30 de diciembre de 2006

29 de diciembre de 2006

La vida doméstica presenta sus metáforas

La mirada

por Miguel U.

Soy mirón, pero no de los que se dan vuelta, ni de los que hacen un comentario, y menos que menos de los que quedan ahí parados mirando al cielo, juntando las manos, al estilo Francella. Yo casi no muevo la cabeza. Casi. Tiendo más a la hernia ocular, al peligro de quedar con estrabismo permanente. Disimulo y disfruto lo que está en mi campo de visión. Me impresionan un poco los tipos cuando miran a las minas, serios, como asustados, enajenados. Me da algo de vergüenza pensar que quizá a veces hago lo mismo, quizá pongo la misma cara. Cara de desamparo, de acecho. Ese instante raro en plena ciudad cuando parece que empezara un documental sobre hormonas y mamíferos.

26 de diciembre de 2006

El Edificio

por Fabián Casas


El gigante torpe que vive hacia el fondo de la calle
dejó caer la cuchara
y el ruido sonó como un cañonazo
e hizo saltar a las palomas.

Las pertenencias de Juan
caben en el perímetro de luz.
Salvo eso, todo el edificio está a oscuras.
El Identikit da vueltas por la ciudad.
La gente, cuando cae la noche, apura el paso.
En el patio interno del hospital,
unos cincuentones charlan y fuman
mientras esperan que el médico de guardia
les diga sí habrá un lugar vacante
en el póker del próximo domingo.
Juan, estás solo como un perro,
sos el Mejor Amigo del Hombre.



(de Welcome to the Horla City)

25 de diciembre de 2006

S’amor non è, che dunque è quel ch’io sento? (verano)

por Rodrigo (Fideos con manteca)
Tengo el choto como una brújula buscando el norte, el norte está, el norte es el verano. El verano, guerreando a palazos en la nuca: cosas; che, cosas de propaganda de Quilmes y ahora de Brahma también. Cosas entre fruta, frula y arena, empalmables, ellas son de esas que te hacen dudar entre tratar de abrir y meter la jeta de una y lastimar pezón o apoyar la cabeza, decir venite, o temblar, o gritar, gritar como el primer tipo del mundo, como el primero en ser violado por una bocha posibilidades y el primero en tener que echarlas a todas por la verga. Minitas gritando coloridas en la tv mientras yo transpiro y no estoy solo: ellas saltando, troleando y jugando en el agua, ellas las que bailando hacen pasitos nuevos, las que riendo sacan piel y tiran remeritas, hombros y caderitas saturadas de gambas para los costados: se te aparecen inyectando en treinta segundos y muestran lo que más me gustaría hacer en el mundo: aplaudir, che, no hay nada más justo, aplaudir fuerte hasta quedar del culo; o mejor, animales ellas, yo soy una calle chiquita y pretenciosa, animales ellas desfilando, haciendo ruido.

23 de diciembre de 2006

Espacio rítmico

Este video de Michel Gondry hecho para Star Guitar de Chemical Brothers tiene algo raro: el espacio se vuelve rítmico, las cosas aparecen por la ventana del tren al ritmo de la música. La música provoca el paisaje pero a la vez el paisaje provoca la música. La arquitectura a veces habla de superficies rítimicas (una línea de arcos iguales intercalados con uno desigual, etc). El espacio está lleno de música.



Más Gondry - Gondry - Gondry - Gondry - Gondry - Gondry - Gondry - etc.

22 de diciembre de 2006

El martes...

...no te cases ni te embarques. Mejor enamorate en Pachamama.

El perro de los vecinos

Por Luis Chaves

El perro de los vecinos mordió una vez al dueño. Lleva tres años encadenado al portón del garaje. Hoy volví de noche y vi ese bulto negro dormir con los ojos abiertos.

Venía de verte después de varios meses de incomunicación. Mentí cuando hablé de progreso, como antes mentía sobre la fidelidad. En la mesa contigua había más cervezas que personas y en la nuestra, cuando te inclinabas, me cegaba desde atrás un reflector.

