Pedro Mairal
Durante once años trabajé dando cursos de redacción para abogados, intentando que escribieran de manera más simple. Lo que me decidió a renunciar fue una carta de amor. Un abogado la escribió para una colega y me pidió que la corrigiera porque le sonaba demasiado jurídica. La carta decía así: Mediante la presente, el Dr. Leopoldo Justo (en adelante “yo”) me dirijo a la Dra. Beatriz Galíndez (en adelante “Bichi”) en mi carácter de aspirante a su impulsor de la sangre (en adelante “corazón”) a los efectos de proceder a informarle acerca de mis intenciones para con su persona física y espiritual porcentualmente. Bichi, Ud. y yo (en adelante denominados conjuntamente “nosotros”) podríamos ser tan felices. A modo ejemplificativo, solicito se arrogue Ud. la autorización de imaginar el sano esparcimiento junto a mi persona jurídica entre nuestros bienes muebles y nuestros bienes inmuebles, esto sin perjuicio de la generalidad de lo dispuesto anteriormente y poniendo a su disposición las llaves que permitan el acceso a la felicidad de tales inmuebles y correspondientes resguardos. A mayor abundamiento, Bichi, expreso que en ocasiones temo su recusación, pero si Ud. en los términos y condiciones pactados me suministrara apenas un intercambio de movimientos labiales (en adelante “besos”), se cumpliría así el requisito del consentimiento conyugal establecido en el art. 1277 del Código Civil, quedando así evidenciado que resulta improcedente el temor antes mencionado. De todos modos, conforme a lo originariamente convenido, si Ud. así no lo deseara y me lo manifestara tal como lo hiciere el día próximo pasado, mediante la sonora aplicación de sus dedos sobre mi maxilar izquierdo (en adelante “cachetazo”), tendré por irrevocablemente asumida su negativa. Atento a lo antedicho y luego de analizar profundamente las posibilidades que yo tuviere para establecer el acercamiento ilusionado, he decidido comunicarme con su persona mediante la presente para que Ud. decida, una vez evaluada la situación, las medidas cautelares a tomar respecto de mi apasionada iniciativa. Espero que dichas medidas disminuyan considerablemente el riesgo de algún tipo de impugnación y/u objeción ulterior por su parte. Por los argumentos expuestos y a los efectos de que mis sentimientos no fueren desinterpretados, el abajo firmante se despide con la esperanza de que no se prorrogue la implementación de un acuerdo definitivo entre ambas partes. Bichi, sin otro particular la saludo atentamente y, conforme lo ya acordado, le adjunto mi corazón.
Perfil, 23 de abril de 2011