Por Miguel U.
Estoy harto de mi trabajo. No quiero ir más. A veces me imagino que me suicido ahí, que viene mi jefe y me cita en su oficina para decirme que mi rendimiento está dejando mucho que desear, bla, bla, y yo me suicido. Pero me suicido sólo para ellos. Después yo sigo mi camino. Los miro agolparse alrededor de mi cuerpo tirado entre los escritorios, y me voy, dejo ese cuerpo de señuelo (el cuerpo que odio, el de corbata), llamo el ascensor, y me voy caminando por Reconquista, desempleado y arremangado, las manos en los bolsillos, y me meto en librerías, hablo un rato con la morocha de rulos que trabaja en El Ateneo, la hago reír, le digo que un día de estos la voy a invitar a comer comida árabe en un restorán de Palermo y me dice “me encantaría” y me doy cuenta de que no tengo un mango porque me quedé sin trabajo, entonces corro para atrás, para atrás, chocándome con la gente porque no veo nada, por florida, lavalle, reconquista, tomo el ascensor, vuelvo al cuerpo, no me puedo quedar sin trabajo, no puedo, reacomodo el cogote a la corbata, estoy bien estoy bien, fue solo un desmayo, sentate despacio, te bajó la presión, tomate un par de días, me los tomo, vuelvo, me pagan, y tengo billetes de cien para invitar a la morocha que por supuesto no existe, no está, no sabe, no contesta.
5 comentarios:
Muy bueno! El ritmo, la consición, la economía de puntos finales. ¡Casi todo el relato es una única oración!
Se me ocurrió un final alternativo:
"y me dice "me encantaría" y me doy cuenta de que no tengo un mango porque me quedé sin trabajo, entonces se lo cuento, y me dice "no sufras, bebé, yo invito".
Jajajajaja! Eso sí que es literatura fantástica!!
Beso!
uau.
genial
jajaa
q xistoso
solo vagaba por aka
saludos from chile !
JA! Qué bueno! Me sacaste una sonrisa!
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