26 de mayo de 2010

Pasión de multitudes

Pedro Mairal
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Cómo escorchan con la emoción futbolística, la pasión, el pathos de la redonda. Se abrió la temporada de pathos. Soy un amargo: en los mundiales no comparto esa emoción colectiva, la pasión de multitudes, miro los partidos nervioso y de reojo, la paso mal solo, me alegro de los triunfos en silencio, secretamente. Sobre todo ahora que la fiebre albiceleste es tan empresarial, ahora que tantas empresas te auspician la emoción. No sé por qué el festejo colectivo siempre me dio un poco de vergüenza ajena, saltando en la multitud siempre me sentí un infiltrado. Además de amargo, melancólico. Pero empieza la justa deportiva sin igual, el Diego y sus once apóstoles, la publicidad exasperante de hinchas multirraciales, la multitud de extras actuando la emoción con lluvia de papelitos y banderas y plasmas de cincuenta cuotas.
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Nos van a taladrar con el amor global, la unión de los pueblos y las etnias y los continentes, el fútbol como Esperanto, como idioma en común con el que todos podemos entendernos; el africanito, el japonesito, el europeíto, el latinoamericanito, los colores unidos de Benetton, todos abrazados en la tarjeta de crédito. Hasta el ruido del clamor de las hinchadas, la efervescencia popular, se vuelve efervescencia de gaseosa, en el mezclado final del sonido del comercial. La publicidad no imita al hincha, el hincha imita la publicidad, al menos en los mundiales. El hincha mundialista se comporta como lo predisponen las grandes marcas, copia conductas, intenta alcanzar el éxtasis del máximo disfrute deportivo que propone la tele.
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Me gustaría ver los partidos editados, sin sponsors oficiales ocupando el setenta porciento de la pantalla, sin primeros planos de Maradona parado al borde de la cancha como una bomba de tiempo a punto de explotar, sin victorhugomoralismos, sin araujismos, ni fantinismos, ni marianoclossismos. Pero no se puede. Están todos los intermediarios, y además el fútbol no es la cancha, la pelota y los jugadores, sino el medio: las cámaras, los carteles, el debate, el replay con siete logos... La pelota no se mancha, pero se esponsorea.
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(Perfil, 22 de mayo de 2010)