nada más.
Las láminas –entre ellas Diana, la protagonista- buscan trabajo. Son bien conscientes de ser láminas y están resignadas a ello. Diana encuentra trabajo como lámina. Vive como lámina, o sea no vive (en el sentido que no es un sujeto acabado) sino que transcurre por el espacio de una ciudad. El yo de la novela, un personaje, es el que debe registrar el acontecer de las láminas y su ser sujeto parece estar en otro tiempo, cuando era escritor. Existe otro tiempo en donde todos ellos pueden ser sujetos y no láminas pero no es el tiempo de la novela. Como si existiera un tiempo subterráneo, que corre por debajo de la novela. Un mundo de sujetos que hubo otrora, que corre por debajo y que eventualmente puede reaparecer en el futuro. Podemos sospechar incluso que cuando Diana va a convertirse en sujeto por la fuerza de los hechos, desaparece de escena y por lo tanto la novela termina.
Novela hipermoderna, cool, para nada elegante sin embargo (y que hasta podría confundirse con una novela erótica aunque no lo sea en absoluto) se mira, es decir, se lee, con la extrañeza que provocaría un tropel de feos y sucios irrumpiendo en el mundo de la moda. Novela realista, de un realismo tenue como la más tenue de las láminas, pareciera aspirar a su pesar a lo profético. Tal si, sin saber cómo, deslizándose el mundo en patines que ya no puede arrancarse de sus pies, llegara a la helada superficie de un espejo. Las chicas en el mundo (porque es más bien una novela de “chicas” que tienen que ganarse la vida) y el mundo en el frío espejo.
Jarkowski, que es el escritor detrás del escritor, sostiene el espejo para las chicas que se desnudan de ropa y al mismo tiempo de humanidad. Es sin duda paradójico que la desnudez y el cuerpo se hayan convertido en artificio, en pura imagen, en pábulo de lo inhumano, como si el cuerpo (al que, según Nietzsche debíamos aferrarnos) deshumanizara al hacer desaparecer al mismo tiempo al sujeto. La moda, la imagen, el cuerpo de las chicas, lo bello y su remedo, tal como en el burlesque (cuyo mundo articula la novela) el remedo de lo refinado se convierte en patético. Ya en las novelas anteriores, en Tres y en particular en Rojo Amor, Jarkowski había unido mundos diversos (Chanel y el proletariado, por ejemplo) y es en este trabajo de amalgama en donde su perspicacia de escritor revela las mejores sutilezas, los más paradójicos contrapuntos.
Sin las virulencias y la brillantez de Rojo Amor, más contenido también, tal vez más escéptico con respecto a la literatura, no menos talentoso, Jarkowski levantó su frío espejo para mostrarnos (deleuziano) que lo sexual y lo social son una misma y sola cosa.

Jueves


Yo quería una vida normal


Venías con tu día normal (o más o menos) y de pronto a la media hora todo se enrarece y estás paseando un perro y vos nunca tuviste perro, y estás yendo a devolver unas películas en un Blockbuster y vos no sos socio de ningún Blockbuster. ¿Qué pasó? ¿Qué hago siendo arrastrado por este perro enorme, esperando que deje su firma chorreante contra la pared de la esquina? ¿De quién es esta vida? ¿Quién alquiló "los heroes no deben llorar" o algo así? ¿Adónde estoy? ¿Cómo sigue esto?

Anoche Incardona se enfervorizó tras la pelota en la vanguardia del Open Gallo y se desgarró, se autotacleó, se desplomó. Ahora, de 13 a 14:30 hay que ser Incardona sano por un rato. Pero el tipo no te cede su parla con las mujeres, su facha, su chamuyo. No. Te da su perro con correa y unos videos para devolver que si no Ayax me mea todo el depto y en el Blockbuster me cobran un día más.

