11 de noviembre de 2007

No al cierre de Ciudad Abierta

por Pedro Mairal
Es un error que los gobiernos entrantes derriben todo lo que hizo el gobierno anterior. Injustamente caen en la volteada las cosas que están bien hechas. El canal Ciudad Abierta sorprendió desde el principio con una estética audiovisual nueva, con programas interesantes y un enfoque distinto a los canales de aire. Personalmente me gustan sobre todo los programas de entrevistas de María Moreno y Marina Mariasch. Me acuerdo del poeta Arturo Carrera hablando a la sombra de los árboles, o del pintor Daniel Santoro hablando del arte chino. También me quedo mirando las clases filmadas de la UBA; Daniel Link hablando de literatura del siglo XX, y otro profesor que hablaba de la gauchesca, del momento en que Martín Fierro rompe la guitarra.
Dan ganas de romper la guitarra. Supongo que cada gobierno llega con una idea distinta de qué es la cultura, y entonces el gobierno de Macri considerará que Ciudad Abierta no coincide con su proyecto cultural.
Estuve en Bogotá antes del 2000. Era una ciudad paranoica, violenta, de puertas cerradas. Ahora, en el 2007 volví y encontré una ciudad con eventos públicos, nuevas escuelas, bibliotecas, eventos culturales de promoción de la lectura. Una Bogotá que se abrió, que recuperó las actividades en los espacios públicos. Yo me preguntaba cómo lograron eso en un país que vive en guerra, y un amigo colombiano me explicó que fue gracias a una sucesión de buenas alcaldías, es decir, buenos gobiernos de la ciudad, que le dieron continuidad a los proyectos culturales.
El canal Ciudad Abierta no es un invento para meter a los amigos del gobierno de turno, como dijo Macri a la prensa. El canal Ciudad Abierta es una herramienta de difusión de la cultura que se genera en Buenos Aires. Ojalá el gobierno entrante pueda ver la utilidad que tiene. Espero que se den cuenta de que el gobierno de Cristina los va a ningunear por canal 7 durante toda su gestión y no van a tener dónde mostrar lo que hacen. Espero que usen Ciudad Abierta. Si quieren, que le cambien la cara, el logo, que lo pasen del naranja al amarillo, pero ojalá usen el canal para dar a conocer las actividades culturales que desarrollen, que espero que sean muchas y ayuden a abrir más la cultura en la ciudad de Buenos Aires.
Para que se entienda: cerrar Ciudad Abierta sería hacer un paso atrás, como tapar con tierra los túneles que se hicieron para ampliar la red de subterráneos.
***

10 de noviembre de 2007

Artículo sobre la novela de Damián Ríos "Habrá que poner la luz"


"Ríos elude toda impostación, todo impacto; quiere ser sincero, creíble, honesto, ser él mismo quien habla. Es el más cotidiano de todos los autores, y esto es posible porque Ríos mismo es esencialmente un lector, lo que significa que su relación con el horizonte de expectativas del lector es natural, clara, que no pretende impresionar por el lado de la exageración, que no considera que haya que violar nada; semejante tranquilidad es de apreciar en un momento en que algunos nuevos narradores hacen del bullicio un salvoconducto o una justificación".
(de Violeta Kesselman y Ana Mazzoni en revista Planta, "Damián Ríos: aprender, leer, escribir")
Y acá el texto completo de "Habrá que poner la luz" (muy recomendable; es una novela corta que se lee en una o dos horas).

8 de noviembre de 2007

Terranova y las antologías

(Texto leído por Juan Terranova el martes 6 de nov. en la presentación de "Buenos Aires. Escala 1:1")
1. Enfrentar una novela, un cuento, un libro de cuentos, un poema, un conjunto de poemas, un libro cualquier, en definitiva, es enfrentar un autor. Con las antologías esto es diferente. El lector, siempre en solitario, enfrenta a un grupo de tipos. Uno, el lector, contra todos los que forman parte de la antología. En el caso de Buenos Aires, escala 1:1, uno contra veinticinco, más que una patota. Todo un desafío al pedorrísimo refrán “Muchos contra uno no es bueno para ninguno”. Y encima, podría decir el lector “estos vienen con pretensiones de narrar los barrios de Buenos Aires”.
2. Las antologías son castigadas con una fuerza llamativa. Tienen hasta detractores. Como el aborto, la mano dura, el gatillo fácil o la pena de muerte. ¿Quiénes son estos detractores? Primero que nada son los autores que se quedaron afuera, que no están incluidos y que por lo general, no leen las antologías que los excluyeron. ¿Qué van a leer si no están ellos? Pero no se privan de hablar mal. Si no están ellos, ¿no?, ¿por qué privarse de hablar mal? ¿Qué puede tener de bueno una antología que no los incluye? Los escritores no son de controlar la envidia, más bien todo lo contrario. Pero hay algunos que lo hacen, y leen las antologías y valoran el esfuerzo de sus colegas. Dios los bendiga.
3. Sin embargo, el principal apoyo para la negación lo ponen las mismas antologías. Se trata del infernal trampolín del slogan que adopta muchas variantes. “Los mejores escritores”, “los escritores más jóvenes”, “los escritores nuevos”, todos conceptos vanos, llenos de recovecos traicioneros. Porque siempre hay uno mejor que nosotros, siempre hay uno más joven, más nuevo, más interesante, que tendría que haber estado y no está. Siempre hay, si no un error, la posibilidad de un error. Pero el problema más rotundo lo da la palabra “escritor”. Otra vez la misma situación: uno compra una novela, un libro de cuentos, un ensayo, una autobiografía y no dice, en la tapa, “esto lo escribió un escritor”. No hay necesidad. Pero con la antología, a esta altura un artefacto desquiciado, un pulpo insoportable, es diferente. Parece que participar en una antología no lo hace a uno “escritor”, ni mucho menos “mejor” que otro, ni muchísimo menos “joven”, para no hablar de la problemática palabra “generación”, una palabra llena de fisuras, casi tabú, contra la que todos parecen estar siempre en desacuerdo, en tensión, de la que siempre se desconfía y a la que hay que agregarle una serie de explicaciones y cláusulas para hacerla funcionar con un mínimo de dignidad. Habría que señalar, lo cual es un poco lastimoso pero, parece, muy necesario, que los libros vienen envueltos en el agridulce terciopelo del markentig. Y con eso explicaríamos quizás tantos equívocos, tantas contratapas, tanta joda loca y discusión sobre lo que es al final algo muy obvio. La antología es un junte y rejunte. Y hay que hacerse cargo.
4. Para terminar, me gustaría hablar del queso rotatorio. Toda antología –esta que presentamos hoy no tiene por qué ser la excepción- contiene un queso, una parte, una pieza, en este caso un texto que no va, que pertenece a otra antología, que no funciona, que debería haber sido desechado, que es, en definitiva, malo y que sobra. Pero, y acá este “pero” es fundamental, después de leer y comentar con autores y lectores varias de estas antologías que salieron, me di cuenta, de a poco, que el queso es rotatorio. Ninguna antología tiene un queso fijo. Y esto sucede porque los lectores van cambiando y, gracias a Dios, todos leemos de manera diferente. Los textos que son hits, son casi siempre hits para la mayoría, pero el queso va cambiando. Para unos es este, para otros es aquel, producto de lecturas encontradas y cruzadas el queso se desmarca y va armando un repertorio de variaciones. Leer una antología es algo difícil, porque como objeto no es un espejo, ni una ventana, ni un plato, sino más bien –metáfora trillada pero eficiente– un caleidoscopio que gira y cambia. Para leer antologías, entonces, hay que saber saltar y aprender a luchar contra la hidra de mil cabezas, actividad, por supuesto, no apta para perezosos.
(via Rino)

