18 de marzo de 2008

Very Important Loser





por Fabián Casas






La poesía de Charles Bukowski da pelea para no convertirse en un lugar común. Ahí están los miles de poemas que escribió casi sin preocupaciones formales, con pequeños estiletazos líricos que hacen que algunas de sus imágenes queden flotando en la mente y en el corazón de sus lectores. Pienso, por ejemplo, en el poema "Mellizos", donde termina en los últimos versos poniéndose el traje de su padre muerto. Un poema que lo muestra mucho más conciliador y tierno con su padre que en la feroz descripción que va a tener de éste en sus relatos posteriores.

Tal vez sin proponérselo programáticamente, Bukowski exportó el lado oscuro del sueño americano. De la noche a la mañana, leyendo sus novelas, muchos escritores del mundo -y músicos y lo que sea- se convirtieron en malditos. Su retórica también llegó al cine encarnada en Mike Rouke a través de la película Barfly. En argentina, su influencia se metabolizó positivamente en el que quizá sea el mejor trabajo de Fito Páez: Ciudad de Pobres Corazones.Y en los relatos de Enrique Symns que por ese entonces dirigía la gran Cerdos y Peces.

De pronto, con la explosión anagramática de los relatos del viejo indecente, muchos querían dejar de ser VIP para convertirse en VIL: Very Important Loser. Pero no todo es cotillón ni papel picado. Más allá de su pose antiintelectual, de peleador callejero y de bebedor y jugador compulsivo, late un corazón de escritor. De buen lector. Detrás de los libros de Hank -como lo llamaban sus amigos- están las voces poderosas de Lois Ferdinand Celine, Henry Miller, Hemingway y John Fante. Al lado de todos ellos, Charles Bukowski es un escritor menor. Sin que este adjetivo se vuelva peyorativo. De hecho, si repetimos la palabra menor varias veces, empieza a surgir la palabra Enorme. En realidad, todos los hombres son mortales, todos los escritores son menores. La larga saga que cuenta su vida: Cartero -para muchos su mejor libro-, Factotum , Mujeres y La Senda del Perdedor, son lo mejor de una cosecha añeja. La poesía de Bukowski, esa canción que pasan por la radio en las tardes melancólicas de domingo, está en estos relatos.

(publicado en Cultura, Perfil, domingo 16 de marzo de 2008)

[LEER EL POEMA "MELLIZOS"]

11 comentarios:

Mariano Cúparo Ortiz dijo...

No puedo evitar que Factotum y Mujeres me parezcan las dos novelas más chotas de Bukowski (de las que se pueden leer en Argentina). A todo el mundo les gustó, pero a mí no.

Pulp me parece diez veces mejor (junto con los mencionados La senda del perdedor, claro, y Cartero).

Muy bueno el artículo, igual. Por todo lo demás

Andrea Marra dijo...

es la una de la mañana y me da bronca que todas las librerías estén cerradas. quiero sus libros.
Gracias por poner el poema

Estrella dijo...

Hay otro peoma (no lo encuentro aahora, por más que recorro mi bilioteca una y otra vez) que muestra justamente lo que vos señalas. Describe una escena, en un bar; de lo que se dicen y no se dice una pareja sentada en una de las mesas.
La Senda del Perdedor, lo que más me gustó. También disfruté de su biografía.

Caminante dijo...

Los pocos diferentes
son eliminados bastante rápido
por la policía, por sus madres, sus
hermanos, y otros
por sí mismos.

Es un fragmento de Nota sobre la construcciòn de las masas.

Gracias Hank

Charlotte dijo...

Justo anoche alguien decía algo de esta nota y pensé. Uf, ahora me voy a tener que poner a buscarla.

Pedro Kuy dijo...

Muy buen artículo. Me gusta mucho cómo escribe Casas.

tony wilson dijo...

Wedding Planner S.A.