p.mairal

11 de septiembre de 2007

Enroque

por Pedro Mairal
Hice dos intentos por mandar textos a la antología Buenos Aires - Escala 1:1 que acaba de salir. Los dos salieron mal. El primero era sobre un pasea perros en Plaza Las Heras que se tenía que quedar con un caniche horrible porque al llevarlo de vuelta descubría que la dueña viejita se había muerto (pero qué sé yo de pasear perros?). El otro era una especie de autobiografìa a toda velocidad mostrando -como un via crucis- las esquinas de mis humillaciones a lo largo de la avenida Las Heras. Este tampoco lo mandé. No me convencía. A los dos textos tendría que reescribirles o tacharles partes.
Recién ahora me doy cuenta de que quizá podría haber mandado esto que copio más abajo, sobre las idas a Constitución con Cucurto, y haber hecho ese enroque: Cucurto en Barrio Norte y yo en Constitución. Pero bueno. Como le dijo el Bambino Veira al conserje del hotel de Río que le advirtió que la chica con la que quería subir a la habitación era un travesti: "¡Tarrrde, querido!".


CONSTITUCIÓN

Una noche, hace varios años, Cucurto me quiso hacer un tour guiado por Constitución. Pasé a buscarlo por Honduras y Bulnes, y después nos tomamos el 168. Era invierno y hacía un frío horrible. Estábamos los dos con gorro de lana, hablando de cualquier cosa mientras el colectivo cruzaba Once y después Congreso. Cada vez que subía una chica linda, el diálogo se interrumpía por unos segundos. [SIGUE ACÁ]

10 de septiembre de 2007

Mi madre era un dispositivo

“Mientras el padre y los niños juegan al Metrópolis, la madre rasguea, con trabajosa exactitud, una canción de Violeta Parra. Mi madre, piensa Julián, cantaba canciones de izquierda como si fueran canciones de derecha. Mi madre cantaba canciones que no le correspondía cantar. Se echaba en el sillón, por la noche, para entretenerse, para soñar con un dolor verdadero. Mi madre era un dispositivo que convertía las canciones de izquierda en canciones de derecha. Mi madre cantaba, a cara descubierta, las mismas canciones con que otras mujeres, vestidas de negro, velaban a sus muertos”.

(de La vida privada de los árboles, de Alejandro Zambra, Anagrama, 2007).
Acá una reseña que hice sobre esta novela.

8 de septiembre de 2007

El hombre de overol siempre sabe all

El arbolito de enfrente (un duraznero?) floreció, el frío se fue, ya se puede estar sentado en la compu con la ventana abierta, y Vox acaba de sacar El hombre de overol y otros poemas, de Fabián Casas, que viene en una cajita con dibujos de Martín Legón.
"[...]

Mañana cuando estés sola, pensá en mí.
Boca abajo en la cama, rezando
en la iglesia negra, pensá en mí.
Reclinada a presión,
entre dos asientos incómodos
cruzando el océano a la velocidad del sonido,
pensá en mí. La última imagen antes de dormir
que sea para mí.

Duro de reparar, años de uso.
El hombre de overol
mueve sus herramientas
hundido en el foso del taller mecánico.
No hay caso, dice, el poema no arranca,
el matrimonio no arranca,
el día no arranca."

(fragmento de Están construyendo un edificio)


5 de septiembre de 2007

Utopía de un hombre que está cansado

Viajemos en subte a China

por Ignacio Molina

Partamos en dos la tierra
viajemos en subte a China
y con la plata que nos sobre
levantemos una casa de madera
en las afueras de Luis Guillón.

Hagamos una pira en el fondo
veamos arder la biblioteca
todos los papeles que nos permitan
volver a recordar quiénes somos.... [sigue acá]

El tiempo no para


jueves 6 de septiembre

Invitados a leer Natalia Moret y Pedro Mairal
en la presentación de la revista Los Asesinos Tímidos Nº9
En El Gato Negro (Corrientes al 1669) a las 20:15

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viernes 7 de septiembre

iROJO Editores invitan a la presentación de los libros Ganadores de la Convocatoria Anual en Narrativa y Poesía:
"Arqueológicas/ Memorias de (in)sepult(ados) origenes" de Daniel Cortés -Narrativa
"La tierra plana" de Horacio Beascochea - Neuquén -Narrativa
"Escenas de un verano inquietante" de Elizabeth Lerner -Narrativa
"La campeona de nado" de Clara Muschietti - Poesía
Viernes 7 de setiembre, 19.00hs en la Sala Augusto Cortázar de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.
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lunes 10 de septiembre