29 de septiembre de 2009

La batalla

por Joaquín Giannuzzi

La manada policial había bloqueado
las calles laterales. Una operación mental
tácticamente correcta y fría. Pero en el tumulto
vibraba un núcleo incandescente
donde se decidían las cosas con puños alzados,
alaridos, blasfemias y razones coléricas.
Volaron llamas, escupitajos, mamposterías,
vidrios pulverizados, bulones: el lenguaje
encarnado de gente que sabe lo que quiere
en tiempos miserables. La multitud onduló
jadeante y ciega al estallido del gas
y aunque condenada a una asfixia de lágrimas
perforó por un instante
el cerco de escudos y plástico reforzado.
Silbaron balas y el aire humoso
se astilló en la dispersión. La furia general
se concentró, vaciada en las tensadas cavidades
de cada rostro. En la cabeza de la nación
hubo un leve crujido, como si allá afuera
hubiera sucedido algo todavía desconocido.
Las pantallas de la televisión
dieron por apagada la escena. Había otros temas
que atender y desmentir el desorden:
allí donde al amor sólo le quedaban
falsas definiciones, pero también sospechando
cuántas mutaciones llegarían
a depender de aquella batalla perdida
en el recodo de una guerra interminable.
Después, montado en un aullido de sirenas,
llegó el Estado perfecto en auxilio de los muertos.


(de Apuestas en lo oscuro, 2000)

27 de septiembre de 2009

La famila molecular

por Luis Chaves

En la página de agradecimientos de un ensayo exquisito que acabo de empezar a leer, el autor reserva el final para las, se deduce por los nombres, mujeres que viven con él, les da las gracias porque “me han obsequiado el mejor regalo que una familia puede hacer a un escritor: me han dejado a solas para pensar, fumar y escribir”.

Leí esas palabras, me quedé inmóvil unos segundos y después cerré el libro, como hacen los lectores cuando quiere meditar sobre algo que los tocó. Sentí gran envidia porque cuando las mujeres de mi casa me dejan solo, mi primer impulso, el natural, es telefonear a algún cómplice y, por lo bajo, alcoholizarme. La contrarreacción inmediata es tratar de controlarme, no llamar a nadie. Si lo logro, ya entregado a la sensatez me paro frente la biblioteca, elijo algún libro al azar y abanico las páginas deteniéndome en los pasajes subrayados. No puedo evitar lo de marcar los libros, puedo tirar el teléfono al patio del vecino para alejarme de mis adicciones, pero nunca voy a dejar de subrayar los libros.

Hace un mes, más o menos, cumplí cuarenta años, una edad simbólica, querámoslo o no. Lo celebré con la familia nuclear y amigos cercanos. Rebobinemos: lo pasé con la familia extendida, esa que llamo la familia molecular. Nos reunimos desde tipo 4 de la tarde en el restobar de una amiga, una casa de los 70 con un amplio jardín trasero. Entre cervezas y música de fondo, fue cayendo la noche y de los niños, poco a poco, apenas se oían los chillidos y gritos que venían del lugar donde, cuando hubo luz, podíamos ver el tobogán y la caja de arena.

Hace un mes, más o menos, murió un amigo, Felipe Granados. Tenía 33 años y eligió morir, para ser precisos. Fue, en mi opinión, un escritor excepcional. Aparte de eso, una persona que evidentemente no estaba dispuesta a negociar con nadie la manera como quería vivir y morir. Pocos días después de que falleció, las mujeres que viven conmigo me habían dejado solo en la casa y me senté, con un trago, a pensar y escribir. Saltaba de un texto a otro, igual que cuando abanico libros al azar buscando pasajes subrayados. Como no lograba unir dos oraciones ni medianamente aceptables, recurrí al género epistolar: me puse a redactar mails. Escribí uno corto, telegráfico y que, en rigor, no decía nada concreto, iba dirigido a una lista de correo que incluye a ciertos amigos. En el mismo nanosegundo que le daba enviar me di cuenta de que entre los destinatarios estaba el correo de Felipe. En el nanosegundo siguiente me lamenté en voz alta, “le hubiera preguntado algo inteligente”.

La misma semana de la muerte de Felipe y de mi cumpleaños, nació Sian. Es la hija de Marco y Clea, parte de la familia molecular. La fuimos a conocer y estaba hundida en un almohadón gigante que se amoldaba a su figura como un nido de espuma de poliuretano. Como todos los recién nacidos, tiene ese aire de extraterrestre sabio y semihostil. Como toda recién nacida, Sian también tenía puestas las medias rojas más diminutas posibles ¡y el elástico le quedaba grande!