Ahora pienso en la mirada hueca del que ya no es una mascota y en que no soy peor que mis vecinos.

Un día voy a liberar a ese perro. Un día seré yo el del resplandor en la cabeza.


(de Chan Marshall, 2005)

17 de diciembre de 2006

La casa de Cacho

por Washington Cucurto


Junto a la casa de mi hermano Cacho, en Quilmes
-¡qué casa tan fea llena de chapas oxidadas!-
cuánto barro y perros se amontonan a su alrededor
dos paredes ennegrecidas por la lluvia y un montón de
chapas, fierros y ladrillos rotos.
Cachito tiene dos hijas, una rubia y otra negra.
Ahí está parado con un sábalo en la mano
que acaba de comprar en la Feria.
-¡Pilito vamos a comernos este sábalo a la parrilla!
Qué lejos está de mí Cachito, es como si hubiera vuelto a la infancia
y yo me hubiera quedado parado enfrente de su casa…
Mi hermano Cacho, vendedor en campitos de fútbol, mercados de verduras
y estaciones de micros… acá lo estoy mirando tal vez por última
vez, después de una nueva inundación, es como si el aire de los olmos
le hubiera soplado el pelo y lo hubiera levantado de su casa,
como a sus chapas.
Mi hermano Cacho volando por todos los rancheríos de Quilmes
como un Abdel Zalim o un Alí Babá de Domínico.
Fui a visitarlo después de la inundación con los muebles en el techo,
los gatos moqueando, los críos llorando, el barro en todas partes,
¡Roberto Carlos Vega!, querido, volvamos a nuestra infancia…
El barrio se convirtió en un delta sin islas, un delta de casitas de chapa
y latas de cervezas.
La ruta lejos… el asfalto un sueño imposible…
¡Esto es Florencio Varela hoy día, 2007, a doscientos años de la Revolución Tecnológica y a 50 años de la Revolución Cubana!
Y el Che, ¿por qué carajo se murió en medio de una selva sin monos?
Era lindísimo el Che. Y la Revolución Cubana, ¿qué hizo por nosotros?
Acá seguimos inundados a 200 años de algo y a 50 años de otro algo…
Como un jilguero, como una golondrina quilmeña mi hermano Cacho,
47 años bajo el sol y el agua.
Cachito… un corazón de oro
Cachito… se saca la camisa y te la da.
Cachito… enojado con Mostaza, le pide dos millones a Racing.
“-Mostaza, así se funden los clubes, se rompe el corazón del hincha.
Se muere el fútbol, ¡Mostaza!”
Acá estamos, Rev. Cubana, bajo la inundación más grande en Quilmes
como la nevada de Rawson en el 72,
el lugar común de las cartas, la nevada de Rawson. Hoy,
en Quilmes, la inundación.

16 de diciembre de 2006

La misma luz en todas partes

por Damián Ríos



Este es un poema dedicado:

Marina, Julia, Germán, Mariano.








Empecé otro
sobre bichitos de luz, aviones
y ruidos de gente sola que se conecta
a cualquier hora o
llama por teléfono y todo se mezcla
con el pedo de mi viejo un verano
a las tres de la tarde,
cuando no es mi viejo todavía,
es mi papá,
y falta un rato para que empiece a entender,
tengo los pies metidos en el barro.

O las luces de los aviones
o las de los bichitos de luz,
o las que se reflejan en las caras de los
que hacen fuerza con los dedos,
los codos, los hombros y teclean:
serán las tres?
Son las tres o las diez,
hay sol, en algunas partes soy el uno
que se ceba un mate en un pe hache
en planta baja, arriba duermen ellas,
se dan vuelta, me tropiezo con un zapato,
pateo una caja de pastillas,
está oscuro.



Ay, cómo me duele la nuca
de tanto mirar de los aviones las luces
de los bichitos que andan al ras del piso
y se apagan, allá está, no, está allá, está:
el movimiento
para agarrar un bichito
de luz debe ser armónico
y calculado,
inclinando apenas los hombros y pensando vas a ver
bichito, vas a ver.
Después, cerrar las manos como un cuenco para estudiarlo.
Si se prende es porque está asustado,
si se apaga es porque está buscando novia
y piensa que para buscar novia
hay que ser medio canuto.