Grabando el programa de Horacio Quiroga

noviembre de 2010.
fuimos a san ignacio, misiones, a grabar un capítulo de impreso en argentina

al llegar al aeropuerto de posadas productora y directora saludaron a la multitud de fans que se agolpó para recibirlas

fueron cuatro días de grabación en los que nos fuimos internando en la selva de a poco

metiéndonos cada vez más profundo en los ruidos del monte

cargando todo al hombro por picadas o trillas como dicen en misiones

senderos que se bifurcan y por los que yo, según el guión de pirin, tenía que correr y caminar perdido, alucinando

hasta llegar todo embarrado a la casa de horacio quiroga

nestor ríos, el director de la casa museo, nos dijo: acá quiroga fue feliz

también nos dijo que quiroga no sabía nadar

lo primero que hizo quiroga fue sembrar un círculo doble de palmeras como un aura mágica para proteger la casa

fue juez de paz de san ignacio, guardaba las partidas de nacimiento y las de defunción en una lata de galletitas

la sorpresa fue bareiro, el remisero que me abandona en la selva. le preguntamos si se animaba a actuar. sí, dijo, no es la primera vez. el mejor actor.

el peñon sobre el paraná

ángel grabó hasta los insectos más insospechados

al fondo relámpago, el caballo que me habló

un insert del río desde la altura. voy aprendiendo palabras como esa

insert: toma para cubrir acciones o detalles que pasan desapercibidos en un plano más amplio. después en edición se ve si se usa o no.

era un quiroga medio lost por momentos

mariana y mercedes trabajando bajo la lluvia, en actitud sierra maestra
el programa se empieza a pasar en algún momento del 2011

6 de noviembre de 2007

Salió

Un gran honor porque algunos de estos ensayos bonsai fueron publicados en El Remisero Absoluto y también en este blog.
La contratapa dice:
"Sé que es en los cruces donde está lo más interesante. Que los caminos de los puristas conducen irremediablemente al fascismo. Y que el odio y el miedo también llevan a ese domicilio."
Fabián Casas es el último escritor de izquierda. Entre tanto militarista de la cultura, el sensei de Boedo entiende que la literatura es un medio para ensanchar la imaginación y aprender a ser mejores. Mientras otros siembran bombas, él enseña a pescar.
Autor de poemas leídos con devoción en las últimas dos décadas, Casas se abocó a producir en pequeñas dosis una prosa al tuntún, hecha en contra de la dictadura de la eficacia. En estos ensayos, que también pueden leerse como una novela de formación, aplica su máxima joyceana -silencio, destierro y astucia- para indagar en nuestra cultura mestiza y diversa.
En el lugar donde se cruzan la sabiduría oriental, el rock, los ideales de los revolucionarios mesiánicos, los grandes poetas americanos y el fútbol, ahí se asoma la escritura de Casas: el boedismo zen. Ensayos bonsai retoma la posta de la contracultura: alertar a las conciencias que, en este mundo indiferenciado, resisten a los mandatos del consumo y la propaganda.

3 de noviembre de 2007

Bacanal

por Cynthia Smart (No Tan Soez )

Apagada la charla, Sandra y Franz transan. La sala calla; callan a la par lámparas, pantallas nacaradas, salamandra, mapas y plata... Sandra, ¿pacata? Para nada: alta, clara, alada, trama amar a Franz hasta la mañana. Franz, galán sagaz, apaga las palabras, las alza, las amansa. Halaga a Sandra, la palpa al ras al pasar la chala, narra hazañas macabras, traza sagas magnas, falsas, chabacanas. Las chanzas ablandan la charla. Maga malvada y fatal, habla Sandra, la bacana:
-Las malas pajas hartan hasta a las más mansas. ¡Basta ya!
Las palabras vagan y abrasan la sala. Agazapadas las ganas, larga la fanfarra. La palma ya rasa las mamas, la danza carnal saca llamas a la casa, al fanal, a la fachada. Cargan la jarana.Falda rayada, faja parda y casaca, gafas y gabán saltan a la tracalada. Manga atascada: Franz y Sandra trabajan, la agarran y la sacan. Franz, carnal vara parada. Sandra mana mar salada. Baba. Trasplantan la matanza a la cama. Sacan las sábanas, las mantas, las frazadas.
Mascan, amasan, hamacan, jalan. Tamaña salvajada va a dar charla a la mañana. La palanca garrafal al paladar. Sandra cata la salsa. Traga.
-¡Más masa, barragana!, brama Franz. -¡Mamá la caña, bagasa!
Franz ataca. Arranca las blancas bragas caladas, las traspasa. Batalla: brazadas, palmadas, trampas y añagazas.
Arrasa la matraca. Sandra alza las ancas y clama acalambrada,
-¡Franz, Franz, planta ya la calabaza!
La vara abalanzada rasga la raja. Gran cabalgata. Aplastan la faca, abarajan la faranga, aplazan la garrama. Apartan las garras, paran. Ancla varada nada la vasta playa. Caña a la cañada. Vaharadas. Zancadas. Alabanzas.
Franz y Sandra garchan. Acaban.Aclaran las albas. La mañana rasa la sala.

24 de octubre de 2007

Cachiva

por Rodrigo (de Fideos con manteca)

Va por el domingo a la mañana
como empujándose o empujando paisaje,
o sacudiéndose o sacudiendo calle,
o escuchándose pajarito
o escuchando pajaritos
pampeanos y suburbanos,
o picándole el sol en la cara
o cerrándose la cara
para picarse la transpiración que le sale del cráneo.

Viene silbando la canción de la alarma
de un auto que se despertó con los pajaritos
cuando un peugeot que venía de ramos
pasó pijudo y salivando por el regaeeeetón.

Si supiese jugar al ajedrez podría pensar que era un caballo movido, perdido entre otras jugadas, mirado desde arriba como el motín de coincidencias más trillado y violento de todos los tiempos. Y así entendería muchas cosas: los árboles gigantes, las pibas gritando con otro grupo de pibes canciones frescas que todos conocen, el ruido de una botella vacía como pedazo de oración en español reventándose en el cordón,
bocacalle, boca de tormenta, pasabobo, brea, poste de luz y cables tirados, chapas, charcos, perros con la sabiduría de un ángel juzgando y enumerando con el hocico a la basura en la calle: puchitos, carilinas, chapitas, ramitas, palitos, pastillitas, cigüeñales, arenita, plumas, cartones y pies con medias y zapatillas.
La sangre lo acompaña y lo trepa hasta la punta del pelo cuando se manda por el punte de la estación, y desde arriba,
casi tan arriba como Cristo,
ve cómo el sol se mueve sobre las vías y lo ve cómo se estanca en el techo recién pintado, en los colectivos que pasan insultando al domingo, en el puesto de diarios, en la niebla gris de allá al fondo y en un grupo de angelitos que van a misa porque -desde hace ya tres meses- se preparan para la primera comunión.