Ya me estoy acercando al final de esto que quería contar. En realidad, nunca tuve muy claro qué era exactamente lo que tenía para decir, sólo sabía que de pronto se habían juntado eventos particularmente intensos en un par de semanas y que necesitaba sentarme a pensar, escribir, quizás llamar a algún cómplice, quizás no. Se fueron reuniendo en un mismo lugar el escritor del ensayo que estoy leyendo, mi familia molecular, Felipe, una recién nacida. Uno pensaría que de esto tendría que extraerse algún tipo de sabiduría pero la verdad es que no la veo por ningún lado. Tal vez si trazo una línea divisoria en mitad de este texto, de un lado quedan los vivos, del otro los muertos. De un lado el día, del otro la noche, y del fondo de esa noche, desde algún lugar de esa oscuridad, nos parece oír la voz de los que no vemos, como la de aquellos niños que, más imaginarios que invisibles, siguen jugando en el tobogán, en la caja de arena.

http://tetrabrik.blogspot.com/

llueve fuerte sobre mi cumpleaños

por ramón paz


llueve fuerte sobre mi cumpleaños
sobre el domingo llueve sobre el pan
y llueve sobre vélez huracán
sobre los hinchas sobre los travesaños
más jóvenes que yo los jugadores
los taxistas los médicos de guardia
más jóvenes los poetas de vanguardia
más jóvenes los gordos locutores
diluvia en el asado suspendido
sobre el pasto vacío y la parrilla
con una indiferente maravilla
diluvia sobre el tránsito cumplido
treinta y nueve pirulos y yo inerte
y un poquito más cerca de la muerte

19 de septiembre de 2009

Un baile a beneficio

Una milonga tanguera que me hizo escuchar un taxista el otro día. Es la historia de un baile que termina mal. La encontré en youtube, cantada por el Chino Laborde y bailada por Los Macana.


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UN BAILE A BENEFICIO (Milonga) J.C.Caviello, J.A.Fernandez 1950
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Con el lungo Pantaleón,/ Pepino y el Loco Juan,/ el Peludo Santillán,/ Tinto y el Chueco Ramón/ salimos con la intención/ de ir a un bailongo fulero/ a beneficio de un reo/ que se hallaba engayolao/ en Devoto y acusao/ por asuntos del choreo.
Resulta que el loco es de buena familia, pero tiene un inconveniente el hombre: es coleccionista de gallinas.
Al buffet por la bebida/ fui yo, Tinto y el Peludo/ que ya estaba medio mudo/ de la curda que tenía./ Pero alli encontre una cría/ chupando que daba gusto,/ estaba el guitarrero Augusto,/ Gatillo, el Cortao Potranca,/ y el Sordo tenía una trancaque de verlo daba susto.
Este amigo siempre borracho, y pensar que nacio en La Martona, el loco!
En el ambiente de minas/ estaban las de Mendieta,/ con la flaca Pañoleta,/ la Paja Brava y la China,/ Pichuta la golondrina,/ la mechera Encarnación,/ la gorda del corralón,/ Sarita de la cortada,/ la grela de Puñalada/ y la parda 'el callejón.
Era un ambiente bastante bastante someria, el ambiente.
Entre el baile meta y ponga/ que era brava la negrada,/ y entre cortes y quebradas/ se mandaban la milonga./ Una negra media conga/ bailando con un chabón/ le dio al Loco un pisotón/ propiamente en el juanete.../ Si Santillan no se mete/ el Loco, el Loco le da un piñón.
Pero hay que ver amigo, siempre le pisan el juanete al Loco. Tambien, si el Loco tiene un juanete que parece una milanesa.
Pero el chabón muy careta/ al Loco le dio un sopapo,/ cayó el Loco como un sapo/ haciendo sonar la jeta./ Intervino Pañoleta/ para aliviar la cuestión,/ el chabón para un rincón/ se las quería picar,/ pero lo hizo sonar/ de un tortazo Pantaleón.
Pronto se armó la podrida,/ piña trompada y tortazo,/ Santillan tiró un balazo/ con un chumbo que traía./ Toda la gente corría,/ quedo la casa pelada./ Pa' terminar la velada/ yo me chorié un bandoneón,/ un piloto Pantaleón,/ y el Loco la jeta hinchada.

17 de septiembre de 2009

Censura de libros en escuelas de Puerto Rico

La escritora Mayra Santos-Febres cuenta acá sobre la censura que el Departamento de Educación de Puerto Rico decidió aplicar al prohibir una serie de libros literarios por no ser modelos de moral y ética. Arriba un fragmento de la carta.