Ay, esa rama de sauce que una tarde mete
y saca del agua mi viejo, hace calor,
sigue sentado con el agua hasta
las rodillas al lado del titi,
su mejor amigo, me acerco y los miro.

¿Están en pedo?
Sí, están en pedo.
Todos merecemos estar en pedo.
Todos merecemos estar en pedo.
Todos merecemos estar en pedo.



Ayyy, cómo me duele la nuca
de tanto mirar aviones, luces, no es verano,
es primavera y el cielo está más negro
que nunca las estrellas esplenden porque la luna
se ve entera exactamente al otro
lado del mundo, o no, donde un joven maestro
chino la mira brillar y piensa con desdén
en los que están de este lado,
tengo los pies en el barro frío
y de abajo brota un olor húmedo y verde,
quiero fumar para secarme la boca.



El piloto, el copiloto y la azafata
cruzan el cielo manejando
y ven apenas un manchoncito de luz
que viene a ser el pueblito dónde mamá me dice que
qué ando haciendo en el bajo a esta hora,
cazando bichitos enamorados, mami,
los tripulantes me miran desde la cabina
y soy esta sombra buscándole la vuelta a esto,
se me va de la cabeza,
mi viejo no deja de sorprenderse
mientras mete y saca la rama del agua,
le pone el ojo, digamos, y después
lo mira al titi que asiente y mi primo me codea
(están en pedo, dice)
y a mí me gustaría poder contar
ahora una historia, sólo para ser bueno,
sólo para salvarme,
que tiene a una chica apenas iluminada
por el resplandor de su pantalla
a las tres de la mañana,
el pelo negro. Le gustaría estar durmiendo
para responder al otro día: estoy bien.

En una casa que no es su casa,
se mueve, va a su cuarto de dormir sola,
¿hay una escalera?,
corre algunos libros y abajo la pantalla se
apaga, pac, automática.



Y mi viejo que vuelve
a sacar la rama del agua, está en cuero,
el titi tiene la camisa desabrochada
medio flameando, al contrario de
sus rulos, firmes, ¿se quedará pelado
en alguna parte de esto
que va, viene y no sabe
para donde agarrar?



El uno baja al chino a comprar
cigarrillos y con la primera pitada
se empieza a llenar toda su casa de luz,
es decir que los dientes, los pulmones, el corazón
del uno brillan en la oscuridad
y le hace señas de luces al piloto diciendo
ey, entregá la azafata que acá abajo,
nunca, dice el piloto, acá estamos iluminados
por las luces del tablero.



La chica de nuevo baja las escaleras
haciendo el ruido
de la noche. El ruido de la noche es
igual y distinto en todas partes:
es el ruido del teclado,
de las ranas, de las puertas,
del ventilador de la cpu,
de la respiración pesada de los que duermen bien,
de la liviana de los que duermen mal,
de los ojos bien abiertos de
los que no pueden dormir y
agarran un cigarrillo con la mano izquierda
y con la derecha el encendedor,
e inclinan apenas las cabezas
que ahora también resplandecen, débiles.

Buenos Aires es un panal
de bichitos en el horizonte.

Que lo parió, dice mi papá,
y me mira. Se apaga
el sol, la siesta entera queda
a oscuras, y sólo mi papá y yo,
iluminados, empezamos a explicarnos
con los pantalones arremangados,
y una rama en la mano
que entra y sale de lo oscuro
por la que sube un caminito de hormigas
que después de estar un rato
abajo del agua sin respirar, no se ahogan.
No se ahogan. No se mueren.
¡Es raro!

