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Pedro Mairal
Tengo un día en Berlín antes de volver. La hipertrofia vincular de la Feria del Libro de Frankfurt me quemó la simpatía, la capacidad de sonreír, de interesarme por el prójimo literato, el prójimo editor, el prójimo periodista. Me subí al tren y ya no hablé con nadie más y llegué mudo a Berlín, y analfabeto, porque no puedo ni pronunciar el nombre de la calle donde estoy parando, ni preguntar por estaciones de subte, ni pedir la comida sin señalar con el dedo la foto del menú. Es mentira que todos los alemanes hablan inglés, al menos no conmigo. Ya caminé la ciudad, vi la arquitectura de la reunificación, crucé el río Spree y el Havel y los canales, pasé por la puerta de Brandenburgo, ya me embebí con el peso de nuestra cultura occidental que de vez en cuando termina haciendo eclosión en guerras mundiales. Hoy renuncio al Potsdamer Platz y al Alexanderplatz y a los museos y pinacotecas y a Nefertiti y a la historia de la humanidad, pido disculpas, soy una bestia, y por eso mismo quizá en un impulso de rechazo por lo humano entro en el zoológico. Me quedo largo rato ante las jaulas de los monos. Qué alivio no entender lo que dicen las familias este sábado, ni captarles sus matices. Son primates albinos frente a los primates encerrados. Una chica pelirroja se acerca al vidrio donde está el macho orangután. Los dos con el mismo tono de pelo. Los niños se cuelgan de las barandas, se balancean, los monos también. Una vieja muy pintarrajeada le hace muecas al gorila, le saca la lengua de manera bastante obscena. El gorila ensimismado escupe el vidrio y lo lame recuperando su escupida, varias veces. Un chimpancé deambula con una bolsa sobre la cabeza, una nena arrastra un suéter. Me pongo a sacar fotos, no tanto de los monos, sino de los humanos frente a los monos, de la continuidad entre ambos. Alguna gente se pone incómoda cuando se da cuenta de que está dentro de mi encuadre. Voy al acuario y miro las medusas, como latidos de gelatina, el puro corazón latiendo hacia adelante. Me pregunto si no somos eso al fin y al cabo, corazones que laten hacia adelante. Ya hace quince días que estoy de viaje y lo extraño a mi hijo.
Perfil, 16 de octubre de 2010
*El mote de El mudo de Berlín lo inventó Fabián El Bautista Casas.
Va un video de ese día. Dura 5 minutos.