9 de agosto de 2006

Jubileo



por Ariel Schettini

Ese hombre que llega a la terraza agarrado de los pelos
por los de arriba
mientras rasca las paredes:
¿quiere subir para estar con sus compañeros
o quiere bajar para escapar de los enemigos?
¿Llegó en camión apretado
al ritmo de los cánticos
o es el empleado del aeropuerto que pone orden?
¿Lo ayudan a imitar al Hombre Araña o lo torturan en público?
¿Es un emblema de la violencia en blanco y negro
y, por lo tanto, no importa?

Después, cuando el mono que lo agarraba de los pelos
muestra una ametralladora como pesas:
¿quiere decir que ya lo mató,
que extinguió el arma de la amenaza,
que ya están armados del todo
o que una ametralladora no es, finalmente, tan pesada?
Al que llegó al palco y quedó atrás de la escena:
¿lo curan, lo sofocan o lo sometieron a juicio sumarísimo?
Alguno de los dos era:
¿la policía, el terrorista, el comité de bienvenida?
Las posibilidades de que haya vida en el Estado son:
A: ¿Remotas?
B: ¿Inútiles?
C: ¿?

(Después miramos otro canal
con una selva en ruinas.
Y el ébano insensible con el que se hacen muebles,
el desplome en el piso y el claro
del que escapan bestias a la venta
por traficantes latinoamericanos
en el mercado negro.
Manaos, una ópera, dos ríos.
Pero a nosotros no nos tocaron los beneficios:
ni la mesa, ni las plumas, ni la piel,
ni la cabeza embalsamada de la bestia en la pared,
ni la cita para La Bohème.

Solamente la culpa.)

De La guerra civil, Edit. Norma, 2000

1 comentario:

Anónimo dijo...

gran poema