¿Entendés?





todos merecemos estar en pedo
todos el uno el miguel la guadalupe la chichita la cecilia la cecilia la cecilia la cecilia lupe eleonora el chichí el puto elías el todos taco julia gaby fernanda josé silvia ilona todos ilu uli merecemos marina todos merecemos germán mariano nico estar julia marianino juancito ariel en pedo todos merecemos papá estar todos merecemos estar mamá en pedo

Todos merecemos estar en pedo
Todos merecemos estar en pedo
Todos merecemos estar en pedo
estar en pedo
estar en pedo

El heredero

por Ariel Schettini

Cuando mi hermana tuvo un hijo
no sabíamos qué tendría.
El crecimiento de la cifra de la superpoblación mundial,
un nuevo consumidor en el mercado,
o un agente de polución ambiental.
No sabíamos si mi hermana lo tenía
como una artista dispuesta a lo nuevo,
o como una perra resignada al trabajo de parto
que ofrece la cría al amo del Estado.
Cuando mi hermana tuvo una criatura
no sabíamos si traía
mano de obra desocupada.
Un obrero más sin autonomía
(mano de obra no calificada).

Y le pusieron Agustín en el Registro Civil.
Porque los pobres merecen el nombre
de sus Césares paganos y
de sus Santos patrones.

Y casi no teníamos nada para él
-tan nuevo y tan inempleable-.
Sólo teníamos para ese hijo
la bienvenida al mundo del trabajo.
Bienvenido –le decíamos-.
Bienvenido a las clases y a las calificaciones.
Bienvenido a los automóviles usados que repararás
en el taller, como tu linaje de mecánicos.
Bienvenido a la destrucción del Amazonas
y al Discovery Channel.
Bienvenido a la clase obrera.


(de La guerra civil, Norma, 2000)

13 de diciembre de 2006

Platón, humorista cordobés

"...estaban haciendo quitar los hierros a Sócrates en este instante y anunciándole que ha de morir hoy. Momentos después fueron a buscarnos y nos abrieron la puerta del calabozo. Al entrar vimos a Sócrates, al que ya habían despojado de los hierros, y a su mujer Xantipa, a quien conoces, sentada cerca de él teniendo en brazos a uno de sus hijos. Apenas Xantipa nos vio, prorrumpió en lamentos y a gritar, como suelen las mujeres en ocasiones semejantes:
-Sócrates -exclamó ella- ¿De manera que tus amigos vienen a hablar contigo por última vez?
Pero él volviose a mirar a Critón, y dijo:
-Que la lleven a su casa".

(Fedón, o De la inmortalidad del alma)

12 de diciembre de 2006

Lourdes

por Tatiana

vine en tren desde Nantes vine caminando un poco vi la pila de muletas de
piernas ortopédicas en la entrada pensando yo no me sacrifiqué así
virgencita lo mío es más complejo lo mío no se ve yo
no quiero morir como John John él no vio el horizonte en
la noche no distinguió cielo y agua cuando creía elevarse se hundía yo
quiero mi horizonte separando el arriba del abajo una voz diciendo
tibio o frío si estoy con los ojos vendados dormí pensando en la conspiración
a personas como yo la de allá me mira raro desde hoy me lee los labios ni
un millón de duraznos podrá salvarme por favor virgencita yo también
soy un fiel cordero, amén.

11 de diciembre de 2006

La pepa de Dalí

En una entrevista a Dalí en Youtube, que debe ser de los años '60, un cándido y chaparrito periodista mexicano le pregunta:

-Maestro, ¿cuál es la fuente de su genio?

-Yo creo que la fuente de mi genio es la estructura molecular del ácido desoxirribonucleico.

-¿Usted lo toma, o cómo es esto?

(vía Voyeur)

8 de diciembre de 2006

Nicoleta y sus guardaespaldas

Viernes 8, 20 hs. en Periférica, Centro Cultural Borges.

Lectura de Fernanda Nicolini, Ramón Paz y Washington Cucurto.

Hoy, cuidado con esto

Jueves 7 de diciembre 21 horas

Lectura NO ESTOY BIEN

(Moret, Muro, Nicoleta, Peyseré, Tatïanne)

Correspondencia anónima . Dobladores de cucharas . Galletitas dorga .