21 de octubre de 2007

Más inédito imposible



Reseña de la antología poética de César Mermet, por Rodolfo Edwards hoy en Página12:





"...los textos de Mermet leídos desde hoy parecen escritos por algún poeta de los "noventa". En su poética se ven claros rasgos de objetivismo, alusión a objetos y situaciones globalizadas en medio de una cultura de masas, pero también visiones alucinadas de espacios abiertos, camperos, todo aderezado con un humor seco, muy moderno para la época. Es como si hubiese presentido futuras sensibilidades practicando una especie de "poesía de anticipación"; basta observar la fuerte narratividad y el distanciamiento irónico en poemas como "Shopping Center": "Gastar es delicia miserable, dolorosa y malignamente irreal, como un flotante orgasmo en el ajeno sueño./En estas submarinas galerías del mito del fasto,/en estas exposiciones de modelos mentales,/alusivos brillos y señales preciosas,/yo podría comprar cualquier cosa hasta cualquier hora".
Demasiado emocional para los postulados racionalistas de los poetas del cincuenta, muy tibio para los comprometidos sesenta, quizás fue acertada la decisión de Mermet de alojarse en ese silencio creativo, lleno de voces. En los enigmas y los vaivenes de la literatura argentina la poesía de Mermet ha sobrevivido sana y salva". [ACÁ LA NOTA COMPLETA]

14 de octubre de 2007

Tocar a Gimena

Pedro Mairal

Lo primero que me trae a la mente la palabra “tocar” es mi amiga Gimena, compañera de colegio, en el viaje de egresados, el último año de la secundaria. Y más específicamente el ómnibus que nos llevaba de vuelta al hotel, después de una excursión al Cerro Catedral. Mientras los demás se habían deslizado montaña abajo en unos trineos de plástico, los varones más escépticos nos habíamos escondido a fumar y a mear en la nieve, detrás de una cabaña de troncos. Yo fumaba y hacía como que vigilaba que no viniera un profesor, pero en realidad la miraba a Gimena que estaba con un suéter violeta, riéndose y sacándose fotos con las otras chicas.

Cuando nos hicieron subir de vuelta al ómnibus, logré sentarme en el fondo. No la vi venir. La vi cuando me pasó por arriba de las rodillas y se sentó a mi lado, contra la ventana. Me pasó por arriba, de frente, agarrándome fuerte del pelo, con saña y con cariño. Acá tengo que aclarar que Gimena había estado de novia con uno de mis amigos y por eso mismo estaba prohibida para mí. Nos tocábamos muy casualmente, sólo como amigos, pasándonos un brazo sobre el hombro alguna vez, cuando caminábamos todos juntos. Y uno de los últimos días de clase, cuando varones y mujeres cambiamos ropa para salir travestidos al patio, yo cambié ropa con ella. Mis pantalones grises le marcaban el culo redondo y mi corbata le caía en diagonal por la pendiente de sus tetas.

Gimena se desplomó a mi lado. El cotorreo en el ómnibus duró poco. Ya estaba oscureciendo y nadie había dormido más de cuatro horas la noche anterior. Los sacudones del camino de montaña empezaron a arrullarnos. Gimena dijo “¿Me puedo poner así?” y, sin esperar que yo le contestara, recostó su cabeza sobre mi muslo izquierdo. Me quedó el brazo de ese lado en el aire; no sabía dónde apoyarlo. Todo era demasiado comprometedor: su cadera, su panza, hasta su hombro, porque para poner mi mano en su hombro tenía que posar mi antebrazo sobre sus tetas. Así que, alarmado, puse mi mano sobre el apoyabrazos de adelante, pero quedaba tan ridículo que traté de apoyarme en la ventana hacia un costado y entonces Gimena me agarró la mano y me la hizo apoyar, con toda la naturalidad del mundo, sobre la lana violeta de su suéter.

“Tenés las manos calientes”, dijo bajito. Y acurrucó sus dedos fríos en el hueco de mi mano. Yo le envolví la mano dándole calor. De golpe entrelazamos los dedos y, de a poco, las manos empezaron casi a tener vida propia, como dos animales que se estudiaban y se recorrían, como dos perros en la plaza, arrojándose uno encima del otro. Yo no sabía que se podía sentir tanto, solo con la mano. Nuestras manos se buscaban, se apretaban. De pronto era todo muy suave; yo le acariciaba el centro de la palma con el pulgar, o ella me hacía estirar la mano y me recorría los dedos; y de pronto era todo muy fuerte casi como una pulseada, un forcejeo.

Nadie nos veía. Yo miraba hacia el pasillo. De vez en cuando se levantaba alguien que cambiaba de asiento. Me acuerdo de la sensación de estar como cogiendo, pero solo con una mano, mientras el resto del cuerpo simulaba estar vestido, discreto y sentado entre los amigos del colegio. Era todo tacto, encendiéndome el cuerpo entero de los pies hasta la nuca. Yo no sabía que cabían tantos besos en una mano. El roce mínimo de sus dedos era la mariposa que del otro lado del mundo provoca el terremoto. Todas mis terminaciones nerviosas parecían estar alertas. El bulto en mi pantalón había crecido hacia un costado. El pelo de Gimena estaba derramado en catarata sobre mi pierna. Entonces, con la otra mano le pasé los dedos por el pelo. Le toqué suavecito la cabeza.

Las manos entrelazadas se calmaron un poco. Quedaron apoyadas exhaustas en la panza de Gimena. Parece una exageración pero fue así. Faltaba que cada mano se fumara un cigarrillo en la oscuridad del ómnibus. Pero el envión exploratorio seguía en mí. Le toqué el suéter, le recorrí la cintura por fuera del jean, esas costuras y remaches y bolsillos. Le busqué con el dedo índice la piel de la cintura entre el suéter y el jean, apartando capas de ropa. El suéter, y abajo un buzo creo (iba adivinando como un ciego), y abajo una remera que a esa altura estaba metida en el pantalón. Un poco más cerca de la panza, la remera estaba fuera y por fin le encontré la piel. Con dos de mis dedos acaricié un centímetro cuadrado de la panza de Gimena, que se hacía la dormida.

Fue lo más suave que toqué en mi vida, como mármol blando, como hielo caliente, la panza plana, abajo del ombligo, los cinco dedos tocando su piel, hasta el límite del elástico de la bombacha, un límite infranqueable, el hueso de su cadera, la pelusa casi imperceptible de la piel a lo largo de esa línea, y mi dedo que empujó el elástico, un poco, un dedo debajo de la tensión del elástico, dos dedos, más allá, avanzando, unos pelos más gruesos y ella de golpe se puso de costado, se ovilló acercando las rodillas al pecho. Dejé la mano del delito sobre su suéter, asustado, casi pidiéndole perdón y Gimena me la agarró y se la llevó a la boca. Se metió mi dedo en la boca. La boca mojada, la lengua, los dientes. Me chupó dos dedos, me dio como unos mordisquitos primero, hasta que me mordió fuerte. Me hizo doler. Y me siguió mordiendo despacio el pulgar, el borde de la mano. Después me volvió a agarrar la mano y la apretó contra ella, como cerrando el asunto, hasta que encendieron las luces del interior del ómnibus y hubo unas quejas de los encandilados y nos soltamos.