Empecé robando cotillón. Corría el año 1998 y los casamientos abundaban. Recibía todo tipo de invitaciones para asistir a las bodas más glamorosas y extravagantes. Fiestas en el Palacio Saint Susy de Victorica, en el country Santa Barba, en Pacheco, al Thatchersalt en Salermo, Trinity Bitches en el Tigre entre tantas sofisticadas locaciones. El compromiso para asistir y la lista de regalos eran siempre un dolor de huevos. Nunca fui una persona muy sociable que digamos. Pero pareciera ser que mi desprecio despertaba en los demás un incómodo aprecio hacia mi. Mi inestabilidad y falta de vocación me había llevado por varios colegios en mi infancia, por varias universidades en la adolescencia y por muchísimos trabajos en mi adultez. Así conocí a infinidad de personas. Sin habérmelo propuesto mi lista de contactos se había hecho infinita. Todo el mundo sabía quien era. Pareciera que todos veían en mi a un personaje interesante, un rara avis, un personaje que hacía juego con el decorado. Pero en el fondo odiaba todo tipo de evento o convención social. No soportaba los grupos, detestaba las fiestas y más que nada detestaba los casamientos. Creo que fue como mecanismo de auto defensa pero con el tiempo comencé a creer que algún día no sólo lograría amortizar los gastos, sino que además amasaría una fortuna gracias a las bodas.

Me gustaba ser impuntual pero al revés, siempre llegaba un ratito antes. Evitaba la tediosa ceremonia en la iglesia y me dirigía directamente al lugar de los hechos que realmente me importaban, el salón de fiesta, el vino, los escotes y la gran celebración.

Antes de entrar tenía la extraña costumbre de leer unos cuantos poemas del etílico Bukowski, no sé bien porque pero eso me inspiraba siempre a pasar una buena noche.



Conocí a un genio

conocí a un genio en el tren
hoy
como de 6 años de edad
se sentó a mi lado
y mientras el tren
avanzaba a lo largo de la costa
llegamos hasta el océano
entonces él me miró
y dijo,
no es hermoso.
fue la primera vez que me
percaté
de ello.
.- Carlos Bukowski


Cócteles, delicatesens, ponche, elegancia, sonrisas Kolinos, buenos modales, falseterías, miradas paranoicas, ansiedades, celos, envidia, elegancia, colmillos afilados, y toda suerte de azares que pronto nos llevarían hasta una mesa. Con quienes compartiría la cena, eso era siempre una lotería. Yo raramente tenía suerte. Nunca conocía a nadie y todos debíamos aparentar una diplomática cordialidad. Y llegaban los campeones aliados, con el tema elegido, algún tema de Eros Ramazzotti, Cristian Castro, Bono and Pavarotti, Ros Stugart, The final Countdown de Europe, el rompe tímpanos y cristales I will always love you de Whitney Houston, o cualquier tema que identificase los sueños e ilusiones de la pareja homenajeada. Llegaba el video, las fotos, y los recuerdos, donde yo siempre era olvidado. Luego un primer plato, unas pastas, una pasta pasta grandota, un raviol artístico, un baile, unos clasiquitos del rock and roll donde todos mostrarían sus estúpidas dotes aprendidas en la adolescencia, twist and shout sacudiendo las caderas como patos sin patas. Y luego otro plato, carne, un lomaso acompañado de papas y otra rueda de baile con salsa donde ahí sí todos demostraían sus coreografías de clases mal tomadas en algún taller de countryclub. La vuelta a las mesas, más video, más fotos, y el vals que nadie sabrá bailar. Y luego por fin el postre, la torta y el momento más esperado: La fiesta Carioca y su cotillón de vanidades.

Disimulada y estratégicamente ubicaba la bolsa o el armario donde se guardaba los artículos mas preciados. Yo era el rey carioca y nadie se atrevería a quitarme nada. Iba por todo, con los codos bien altos como quien espera un centro de corner llegaba al area dispuesto a apropiarme de todo. Mi mesa rebalsaba en cotillón: El gorro de bruja flúo, galera de terciopelo safari, sombrero arlequín con antifaz, Máscara del elefante con gran trompa, galerón psicodelico flúo, el gorro banana de goma espuma, peluca elvis, marilyn, afro, rastafari, ruleros, peluca multicolor, sombrero mejicano, sombrero faraón de lujo, turbante tiara de flúo, mascaras caratontas con narizotas, anteojos culo de botella y bigotes exagerados, maracas, maracas con forma de lata de cerveza, de pancho, de yogur, cornetas, moños de tela, porras de plástico, collares luminosos, anguilas electricas, garrotes prehistoricos y bates de basebol de goma, alitas de angel, cuernos de diablo. Los invitados generalmente se quedaban sin nada, el cotillón era todo para mi.