En: Centro Cultural Pachamama
(Argarañaz 22, entre Pringles y Estado de Israel)

6 de diciembre de 2006

Ensayo sobre las tetas

por Pedro Mairal
"Nuestra deslumbrante Carla Conte, por ejemplo, sabe hacer un mínimo taconeo entusiasta, un rebote de afirmación, de plena simpatía, de aquí estoy, que le provoca un temblor hacia arriba que termina en una especie de vibración de trampolín a la altura de sus tetas plenipotenciarias de chica de barrio. Un movimiento que le ganó televidentes y que detiene el zapping. Dentro de los cambios evolutivos, que van del homo sapiens al homo mediáticus, la función más importante de las tetas hoy en día ya no es la reproducción sino la capacidad para aumentar el rating".

5 de diciembre de 2006

MAXIM (cont.)

Como El libro de arena, a la revista Maxim le crecen hojas, aparecen más autores, más culos, más todo.

Texto: Federico Levín
Fotos: Magalí Flaks



RICARDO ROMERO

¿Quién es?
Ricardo Romero nació en Paraná, Entre Ríos, en 1976. Publicó la novela "Ninguna Parte" (2003), y el libro de cuentos "Tantas noches como sean necesarias" (2006). Dirige la revista literaria Oliverio, y es editor de la colección "Laura Palmer no ha muerto" de la editorial Gárgola.
¿Es un joven editor que además escribe?
Para nada. Leyendo dos líneas al azar de cualquiera de sus páginas se nota que le gusta escribir, que lo disfruta como sólo un escritor lo puede disfrutar. Aunque la combinación suele ser incómoda: Es como ser hincha de Boca y ser directivo de River al mismo tiempo. Tiene algo incestuoso y al mismo tiempo incómodo (bailar con tu hermana nunca es aburrido, o es incestuoso o es patético).
¿Qué escribe?
Fábulas de ahora, urbanas o suburbanas. Escribe sobre personajes perdidos, desolados. Podría ser un bajón, pero todo tiene un tono festivo y oscuro al mismo tiempo. En "Ninguna parte" el protagonista es un pibe que cae a un pueblo sin saber cómo, y ahí se queda, intentando entender, buscándose en ese lugar desconocido. En el libro de cuentos hay un basquetbolista frustrado, un negro yanqui de dos metros, que tiene los ojos más tristes del mundo. Se huele, en sus textos, una poética que tiene mucho de películas como "Magnolia" y de songwritters alcohólicos como Leonard Cohen o Tom Waits.
¿Por qué hay que leer el libro de cuentos?
Porque son cuentos poblados de personajes raros y muy potentes, de los que se pueden recordar para contar en una sobremesa. Los payasos depresivos, el desocupado que se fue a vivir a una fábrica, la chica que quería viajar en ambulancia, el alcohólico que se descubre suicida en una mudanza. Uno sólo espera que no sea todo autobiográfico. "Ninguna Parte" es biográfica en un sentido filosófico: estaba más perdido que perro en cancha de bochas. En los cuentos no puedo verlo tan claro, pero creo que en cualquier historia que uno escriba, siempre hay elementos biográficos, fragmentos que se deforman hasta formar otras historias y otras vidas.
Es para destacar también que no es un libro que amontona cuentos, sino que es un libro de cuentos que guardan algún contacto, una relación entre sí: todos estos personajes viven en la noche, en la misma noche: una que no se terminó nunca. En todos los cuentos está el extrañamiento porque no sale el sol, porque la noche se hace eterna. Sería raro, pero no podemos decir que no suena tentador.
Para leer escuchando: "Murder ballads" Nick Cave.Y bebiendo: vino tinto, cabernet sauvignon.