Cuando llegamos al hotel, ella me volvió a pasar por arriba y al oído me dijo “¡shh!", para que todo quedara en secreto entre nosotros. Yo cumplí, porque esta es la primera vez que lo cuento. Lo demás fue tristeza. Gimena se arregló con mi amigo antes de que terminara el viaje.
*

(Publicado en la revista Don Juan, Bogotá, septiembre de 2008)

12 de octubre de 2007

La prueba de vida

por Ana Agote

-No lo reconozco para nada-, dijo papá inspeccionando un dedo morado que le habían enviado los secuestradores de Agustín como prueba de vida-. Para nada-, repitió.
-Pero Don Marcelo, ya le mandamos la oreja, ahora el dedo, no nos queda nada para mandarle-, dijo la voz del teléfono.
-Entonces no pago. Si ustedes creen que ese dedo hinchado y esa oreja sangrienta son pruebas de vida están muy equivocados. Y no crea que me lo tomé a la ligera. Agarré la oreja con la punta de los dedos enfundados en un guante de goma, porque cabe destacar que la mandaron toda ensangrentada y sucia (y no lo digo enojado porque ¿qué podían hacer ustedes?, gente sin educación) y se la probé a, uno por uno, todos mis hijos. La sostuve contra su oreja, un poco más arriba para ver las dos y comparar cómodamente, para ver si se parecían pero ningún parecido. En el turno de Martina, mi hija del medio, vimos un pequeño parecido, debo reconocerlo, pero no podemos asegurar que sea la oreja de Agustín. [SIGUE ACÁ]

11 de octubre de 2007

10 de octubre de 2007

Poesía en Bahía Blanca

Pedro Mairal
El sábado al mediodía Gustavo López me llevó a jugar al fútbol. Por las patas de palo que tengo de nacimiento, yo me había dado de baja del fútbol 5 el año pasado, pero él me obligó. El partido le hizo mucho mal a mi ego. Uno de mi equipo me apodó "Súper". "Che, Súper, cuando marques tratá de ponerte entre el jugador y el arco". Igual ganamos. Hice dos goles. No hay foto.

A la tarde, entre mates y tarta de manzana, hablamos de poesía con los poetas del proyecto Ruta 33 en la biblioteca del Club Bella Vista.
El domingo, mientras lo esperábamos a Raimondi en la plaza, la verdadera naturaleza de hombre orquesta de López se manifestó ante mis ojos cuando se volvió uno y trino.

El mega poeta bahiense Sergio Raimondi nos paseó por Puerto Ing. White, por el muelle de Cerri, por una estación abandonada, por los cangrejales que le tragaron un caballo a Fabio Cáceres, por silos cerealeros, por petroquímicas, esos paisajes de su poesía.
A la noche leímos poesía en el Hostel Bahía con Nicolás Guglielmetti, Alejandra Larosa y Mario Ortiz (foto de Abel Escudero).

A las once me tomé El Cóndor y amanecí el lunes cerca de Cañuelas.

8 de octubre de 2007

Polvo serás, mas polvo sublevado

En octubre de 1967, cuatro días después de la muerte del Che, César Mermet se puso a escribir este largo poema, impresionado por la noticia y por la foto famosa, crística, del Che muerto con los ojos abiertos. No es un poema de vivas al Che. Es más bien un saludo de respeto de un poeta que siente la muerte de un hombre y su resurrección en mito.
"...y fuiste mostrado y saludado, como siniestro recién nacido enigma,
a incrédulos, reverentes, ansiosos acusadores, fieles;
quienes antes del tercer flash te negaron tres veces;
y preguntaron "quien es éste" y respondiste majestad de muerto,
siendo el que fue, cualquiera y todos..."
Acá el poema entero: Che captián, muerto, volando

6 de octubre de 2007

Noé

por Jonás Gomez

en el sueño
los hocicos húmedos
forman un frente
continuo
de respiración salvaje

el pis de los cuadrúpedos
es denso
se pega a la nariz
gotea
sobre el pasto acumulado

finas líneas de luz
pasan
entre las uniones de las tablas
el salvataje
se hace casi a oscuras

afuera
la lluvia percute
golpea los techos de los autos
colapsa las cañerías

se despierta
antes de escuchar
la alarma del despertador
se levanta sin ganas
prepara el desayuno

en el viaje al trabajo
dibuja en el revés
de la tarjeta de subte
hace cálculos mentales
separa carnívoros de herbívoros

se pregunta
cuántos animales pueden entrar
en un container


***

www.jonasland.blogspot.com

4 de octubre de 2007

Corre la voz

(una crónica del penta-fútbol por Funes)

"En una media mañana Mogólica, una de las tantas estrellas maradonianas alumbró generosa los altosbajos botines aguerridos guachos de tiempo..." [SIGUE ACÁ]

Otro que la pasó mal con el rugby

Memorias de un ex-rugbier
Cuando cumplí ocho años, Roberto Casciari me lo puso bien claro: "O tomás la Comunión o vas a Rugby", me dijo, "pero no te quiero los fines de semana durmiendo hasta las doce". [acá el texto de Casciari en Orsai]

Socorrista

por Loyds

el pibito absorto en sus pensamientos
mete un pie después el otro
ese hijo que nunca voy a tener
que nunca vamos a tener
se tira a la pileta tirita y sale
chorreando agua por la
escalerita

me mira con curiosidad sonríe
parece que va a preguntarme algo
pero su mamá que no sos vos
lo llama desde lejos:
ven aquí niño, deja tranquilo al socorrista


*

3 de octubre de 2007

La importancia del deporte

(texto leído el 2 de octubre del 2007 en el ciclo Confesionario organizado por Cecilia Szperling en el CCRojas)
por Pedro Mairal
El jueves pasado cumplí 37 años y la gente que no me conoce me ve y cree que todavía no pasé los 30. Siempre tuve este desfasaje entre mi cuerpo y mi edad [SIGUE ACÁ].

1 de octubre de 2007

La educación

por Luciano Lamberti

A veces despertabas y la ciudad estaba inmersa en la niebla.
Las luces nocturnas aún encendidas, los autos como
formas oscuras y razantes, las ventanas apagadas,
hileras de personas encapuchadas
esperando el colectivo.
Tenías que salir en bicicleta
con una bufanda alrededor de la cara
y las manos moradas y pálidas, atravesar
a ciegas las calles, rodeado por la niebla.
Al llegar al colegio tenías el pelo húmedo
y algo había cambiado, sí,
aunque te sentaras en el mismo estúpido lugar,
eras otro ahora, eras el que había vencido
a la ciudad fantasma.
Tenías en vos un parásito inmortal.



[ACÁ HAY MÁS]

Entrevista al Arquero Absoluto

"No puedo visitar San Telmo, no puedo visitar Recoleta, no puedo visitar Puerto Madero sin sentir el odio del comerciante que me ve la cara de rata o peruano o mexicano o canuto-de-cualquier-país que no va a pagar a precio dólar el agua mineral o el mate calado o el vestidito estampado que vende…" Funes

29 de septiembre de 2007

El día de los perros - Daniel Durand

No se ve nada; sólo las manos de Durand sosteniendo unos papeles mientras lee este poema inédito. Fue en el ciclo Es a propósito, en el CCPachamama.

Y acá hay otros tres de El estado y él se amaron (Mansalva):

Inquina se apila: "Muove los colores agua barro verde..."

Frozen cum: "El compositor nórdico tenía la verga re larga..."

Nueces mojadas en los pastizales: "...puntos luminosos entre los árboles..."

21 de septiembre de 2007

Acceso Oeste



p.mairal

Aprendiendo recién ahora a usar el movie maker de windows (una de esas teconologías que están a punto de caducar). Acá va un collage dinámico, o como quiera que se llame esto. Antes los hacía con fotos impresas en papel, pero era muy caro. Ahora no salgo de lo digital. Se ve poco, pero en la pantalla grande de la página de youtube se ve mejor. Iremos aprendiendo, mejorando lo que se pueda, poniéndonos insoportables con el movie maker. Se vienen tiempos audiovisuales para el Sr. de Abajo.

20 de septiembre de 2007

El lunes 24 de septiembre...

