18 de abril de 2007

ESTÁN QUEMANDO

César Mermet


Están quemando,
en los pequeños patios
y detrás de las tapias opulentas
y más allá del parque, hacia los campos, arde.
Están quemando.
El verano caduco
están quemando.

Caminemos, ven, caminemos por esta grave fiesta,
mientras queman amémonos, callemos,
escuchando al destino argüir en las fogatas.

Están quemando.
Es que declaran muerto al gran verano,
es que toda la gala del año consumieron.
Están quemando.
Entre ardientes acequias de corriente llama,
entre el sordo sonido de la temprana quema
pasemos a los parques, caminemos arriba,
entre la luz dorada de los álamos lentos.
Abajo están quemando,
Entre rondas de sueters, las risas atardecen.

Están quemando.
Pasemos por el humo,
herrumbremos de arcaico olor esta amistad de otoño,
atravesemos la nostalgia fastuosa del humo;
las extensas exequias del estío
están quemando.
Crucemos por la gala fracasada del tiempo,
están quemando,
caminemos, inexorablemente escoltados de llamas.

No queman más que el verde consumado,
no más que la belleza que cumplió su estío,
a la estación que entrega su verdad usada
están quemando.

Tu suéter tiene olor tardío,
pasemos por el humo, que se enrede en tu pelo
con la tristeza en briznas del otoño.
Crucemos las pacíficas banderas del humo,
atravesemos los solemnes arcos, la sencillez del humo.
Están quemando.

¿Se dirá que es tristeza este ademán del aire
que inmensamente eclipsa azul la tarde,
que tanto huele a madurez cumplida,
que tan serenamente nos comprende?
Están quemando.

¿Dirás que es de tristeza esta espesura aérea,
este espesor en calma,
la despaciosa densidad humosa, su ambulante sombra,
la esperanza sorda que la tarde difunde?
Están quemando.

Mira arder los veranos abundantes,
la acumulada gloria del gran año,
el oro vegetal en láminas sonoras
en la azulada altura de las alamedas,
cayendo a las hogueras.
Mira quemar al tiempo sus productos,
mira arder al festejo,
las ceremonias tácitas que unánimes vecindades celebran
el mismo día y en el mismo instante
por idénticas órdenes de ritual y de juego.

La dulcísima tarde están quemando.
El año culminante están quemando.
Las hojas leves que alumbraron los días
están quemando.

Respira el humo vivo, amiga,
aspira este incisivo olor amante y acre
de muerte vegetal resucitando,
ave de humo de doliente esperanza.
Inhala este color oscuro, bienoliente a mañana,
esta ácida calidad futura, nutrida de pasado sin embargo;
esta índole tenue que vivifica el alma,
hecha de polvo de nervatura muerta sin embargo;
liviandad de pedúnculos caídos, sin embargo,
un prolijo, crujiente contorno dentado
que sin embargo el fuego muerde, muerde y devora.

Nos respira el humo,
nos aspira la vida, nos envuelve,
quiere sentir qué olor a pasajero amor
ofrece nuestra carne.
El humo dice:
-Ellos están quemando.
Salgamos a sentir
el dulce olor a vida de estas pesadas llamas.
Dispendiosos amantes,
su insensato estío están quemando.

El ancho cielo de esta hora dice:
-Abajo están quemando.



1950


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