IGNACIO MOLINA

¿Quién es?
Ignacio Molina nació en Bahía Blanca en 1976. Publicó el libro de cuentos "Los Estantes vacíos" (2006). Administra el blog unidadfuncional.blogspot.com
Es bahiense y tiene treinta, ¿lo conoce a Ginóbili?
Por supuesto. Hasta jugó un partido contra él. Pero eso no viene al caso.
¿Salieron un par de reseñas de su libro, este año?
Por todos lados. Sorpresivamente "Los Estantes Vacíos", un libro de cuentos de un autor hasta entonces inédito, tuvo una presencia llamativa las reseñas de diarios, revistas e internet en general.
¿Cómo escribe?
Tanto en el libro como en su blog (en el caso de Molina el blog es un pilar de su escritura) se ve su estilo personal, reconocible: una mirada profunda sobre la realidad, una atención casi enfermiza a los detalles y una ternura extrañada ante las cosas del humano. Para todo esto, le queda muy bien el formato del texto breve. Así lo piensa él: No soy un militante acérrimo a favor del género, pero creo que un buen cuento contiene una tensión narrativa difícil de alcanzar en una novela. De todas maneras, muchos de mis relatos no obedecen a la estructura del cuento tradicional, son más bien como novelas en miniatura, o novelas llevadas a su mínima expresión.
Tiene un ritmo cansino, en el que parece que no va a pasar nada, pero se siente que algo esconde. Las tramas son sutiles y no tienen golpes de efecto; no intenta llamarte la atención de entrada ni agarrarte para que no te vayas, lo que hace que algunos crean que a los personajes de Molina 'nunca les pasa nada'. Error. Molina pinta amablemente unos cuadros, un poco intrigantes, un poco cómicos, y te pide que te quedes si tenés ganas. A los personajes les pasa de todo, pero él no va a andar diciéndolo a la vista de todos.
¿Y los cuentos del libro?
Los cuentos de "Los estantes vacíos" suceden Buenos Aires. Los personajes se mueven por la ciudad, se pierden, se buscan, se cruzan entre ellos y siguen sin conocerse, como si la misma Buenos Aires los moviera con sus manitos transparentes. Son casi todos jóvenes, todos son captados realizando pequeñas acciones, nunca nada trascendente: parecen poco importantes hasta para ellos mismos, y siempre un poco incómodos, como vestidos con trajes demasiado apretados. Una sensación que a cualquiera podría sonarle conocida.
Eso es lo impresionante del libro debut de Molina: como de a poco, mientras uno lee sintiendo pena por esos personajes, ellos se van haciendo cada vez menos visibles, menos importantes, y más parecidos al lector.
Para leer escuchando: Flopa Manza Minimal
Y bebiendo: Gin tonic.


(Y más autores acá. )

3 de diciembre de 2006

Entre culos

"Todas hacen propaganda del ano!!!" dice Cucurto en Zelarayán, y así se las ve a las chichis en el nuevo número de la revista MAXIM. Lo raro, lo increíble, es que, como apretados entre dos cachetes, felices, aparecen estos mushashos palabristas en la página 63 y subsiguientes. ¡Escaparse de la ansiedad de los suplementos culturales, aunque no vuelvan a abrirte las puertas, salirse del esnobismo de las publicaciones académicas, aunque se rían los catedráticos, entrar en las revistas cachondas, las revistas de autos, de cocina, de moda, de agroindustria! Eso hay que celebrarlo. Un aplauso para Levín, que hizo la nota, y para Magalí Flaks, que sacó las fotos.

Oliverio Coelho

*

Leonardo Oyola

*

Juan Terranova

*

Lucas Oliveira
*

Pedro Mairal

Se viene

Periférica 2006


Jueves 7 de diciembre
19hs. Presentación de video arte San Pedro. A cargo de Fátima Da Rocha Souza, del grupo Núcleo Danza, de Fortaleza Brasil.
20hs. Lectura de los poetas Eva Lamborghini y Marta Miranda.
20:30 hs. Presentación de revista Rigoleto.
Presentación del libro de poemas visuales de Clemente Padín

Viernes 8 de diciembre
19hs. Presentación de la artista Rene Hayashi. El Despacho, México. Participante del Programa de Residencias El Levante, Rosario.
19:30 hs. Disonancias existentes con el circuito del chileno enrelación a los circuitos internacionales a cargo de Jorge Sepúlveda,curador independiente, Luis Guerra, artista visual, Justo PastosMellado, crítico de arte y curador independiente invitado, Paula Coboy Paulina Marconi, directoras de TRASCHI.
20hs. Lectura de los poetas Fernanda Nicolini , Ramón Paz , Washington Cucurto.
21hs. Sergio Rios, México, Gerardo Jorge, Carla Sagulo.