...estuvimos hablando sobre los caminos personales de la creación poética con Ivonne Bordelois. Ella dijo esto, y yo dije esto otro (gracias a Ana Prieto por grabar y tipear).

19 de septiembre de 2007

Recuerdos del poeta incómodo


por Fabián Casas
Fue una mañana calurosa en extremo –esas mañanas que preanuncian un día completo en el horno de Banchero– cuando sonó el teléfono y me dijeron que había muerto Joaquín Giannuzzi. Llamaba una periodista y quería que le dijera unas palabras sobre el poeta. En ese entonces yo solía levantarme muy tarde, casi al filo del mediodía y –después de un manguerazo en la ducha– salir para mi trabajo. La llamada llegó apenas un rato antes de eso, me encontró groggy y transpirado y después de que corté quedé peor aún. Se había muerto Joaquín. Decían que en Salta. También decían que lo iban a enterrar allí. Me senté frente a la biblioteca, en calzoncillos, y traté de pensar lo que me estaba pasando. Traté de ordenar las sensaciones, los recuerdos. Los días enteros leyendo y releyendo sus libros, las veces en que había estado con él. Su tono de voz. Siempre, de los seres queridos que se van, lo primero que me viene a la mente es su tono de voz. Y esa voz me repetía uno de sus últimos versos geniales, del poema "Cabeza Final", donde dice que "El obrero que respiró en su interior/ ávido de oxígeno y universo continuo/ dejó caer el martillo".

Como no pude asistir al entierro de Joaquín, tampoco pude cerrar el vínculo que nos había unido. En algún lugar recóndito de mi estado de ánimo, él seguía sentado frente al gran ventanal de su departamento, observando el inmenso jardín con la pasión de un entomólogo metafísico. Por eso no me sorprendió que varios meses después, caminando por el barrio de Once, me lo cruzara. Iba caminando despacio, con su campera beige. Apuré el paso y cuando estuve a la par, me di cuenta de que no era él, que era su doble. Recordé que los grandes poetas, si realmente lo son, cuando llegan al final de su vida logran el milagro alquímico de construir un doble. Cuya finalidad es recordarnos que ellos están ahí, dando vueltas en un universo paralelo que, cuando menos lo esperamos, puede irrumpir en nuestro mundo. Poco antes de morir, la editorial Emecé le había editado su obra completa, un libro monumental que hasta el día de hoy se sigue vendiendo de a poco pero con persistencia. Este libro tuvo la particularidad de poner de nuevo en carrera a varios libros de Giannuzzi que estaban agotadísimos. Ahora, ediciones del Dock acaba de publicar Un arte callado, un volumen que recopila sus poemas inéditos y agrega los que nunca antes fueron publicados en un libro. Leer estas poesías produce un efecto conmovedor. No es un rejunte del cajón de sastre de esos que se hacen arañando al vacío. Es un libro contundente en el que los poemas muestran los diferentes tonos que ha tenido Giannuzzi a lo largo de su vida. Desde que apareció casi sobre el final de la elegíaca generación del 40. Hay poemas de amor hiperlíricos, poemas sofisticados, poemas de saque y volea (clásicos de Joaquín) y versos especulativos. Y también están los poemas que intentan hacer un croquis de determinados personajes. Es como si después de haber escuchado un disco hermoso, pasara un largo silencio hasta que irrumpe un bonus track revelador. Es así, fue un gran poeta hasta el final, se dice uno con el libro en las manos.

Exactamente un individuo

¿Qué es un gran poeta? Podríamos pasarnos horas hablando en torno de lo que definiría de manera científica a uno de ellos. Y no llegaríamos nunca a un acuerdo. Prefiero parafrasear a Alberto Girri y decir que a un gran poeta no se lo define, se lo reconoce. Hay una escena capital en una película de Peter Brook basada en el libro de Gurdjief llamado Encuentros con Hombres Notables. En ella, un Gurdjief joven se cruza con un hombre que está sentado a una mesa, tomando café. Gurdieff se acerca movido por una extraña curiosidad y el hombre le dice, sin inmutarse: "¿Querés saber quién soy? ¿No reconocés a un maestro apenas lo ves? Gurdieff asiente: "sí, es usted un maestro", dice. Creo que uno no llega a reconocer a un maestro por la inteligencia, sino por la intuición, que es un sentido más definitivo. Encontrarse con un maestro produce felicidad. Yo la tuve cuando hurgando en una mesa de saldos di con Señales de una causa personal, libro de Giannuzzi de 1977. Primero sentí cierta incomodidad. Para ser un libro de poemas, era demasiado prosaico. Pero enseguida, como cuando uno se acostumbra a la voz de un cantante extravagante, me sentí cautivado. Este poema de ese libro me liquidó, se llama "Basuras al amanecer": "Esta madrugada/ en la calle/ dominado por una especie de /curiosidad sociológica/ hurgué con un palo en el mundo surrealista/de algunos tachos de basura./ Comprobé que las cosas no mueren sino que son asesinadas/ Vi ultrajados papeles, cáscaras de frutas, vidrios/ de color inédito, extraños y atormentados metales, / trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables/ que rechazó la vida/ me llamó la atención / el torso de una muñeca con una mancha oscura, / una especie de muerte en un campo rosado./ Parece que la cultura consiste/ en martirizar a fondo la materia y empujarla/ a lo largo de un instestino implacable./ Hasta consuela pensar que ni el mismo excremento/ puede ser obligado a abandonar el planeta". Señales de un causa personal es el libro central de J. O. Giannuzzi. Creo que ahí está en todo su esplendor. Y el poema que acabo de citar muestra la idiosincrasia de su poesía. Por lo general, arrancaba con una observación, enumeraba ciertos rasgos del objeto observado que era deglutido por adjetivos perfectos y, casi sobre el final, remataba con una conclusión inesperada. Si bien el tono del poema llevaba irremediablemente a una definición deceptiva, lo que finalmente decía, brillaba como un hallazgo: "ni el mismo excremento puede ser obligado a abandonar el planeta". Los comienzos de los poemas de Giannuzzi también eran increíbles: "Por alguna razón, al anochecer,/ mi corazón late como una ametralladora. El cardiólogo me ha dicho: /Controle su vida emocional". Los versos se dejaban imantar por la música de la especulación. Y la especulación de Giannuzzi seguía los pasos de Pascal: "Puesto que la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza".

Cuando el Diario de Poesía, en 1994, le dedicó un dossier consagratorio, D. G. Helder escribía en la nota introductoria: "El presente dossier sobre la obra poética de Joaquín Giannuzzi no pretende paliar la relativa indiferencia que manifiestan, con respecto a ella, la crítica universitaria, la crítica de los medios masivos y la crítica escrita en general". Este párrafo daba cuenta del estado de las cosas. A Giannuzzi, salvo un grupo reducido, no lo leía nadie. Y quizá, involuntariamente, haya sido el propio Giannuzzi el que provocó esto. No fue vanguardista, ni guerrillero heroico, no cayó en el chauvinismo ni en los golpes bajos ni fue un outsider drogadicto o borracho en la veta maldita de la poesía yanqui. No escribió poesía especulativa de autoayuda. No se le conocen escándalos. Fue un hombre, como decía Celine, "sin importancia colectiva, exactamente un individuo". Sus poemas reflejan la mediocridad dramática y a veces hilarante de nuestros días mortales: un trapo tirado en la cocina, un hombre que no sabe si hacerse el nudo de la corbata o ahorcarse, un insecto que cae en la mesa del poeta para fenecer. Y también espléndidas naturalezas muertas sobre las dalias que se inclinan en la tarde o el olor del café y las manzanas después de almorzar.