Así monté mi primer negocio independiente. La cantidad de cotillón que recolecté en esos tiempos me alcanzó para abastecer a varios organizadores de bodas.

Pero fui por más y con tiempo comencé a dedicarme al planeamiento y organización de bodas y cada vez más bodas de la alta sociedad. Me convertí en un creador de momentos. Del tren, subte y la calle conseguía a los más miserables y talentosos músicos, los disfrafazaba contratándolos para musicalizar las jornadas. El discjockey era siempre la estrella, mi amigo dj Milton de Maluco Beleza. Viejos amigos de mi paso por la gastronomía me daban una mano con la comida, pan y paté mentirosamente decorado, kanikama refrescado con agua salada, caviar vencido (nadie notaba la diferencia) y el aclohol, bueno el alcohol era bueno, buenos vinos, rica cerveza, champagne francés, y whisky importado. Un buen equipo de fotógrafos y yo mismo me encargaba del armado y la edición del videito.

El video. Ahí estaba mi verdadero negocio. Semanas antes de la boda seguía detectivescamente a la pareja en cuestión filmándola y pescándola infraganti

Con ex novios o amantes ocacionales. Todos siempre tenían una historia paralela que ocultar y despedir y si no la tenían yo mismo la creaba, pues me había convertido en el más hábil y canalla creador de momentos.

Un día antes, me las ingeniaba para hacerle llegar una nota a los novios por separado en donde anonimamente, les exigía una suma importante de plata, si no querían que en algún momento de la fiesta sus condenables aventuras e infidelidades fueran exhibidas en el proyector para la indignación, estupor y regocigo de la conservadora platea y para el enfurecimiento de su cónyuge.

El dinero que levantaba por boda era importante.

Era el mejor en lo que hacía y cada vez mas gente me contrataba.



Un día tuve la revelación, ya entrado el año 2000, sentí una nueva ola venir y me creí preparado para surfearla. Me di cuenta que lo tenía montado, tenía algo grande, tenía entre manos un negocio redondo y no de ricota, un negocio redondo y de agridulces canapés. Un negocio de odios y rencores. Porque el odio y el rencor también merecen festejarse.

Hoy me dedico a organizar fiestas de divorciados. No me va nada mal.

Andrea Marra dijo...

Muy buena la traducción, Mairal.

Rodrigo Bastidas dijo...

Bukowski me encanta... pero ninguno de suis primeros libros de prosa, ni sus poesías, sino un librillo corto del que nadie habla (¿porqué será?)y que finaliza la ruta del perdedor como quien ercuta más fuerte antes de caer muerto sobre un sillón. ese libro es "El marinero salió a comer y los marineros se toaron el barco"... ¿¿¿POrqué nadie habla deese libro??????... lo mejor de un Bukowski de 80 años antes de morir.
(pd: las imágenes de Robert crumb que acompañan la versión de ed. quinteto, sol de lo mejor)

tony wilson dijo...

Andrea sos realmente hermosa

Obelix dijo...

Willies, a mí me encanta este:

UN POEMA PARA DIENTE VIEJO Y TORCIDO


Conozco una mujer
que no para de comprar
rompecabezas chinos
de madera, de metal.
Piezas que al final
encajan en un cierto orden.
Lo hace con precisión matemática
resuelve todos sus rompecabezas.
Vive junto al mar
pone azúcar en el jardín para las hormigas
y sobre todo cree
en un mundo mejor.
Tiene el pelo blanco
rara vez lo peina
sus dientes están torcidos
y usa enteritos amplios
sobre un cuerpo que la mayoría
de las mujeres quisiera tener.
Durante muchos años me irritaron
lo que yo consideraba
excentricidades suyas,
como poner cáscaras de huevo en remojo
(Para aportarle calcio a las plantas)
Pero al final cuando pienso en su vida
y la comparo con otras vidas
que parecen más interesantes, originales
y bellas
comprendo que ella hirió menos gente
que cualquiera que yo conozca
(y con herir quiero decir, nada más que herir).
Ella ha pasado épocas terribles
épocas en las que tal vez yo podría
haberla ayudado más
porque ella es la madre de mi única
hija
y una vez fuimos grandes amantes
pero ella ha superado todo eso
como dije
hirió menos gente que cualquiera
que yo conozca,
y si lo mirás de ese modo,
bueno,
ella ha creado un mundo mejor,
ella ganó.

Fránces, este poema
es para vos