12 de septiembre de 2009

Maradona acumulado

por Pedro Mairal

Siempre me obsesionó el famoso gol de Maradona a los ingleses. No me canso de verlo una y otra vez porque Maradona corre ahí como un cazador amazónico, esquivando plantas, saltando matas, se inmiscuye, se cuela por el tiempo europeo (el tempo, el timming). Pícaro, corre como un chico, es un chico y los rivales lo marcan como adultos indignados. Maradona corre como fuera de la ley, eludiendo la rectitud moral del hemisferio norte, se escurre, se filtra, y a la vez no toca muchas veces la pelota, la deja ir, la libera hasta ponerla a salvo en el arco. Se la va pasando a sí mismo, al sí mismo que va a estar más allá, más adelante después de saltar al defensor, después del sobrepique, del cambio de ritmo. Se precipita, se cae, y a los cultores del fair play no les queda más remedio que faulearlo, pero como es un chico que se la robó, se la lleva y se la sigue llevando. Los ingleses parecen enyesados, parecen estar jugando a otra cosa, como si de repente les cambiaran las reglas de ese deporte inventado por ellos mismos. No entienden ni preven el individualismo latino; Maradona nunca se la pasa a Valdano, el compañero que tiene al lado. Todo dura 9 segundos. Mete el gol. Elude hasta al camarógrafo. No lo pueden alcanzar ni los compañeros de equipo para abrazarlo.

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento mediático, lo vemos parado al borde de la cancha, pero ahora como DT con sobrepeso, mirando el espacio invisible de su gloria, agarrándose las manos detrás de la espalda por la impotencia de no poder intervenir de manera directa en el partido donde sus once jugadores son once inútiles simplemente porque no son Maradona. Ninguno es Diego, ni Messi, que por alguna razón geofísica juega mal al sur del mundo. Hay que ganarle a Paraguay, corremos peligro de quedar eliminados del Mundial de Sudáfrica; hasta la Presidenta Cristina Fernández le habrá metido presión con un “Vamos Diego que el año que viene ganamos el Mundial”, un Mundial indispensable para tapar el gran desastre de patacones y bonos truchos que puede venirse en las provincias. Hay que ganar y Maradona se acumula a sí mismo, mira duro tratando de hacer telekinesis, tratando de dominar la pelota con la mente. Un pelotazo de Paraguay pega en el palo, un casi-gol peligrosísimo, una taquicardia bien disimulada por el Pelusa. Hay que hacer buena letra ahora que los goles reaparecieron, los goles liberados para la gente, aunque TyC se vengue pasando a cada rato el video institucional de sus 15 años donde Diego los felicita por haber hecho tanto por el fútbol y les desea muchos años más, hay que ganar y volcarse hacia la imagen nueva de él regalándole a la Presidenta la camiseta de la selección. Pero la selección está dispersa, no se asume como equipo: Verón se mueve espasmódico por la cancha, rifa pelotas aéreas, Messi no logra jugar con sudamericanos de pata pesada, no esquiva a nadie en esta desprolijidad general del fútbol sudaca, y la defensa hace agua. El año que viene es el Bicentenario, está todo el marketing patriótico armado en combo con el Mundial, es todo una misma gran escarapela redonda, la patria del fútbol, el fútbol de la patria, no nos podemos quedar afuera, no nos puede ganar Paraguay, pero Cabañas hace una pared con Barreto, Haedo recibe un pase exacto, patea al arco y gol de Paraguay. Un desastre. Tan fuerte vibra el estadio Defensores del Chaco que falla el cable coaxil y la imagen del Diego cerrando los ojos se pixela como si estallara de bronca en mil cuadraditos.


Diario Perfil, 12 de septiembre de 2009

11 de septiembre de 2009

Teoría sobre este Messi

p. mairal

En general la mayoría de los argentinos no vemos los partidos enteros de las ligas europeas donde juega Messi. Estamos acostumbrados a ver en un minuto el compilado de sus goles, sus jugadas de lujo, sus tiros libres clavados en el ángulo. No lo vemos pifiar, no lo vemos cuando se la sacan, cuando no logra pasar la defensa, cuando no llega, cuando le falla un pase. No vemos los pifies de Messi. Vemos un Messi editado. Quizá sea cierto que Messi está jugando con menos habilidad y ganas en la selección que en el Barça, pero cuando lo vemos con la camiseta argentina a punto de patear un tiro libre, con toda naturalidad esperamos que haga lo que nos acostumbramos a ver, que meta la pelota en el arco de una manera increíble. Pero Messi a veces pifia, aunque los argentinos no lo podamos creer. Nuestro desencanto con Messi es mayor de lo que debería ser simplemente porque nuestra expectativa es demasiado alta. Queremos que haga siempre lo imposible, queremos al Messi del compilado y ese Messi no existe en tiempo real .

7 de septiembre de 2009

Desde el camión

Para una nota que va a salir en la revista Brando, me subí en Gral Rodríguez a un camión que iba a Gral Pico, La Pampa, y de ahí a Victoria, Entre Ríos, pasando por Santa Fe. Mientras trato de escribir el relato (porque me da mucha ansiedad escribir), edito las imágenes que filmé en la ruta. El video dura 2 minutos y medio. Le mando de acá un abrazo a Javier Gareis, el camionero entrerriano que me tuvo tanta paciencia y hasta desenganchó el acoplado para llevarme a la terminal.
p.mairal