Poeta de clase media

James Joyce se ufanaba de que con sus libros se podría reconstruir en el futuro el Dublín de su época. Del mismo modo, los poemas de Giannuzzi podrían servirnos como un mapa mental de los terrores y ansiedades del hombre de clase media que habitó Buenos Aires durante buena parte del siglo XX. Una clase media que en nuestro país no tiene épica ni heroicidad, y por lo general es mezquina y salvaje. Se preocupa sólo por su bienestar y mientras sus ahorros estén a resguardo, que te garúe finito. Aunque puede decirse peronista o radical, en realidad está con todos los gobiernos que la dejen tranquila. Joaquín Giannuzzi decribiéndose de manera implacable, la describió como si diseccionara un insecto. Cuando le preguntaban su opinión sobre su poesía, decía: "Soy un poeta menor de todas las antologías, incluso de la mía". También agregaba: "Gelman y Leónidas Lamborghini son grandes poetas, yo hago lo que puedo". Le gustaba bromear: "¿Viniste a ver a tu viejo maestro moribundo?", decía, mientras abría la puerta de calle de su casa. Después rengueaba cuando te acompañaba hacia el ascensor. Uno lo notaba y le preguntaba: "¿Qué le pasa, Joaquín?". "Creo que me tienen que amputar la pierna", remataba. Y se ponía a recitar a Rimbaud: "Las mujeres cuidan a los feroces enfermos que regresan de los países cálidos". También recitaba a menudo el "Segundo Advenimiento", de Yeats. O fragmentos de los "Cuatro Cuartetos" de Eliot, a quien admiraba, junto con Eugenio Montale. Ya en su casa, te acercaba un café –lo estoy viendo– y se sentaba frente a vos, en un inmenso sillón que daba al ventanal y al jardín. Si todavía pudiéramos hablar, me gustaría decirle que los poetas más jóvenes buscan sus libros como se busca una revelación, que hace poco estuve en México y que vi, emocionado, cómo los escritores jóvenes y no tanto del D.F. vaciaban la góndola con los libros de su obra poética que se vendían en la librería Gandhi local. Que ayer agarré Un arte callado y abrí al azar en el poema que le pone título al libro y leí: "Nuestros pies perfeccionan/el arte de entrelazar los dedos./Unidas en la almohada/ nuestras cabezas apuestan/ a una boda perpetua./ Expatriados,/cerradas las puertas y las ventanas,/ abrazados al desnudo oponemos/ una ideología de lo callado/ a la manera en que marcha el mundo/ según la pantalla de la televisión".


foto: p.mairal


17 de septiembre de 2007

Revista Rigoleto - 3 textos


Al costado de la vía
acostaron un cartel
de NO AVANZAR,
en la ventanilla del tren
que pisa las monedas obsoletas
me seco la saliva que dejan
caer, como gotas en cascada,
(un dos) tres nenas
desde aquel puente negro, se ven
los hoyitos,
las curvas,
del CLUB
de Golf
(conforme
seguimos, a todo
se lo come el horizonte)
PRECAUCION
Paso a nivel
SI PARA SERÁ DEPORTado…
Ahí
veníamos seguido (a coger)
desde que apareció (en telediario)
la mujer abusada,
entre esos tamariscos
todavía sigue (me saluda)
la bolsa negra que anudamos.

Milton López

*********************************************************************
No hay nada aquí:
solo unos días que se prestan a pasar
solo una tarde en que se puede respirar
un diminuto instante inmerso en el vivir.
Después mirar la realidad
y nada más; y nada más.

Silvio Rodríguez

Siempre que el Perro se cae, se muere. Y después compramos otro perro, que se vuelve a caer, se muere y después compramos de nuevo otro perro. Papá dice que mejor es comprar las rejas que faltan en el balcón, pero Mamá dice que para eso con esa plata compramos otro perro, y se ponen a gritar y a discutir, y papá siempre termina diciendo que después de todo es solo un perro más, y que no vale la pena armar tanto quilombo por un Perro de mierda. Y mamá agarra , sale con su auto, y me trae otro perro. Y yo me pongo a pensar qué nombre le puedo poner al perro mientras juego con el perro, pero enseguida el Perro va al balcón, se cae, y se muere. Así que yo le digo Perro, y nada más.

Gabriel Anderete


*******************************************************

Sentados en caminito, rodeados de colores no combinados, miramos un colectivo, lustrado y con sapitos, y reímos.-Qué capo ese colectivero.

Vos mirás tus pies y yo tus manos, que no son tan pequeñas y tienen sus dedos quemados por la insistencia del golpe sobre un bombo porteño.

Tu lucha. Tu pelo semilargo y joven. Tus dedos tapados con curitas. Tu pequeña mano. Tus ojos llenos de luces. Tu sonrisa que se niega a ser.

Y me contás, todo lo que haces y todo lo que es ese lugar donde vivís y La Boca en la que naciste. Puteas a Macri y me decís que me apure, porque a esa hora no podés andar conmigo, con una chica como yo, por ahí. Y tenés tanta razón. Y estás tan cansado de todas tus razones, y me señalás a alguien que duerme bajo la autopista y volvés a putear a Macri.

Caminamos y no soltás mi mano, ni siquiera cuando la meto en mi bolsillo. Empieza a hacer frío y subimos a un bondi que viste que tiene toda la onda. Metés esas monedas que no te sobran, porque tu papá es un empleadito, y me dejas elegir un asiento junto al tuyo. Y nos besamos y sabemos que la Buenos Aires es linda, y nos volvemos a besar y acomodo tu pelo semilargo, que tapa esos grandes rasgos en tu pequeña cara.

Nos despedimos y lo lamento. Me decís que me quede a vivir ahí. Me río. No contesto.
-Escribime
Pongo la tarjeta.
-Avisame si andás por acá
Cruzo el molinete.
Me pierdo entre la gente,
Te pierdo entre la gente,
Desaparecemos.
Adiós


Mariela Gouric
***

12 de septiembre de 2007

Acerca del grosor de lo humano

(reflexiones y puntos de vista en torno de “El Trabajo” de Aníbal Jarkowski)

