Pedro Mairal
Con una mano sostengo a mi hija recién
nacida, con la otra escribo esta columna, con la otra le abro a la
gata que quiere pasar a la cocina, con la otra agarro la tostada...
soy Visnú, el dios de muchos brazos. Ya vengo ejercitándome desde
que el verano pasado en Montevideo, en una de esas fiestas de terraza
a la que caímos de rebote con un amigo, surgió el uruguayo del
futuro. Fue así: encontré un bracito de muñeca dando vueltas entre
las macetas y me lo puse asomando de la manga corta de la remera, a
la altura de la axila. Parecía real, era medio impresionante. Entre
los dedos del bracito puse un cigarrillo. Entonces me manifesté ante
los presentes: “Soy el uruguayo del futuro, vengo a mostrarles el
brazo suplementario que luego de generaciones y generaciones irán
desarrollando para sostener el termo. La mutación será lenta pero
ya está en curso. Aquellos de ustedes que sientan un leve rollo
sobresaliendo a la altura del sobaco son los más aptos. Ése es el
tímido comienzo de lo que será el tercer miembro superior que les
permitirá recuperar la movilidad de ambos brazos sin soltar el termo
y el mate”. No me echaron. Al contrario. Supongo que el Fernet
(muchos montevideanos toman Fernet) ayudó a que mi aparición no
cayera mal.
Mi hija solo se duerme en brazos. La
miro. Es más chiquita que un haiku. Entra entera en un diminutivo.
Como dice e.e.cummings: “Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos
tan pequeñas.” Y ella tiene solo dos, por suerte; se las conté cuando
nació. Fue el día del Habemus Papam. En las primeras contracciones
de la madre yo llevaba y traía toallas calientes, vasos de agua
fría, cronometraba intervalos, hacía llamados, ya empezaban a
brotarme los demás brazos. En una de las pasadas frente al televisor
sin sonido se vio la fumata blanca, en otra pasada el titular
urgente: El Papa argentino. Se lo conté a la parturienta. ¿Esto le
juega a favor o en contra a Cristina? Si lo sabe usar, a favor, me
contestó la licenciada en ciencias políticas entrando en el trance
de la siguiente contracción. Y tenía razón. Días después estaba
la presidenta vestida de negro Darth Vader: con una mano desenvolvía
el mate de regalo, con la otra la yerbera, con la otra el termo, con
la otra no se atrevía a tocar la blancura inmaculada de su Santidad,
y juntaba las dos restantes entre las piernas, en gesto de escolar
arrepentido.
Ahora mi niña arruga la cara y se pone
una mano en la frente como un mini luchador de sumo que se enteró de
algo tremendo. Se dio cuenta de golpe adónde la traje. Se suponía
que éste era un estado laico. Ahora se va a volver todo más
católico. No franciscano y humilde, sino más bien con ese aire de
Versace que tiene el Vaticano. Aquella propuesta de la jueza Argibay
de sacar los crucifijos de Tribunales no prosperará. Sumemos la
teatralidad eclesiástica al estilo ya de por sí teatral del
peronismo y pensemos en el resultado. El papa peronista. Es una idea
genial. El gran guionista que escribe la película de este país se
está luciendo. Se viene el cirio pascual hasta en las tortas de
cumpleaños. El papa tocando el bombo en la capilla Sixtina. Los
retorcidos profetas de Miguel Ángel lo miran de reojo.
Ella sacude los brazos, como si temiera
caerse para arriba, le da vértigo ascendente. Vértigo de futuro. Y
tiene razón mi niña. Qué país más raro y mazorquero. Un país
donde se colgaba el retrato del gobernador Rosas en el altar mientras
se celebraba la misa. Esa energía recursiva se vuelve a activar en
la nueva era, Iglesia y Estado potenciando sus liturgias. Con cuánta
naturalidad el presidente Mujica se omitió de la ceremonia de
asunción del papa: “Uruguay es un país absolutamente laico, la
Iglesia está separada del Estado desde principios del siglo pasado".
Un país tan cercano y tan distinto.
La hija de este gorila hereje abre los
ojos. Mira con asombro la luz. Busca tetas en el aire. Mi tamagotchi
glorificado. Se chupa una mano. Hace un mini puchero, le tiembla la
pera. Habemus niñam. Vino con un papa bajo el brazo. Entró llorando
al país que se viene. Daniel Scioli y Karina Rabolini de rodillas
rezando como en ese aviso para su campaña, en La Nación. Macri
declarando asueto escolar para que los niños de todos los credos
puedan ver la asunción de Francisco. Esto lo tiene que haber
inventado Cucurto, es el realismo atolondrado. Dios interfiriendo a
través del papa cuervo en el resultado del torneo de clausura para
que gane San Lorenzo. O quizá lo inventó el poeta Fabián Casas.
Los dos están metiendo mano en la obra del gran guionista, no cabe
duda hija mía.
Perfil, 23 de marzo del 2013