Por Gustavo Ferreyra

Si uno se mueve en cierta dirección va adquiriendo un sesgo desde el cual el grosor de lo humano va decreciendo. Queda la lámina, la lámina que sólo puede habitar un mundo puramente visual. Un mundo para ver y un mundo que eventualmente puede mirarte. Las láminas parlantes de los medios, bellas y ejemplares en su ausencia de grosor.
¿Y si todo se va haciendo lámina? Si aun lo feo y lo desagradable y lo desvencijadamente triste se hace lámina? Estos interrogantes parecen subyacer en El Trabajo, la última novela de Jarkowski. Novela extraña si las hay porque justamente los personajes ya están resignados desde el vamos a ser láminas. Láminas en escenarios porque ya no hay más que escenarios en esta realidad bidimensional. Oficinas, dormitorios, la misma calle no son más que escenario para las láminas. Los cuerpos se han desvanecido y no queda más que su representación. Pero representando al cuerpo lo refutan. Y en tanto láminas los personajes se niegan a hablar. Todos sin excepción. No porque sean lacónicos ni porque guarden una sabiduría ancestral ni tampoco porque se resuelvan en el hacer, se niegan a hablar porque son láminas. Apenas si dicen frases de dos o tres palabras. No tienen fuerza para nada más.
Las láminas –entre ellas Diana, la protagonista- buscan trabajo. Son bien conscientes de ser láminas y están resignadas a ello. Diana encuentra trabajo como lámina. Vive como lámina, o sea no vive (en el sentido que no es un sujeto acabado) sino que transcurre por el espacio de una ciudad. El yo de la novela, un personaje, es el que debe registrar el acontecer de las láminas y su ser sujeto parece estar en otro tiempo, cuando era escritor. Existe otro tiempo en donde todos ellos pueden ser sujetos y no láminas pero no es el tiempo de la novela. Como si existiera un tiempo subterráneo, que corre por debajo de la novela. Un mundo de sujetos que hubo otrora, que corre por debajo y que eventualmente puede reaparecer en el futuro. Podemos sospechar incluso que cuando Diana va a convertirse en sujeto por la fuerza de los hechos, desaparece de escena y por lo tanto la novela termina.
Novela hipermoderna, cool, para nada elegante sin embargo (y que hasta podría confundirse con una novela erótica aunque no lo sea en absoluto) se mira, es decir, se lee, con la extrañeza que provocaría un tropel de feos y sucios irrumpiendo en el mundo de la moda. Novela realista, de un realismo tenue como la más tenue de las láminas, pareciera aspirar a su pesar a lo profético. Tal si, sin saber cómo, deslizándose el mundo en patines que ya no puede arrancarse de sus pies, llegara a la helada superficie de un espejo. Las chicas en el mundo (porque es más bien una novela de “chicas” que tienen que ganarse la vida) y el mundo en el frío espejo.
Jarkowski, que es el escritor detrás del escritor, sostiene el espejo para las chicas que se desnudan de ropa y al mismo tiempo de humanidad. Es sin duda paradójico que la desnudez y el cuerpo se hayan convertido en artificio, en pura imagen, en pábulo de lo inhumano, como si el cuerpo (al que, según Nietzsche debíamos aferrarnos) deshumanizara al hacer desaparecer al mismo tiempo al sujeto. La moda, la imagen, el cuerpo de las chicas, lo bello y su remedo, tal como en el burlesque (cuyo mundo articula la novela) el remedo de lo refinado se convierte en patético. Ya en las novelas anteriores, en Tres y en particular en Rojo Amor, Jarkowski había unido mundos diversos (Chanel y el proletariado, por ejemplo) y es en este trabajo de amalgama en donde su perspicacia de escritor revela las mejores sutilezas, los más paradójicos contrapuntos.
Sin las virulencias y la brillantez de Rojo Amor, más contenido también, tal vez más escéptico con respecto a la literatura, no menos talentoso, Jarkowski levantó su frío espejo para mostrarnos (deleuziano) que lo sexual y lo social son una misma y sola cosa.

Jueves


Yo quería una vida normal


Venías con tu día normal (o más o menos) y de pronto a la media hora todo se enrarece y estás paseando un perro y vos nunca tuviste perro, y estás yendo a devolver unas películas en un Blockbuster y vos no sos socio de ningún Blockbuster. ¿Qué pasó? ¿Qué hago siendo arrastrado por este perro enorme, esperando que deje su firma chorreante contra la pared de la esquina? ¿De quién es esta vida? ¿Quién alquiló "los heroes no deben llorar" o algo así? ¿Adónde estoy? ¿Cómo sigue esto?

Anoche Incardona se enfervorizó tras la pelota en la vanguardia del Open Gallo y se desgarró, se autotacleó, se desplomó. Ahora, de 13 a 14:30 hay que ser Incardona sano por un rato. Pero el tipo no te cede su parla con las mujeres, su facha, su chamuyo. No. Te da su perro con correa y unos videos para devolver que si no Ayax me mea todo el depto y en el Blockbuster me cobran un día más.

p.mairal

11 de septiembre de 2007

Enroque

por Pedro Mairal
Hice dos intentos por mandar textos a la antología Buenos Aires - Escala 1:1 que acaba de salir. Los dos salieron mal. El primero era sobre un pasea perros en Plaza Las Heras que se tenía que quedar con un caniche horrible porque al llevarlo de vuelta descubría que la dueña viejita se había muerto (pero qué sé yo de pasear perros?). El otro era una especie de autobiografìa a toda velocidad mostrando -como un via crucis- las esquinas de mis humillaciones a lo largo de la avenida Las Heras. Este tampoco lo mandé. No me convencía. A los dos textos tendría que reescribirles o tacharles partes.
Recién ahora me doy cuenta de que quizá podría haber mandado esto que copio más abajo, sobre las idas a Constitución con Cucurto, y haber hecho ese enroque: Cucurto en Barrio Norte y yo en Constitución. Pero bueno. Como le dijo el Bambino Veira al conserje del hotel de Río que le advirtió que la chica con la que quería subir a la habitación era un travesti: "¡Tarrrde, querido!".


CONSTITUCIÓN

Una noche, hace varios años, Cucurto me quiso hacer un tour guiado por Constitución. Pasé a buscarlo por Honduras y Bulnes, y después nos tomamos el 168. Era invierno y hacía un frío horrible. Estábamos los dos con gorro de lana, hablando de cualquier cosa mientras el colectivo cruzaba Once y después Congreso. Cada vez que subía una chica linda, el diálogo se interrumpía por unos segundos. [SIGUE ACÁ]

10 de septiembre de 2007

Mi madre era un dispositivo

“Mientras el padre y los niños juegan al Metrópolis, la madre rasguea, con trabajosa exactitud, una canción de Violeta Parra. Mi madre, piensa Julián, cantaba canciones de izquierda como si fueran canciones de derecha. Mi madre cantaba canciones que no le correspondía cantar. Se echaba en el sillón, por la noche, para entretenerse, para soñar con un dolor verdadero. Mi madre era un dispositivo que convertía las canciones de izquierda en canciones de derecha. Mi madre cantaba, a cara descubierta, las mismas canciones con que otras mujeres, vestidas de negro, velaban a sus muertos”.

(de La vida privada de los árboles, de Alejandro Zambra, Anagrama, 2007).
Acá una reseña que hice sobre esta novela.

8 de septiembre de 2007

El hombre de overol siempre sabe all

El arbolito de enfrente (un duraznero?) floreció, el frío se fue, ya se puede estar sentado en la compu con la ventana abierta, y Vox acaba de sacar El hombre de overol y otros poemas, de Fabián Casas, que viene en una cajita con dibujos de Martín Legón.
"[...]

Mañana cuando estés sola, pensá en mí.
Boca abajo en la cama, rezando
en la iglesia negra, pensá en mí.
Reclinada a presión,
entre dos asientos incómodos
cruzando el océano a la velocidad del sonido,
pensá en mí. La última imagen antes de dormir
que sea para mí.

Duro de reparar, años de uso.
El hombre de overol
mueve sus herramientas
hundido en el foso del taller mecánico.
No hay caso, dice, el poema no arranca,
el matrimonio no arranca,
el día no arranca."

(fragmento de Están construyendo un edificio)


5 de septiembre de 2007

Utopía de un hombre que está cansado

Viajemos en subte a China

por Ignacio Molina

Partamos en dos la tierra
viajemos en subte a China
y con la plata que nos sobre
levantemos una casa de madera
en las afueras de Luis Guillón.

Hagamos una pira en el fondo
veamos arder la biblioteca
todos los papeles que nos permitan
volver a recordar quiénes somos.... [sigue acá]

El tiempo no para


jueves 6 de septiembre

Invitados a leer Natalia Moret y Pedro Mairal
en la presentación de la revista Los Asesinos Tímidos Nº9
En El Gato Negro (Corrientes al 1669) a las 20:15

***
viernes 7 de septiembre

iROJO Editores invitan a la presentación de los libros Ganadores de la Convocatoria Anual en Narrativa y Poesía:
"Arqueológicas/ Memorias de (in)sepult(ados) origenes" de Daniel Cortés -Narrativa
"La tierra plana" de Horacio Beascochea - Neuquén -Narrativa
"Escenas de un verano inquietante" de Elizabeth Lerner -Narrativa
"La campeona de nado" de Clara Muschietti - Poesía
Viernes 7 de setiembre, 19.00hs en la Sala Augusto Cortázar de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.
***

lunes 10 de septiembre


30 de agosto de 2007

Última Cena en Bogotá39

por Adriana Battu

El bogotazo estuvo tan bueno (para algunos fue Bogotá69) que nos quedamos todos mudos y agotados. Ni Miguel ni Mairal quieren escribir. Andan con una saudade incurable. Yo, que soy la más durita, de a ratos me acuerdo de la pachanga y se me cuelga el sistema. Nos hicimos amigos, hermanos. Los autores salían en los diarios, iban a verlos multitudes a bibliotecas, universidades, escuelas. Los entrevistaban, los fotografiaban, los aplaudían. Ahora hay que volver a la cola del súper.

[más fotos acá y allá y por este otro lado]


Esta foto es del escritor peruano Iván Thays, que en su blog hizo todo el recuento periodístico.


29 de agosto de 2007

coca - fragmento


por Pablo Queralt

entramos en la malla
del juego
en tu frenesí

saltamos a las piernas más y
más abiertas
a lo blanco del vacío

esplendor



y entre esos pelitos



todo estaba en el museo


de lo que se comieron los pibes











Venus de Milo de almacén
paraguayo
donde cambias tus monedas


y tiras unos minutos
en una luz que depura tu vida

en la excelsa carne de
la urgencia



rosada


matriz del deseo
humedecido
en el fulgor en la furia
de tu imperio


que deshace el movimiento azul
damasco de tus caderas



más abajo navegás con la boca
el goce


el abanico de desnudez en ella
y todas
las desnudeces






ahora esbelta en gotas
colgando de sus pechos

la nube de la bicicleta





ponchito de amor ese monticulo
de rizos


marcando al sueño el paso

abajo

de la raya que divide


espalda vaporosa dueña del erotismo


en acabado movimiento





ritmo de lo violento y de lo suave




elogio de Coca, flor
de un poema inexplicable






vamos siempre en nuestra espumosa pasión
cada vez que estrena


vamos con bombos y platillos
papelitos y banderas



a ver tu película


en la butaca de la nube
entre tus piernas flotadoras



azul verdoso del cuerpo exuberante
de mujer copiosa



refregándose en la blancura
de la espaciosa noche



en el 69
que cierran con sus bocas


¿y cuál es el secreto que sella?



¿la sangre? ¿el corazón?

¿el calor en el fluir del caos?






en todas sus películas
yo ví





coca y agua
agua y coca

en la vidriera del agua
nada



el cuerpo blanco de ópalo volumen
contorneándose
azul lejos cerca del ojo

en la visión


la acróbata,


coca nadadora





y esos hombres que van a ella
los que dicen “ponemos
la música con que se baila”









- uno entra cuando le toca-
y era como imaginaba

en el sueño





en las lecturas inconscientes
de los cuerpos que vienen


por los besos
y los mimos del deseo de flor
en ese perseguir primavera













los exudados y los fluidos
juntados consumados
del cosmos de la Diosa
que insemina




la alegría del cuerpo





presente vestido en gotas
de la piscina esmeralda


a la salida del agua




y ahora su cuerpo vestido de saliva





pasea por el sol más allá de la línea


si se ve incandescente genital
fascinada dibujo del placer




casi ensueño
que vuela la gracia
de esa plenitud




y estas manos gastadas
por escribir con la gota



que ahora besás



tus tetas adoradas
tus tetas blancas, derramadas


besadas en su punto




como pupila que ama la lujuria de las formas
y bebe y besa









“mis perros llevan mis collares
que nadie olvide eso”




y en eso

potra fugaz de la lluvia
de las lluvias en las sábanas
sobre carnosas camas que alimenta



blanca lechosa rosada rabiosa



-fragmento-



colgué un marco vacío
de la sombra


y comencé a llenarlo
de silencio,
en la pared

como una vertiente
de mí mismo


en otro





Y pensé en solo amar y amar

solo por amor a sus acuáticas frondosas
tetas


que todo lo colman en la pileta azul
del cráneo


película soñada al sol caliente



de los mamados cuerpos en las gotitas





tan flor en la imaginación
de los fantasmas

que vuelve sambayón frambuesa


sigo el gusto


el olor en la lengua del placer que besa
en una penumbra de labios chocados




montados seguimos
el cuerpo del sueño
volamos besamos
a cada instante la escena







todos están mirando
nadie puede dejar de mirar

se ponen cera en los oídos
dedos en los ojos ¿y las manos?

las manos...









todos llevamos oxígeno
pero otros quieren el aire
mujer sentada en la playa (balsa pedazo de cielo)
desnuda radiante con pechos que miran el voluminoso azul



rosada en la pérdida del corazón
del amor vuelve




a la pose del rodaje


-fragmento-


Coca se desliza
rola sobre la arena

voluminosa voluptuosa perlada
por el océano





y llega a Africa a la costa brava


se desliza
giganta,

bailando las nuevas canciones

del frenesí,



en la silla colgada por albatros

de los marineros



en el reverbero del hambre


todos marchamos hacia ella









celebro



grandisíma mujer de la pasión
con la que curo mi herida


el sentido del cuerpo
en su punto de impacto



corazón
y pedir más



la magia

camino de los poemas


luces campanas glicinas abejas




lejos y cerca
virgen


memento vida en la configuración del melón
devuelto del corpiño fuera de los fantasmas





y en la oscuridad

el gran escote



y lo que escribo
adicto a lo que escribo esa mujer
el fetiche

fragmento último


Toco acaricio mi adicción
por coca





enamorado en el silencio
de puta






y la elegancia
maciza plena de sus pechos y el movimiento
del deseo
en sus caderas




y boca llena














películas de coca
vistas y revistas
deslizado en el maquillaje del desnudo
en sus labios deslizado de pagina en pagina
por su monumental corpóreo


que tuve en la pantalla del sueño


deslizado en la suave pasión

y en ese temblar de perra y de color en el rubor
eyaculado




la doncella

en la música y letra de los sexos
que una vez fueron mías
***
Pablo Queralt nació en Bs. as. Publicó cansancio de lo escrito Ed tsé- tsé 2001, un seductor mañana ed alción 2004, la flecha de Agustín ed alción 2004, reescritos infinitos ed alción 2006, primer paso ed eloísa cartonera 2006 y pueblo de agua ed alción 2007.
Poemas suyos figuran en la antología de poetas jóvenes de Bs as del año 1987, ed hombre nuevo.
También poemas suyos han sido publicados en rev literarias como el jabalí año 2002, revista los rollos del mar muerto, y en la revista la nación del suplemento del domingo.

22 de agosto de 2007

Taller de edición independiente

a cargo de Washington Cucurto y Santiago Llach

Lunes de 21 a 23, en el Centro Cultural Rojas. Comienza este lunes 27 de agosto. Duración: ocho clases.

Inscripciones en Corrientes 2038, de 10 a 19 horas.


[ACÁ EL PROGRAMA Y LA MODALIDAD DEL TALLER]