Sábado 9 de diciembre
19hs. Lectura de las poetas Santiago Llach, Laura Wittner, Laura Crespi.
20hs. Editorial Mansalva presenta a dos de sus monstruos Alfredo Prior yRaúl Escari en un contrapunto impredecible.
21hs. El campo cultural del nordeste del Brasil. Fátima Da RochaSouza, Fortaleza, Brasil

Espacio Borges 2º piso. Capacidad limitada.

29 de noviembre de 2006

Darth Vader habría sido antes Don Segundo Sombra



Sr. Facundo Gorostiza:

Por medio de la presente rogamos se sirva tener a bien grabar en alguna oportunidad su versión folclórico-yupankiana de la música de Star Wars cuando aparece Darth Vader, aquella que usted ejecutara en la guitarra en la madrugada del 29 del corriente mes, rodeado de comensales más dispuestos al brindis eufórico que a la delectación de su innovadora música. Si llegara algún día a llevar a cabo tal grabación, sería un honor para nosotros subirla a esta bitácora. Desde ya muchas gracias.

Lo saluda atentamente.

El Sr. de Abajo

(acá, por el momento, la versión gringa orquestal)

28 de noviembre de 2006

Subrayando

“…sólo les quiero hablar de ella, de lo lindo que tiene el culo y de los besos profundos que me pega frente a la Facultad de Odontología, por Marcelo T, la calle más fea del mundo, el rioba más espantoso de Buenos Aires, pero por ahí se pasea mi muñeca, mi uturunca, mi amante jaguareté, mi jilguera mojada, la que me mató de amor, rosa de fuego en la penumbra de mi vida, camión ardiendo junto al río, vagón de subte quemado por los usuarios, que con ella me pongo metafórico, comparativo, nerudiano”.
(de El Curandero del Amor, W. Cucurto, Emecé, 2006)

27 de noviembre de 2006

En el cumpleaños de Funes

Muchachos del tablón (me refiero al guitarrista Incardona, el letrista Llach, el cervecero Loyds, el arquero Funes, y el remisero Mairal) que ayer se afanaron un matafuego en B. Mitre al 1700 y que cantaban agitando los brazos como si estuvieran en la cancha:

Eeeesaaas mootooos que vaaan aa miiill / soooloo eel vieentoo te haraaan sentiirrr!!!!

Devuelvanló.

25 de noviembre de 2006

Lecturas en Estudio Abierto

Sábado 25/11, 16.30.
Inés Acevedo, Marina Mariasch, Damián Ríos, Julia Sarachu.

Domingo 26/11, 16.30.
Daniel Durand, Laura Lobov, Marcela Mazzei, Cecilia Pavón.

Correo Central de la Ciudad de Buenos Aires (Corrientes 192).

23 de noviembre de 2006

A vos, Mati


(Sección Extraños Blogs Abandonados. Vía Perversa y Triunfarás)

Matías, cogías mal. O mejor: Matías Belloti, pampeano, DNI 25.332.579, cogías mal. Aprendé a chuparla ante todo. Quiero decir: bajá tres cambios primero. Eso de peli porno acelerado de lenguita a velocidad ventilador, no va. Despacio, Mati, despacio. Besame la coni como a una boca. Y las caricias tienen que ser hacia ahí. Por los muslos hacia ahí, desde las tetas y por la panza, hacia ahí. Como llevando la energía hacía ahí. No me gustaba lo que me hacías, basicamente. Me empujabas con la lengua, me apretabas como si intentaras doblar metal con la lengua. Tiene que ser como una boca, Mati, una boca. Y con fruición. Buscalo en el diccionario. Fruición. Al principio esa cosa como de hijo de agrónomo que tenías, ese cinturón con guarda pampa, esos náuticos y tus camisas cuadriculadas, tu cuenta ganado recién abandonado por vergüenza de pasar por provinciano, tu cosa de chico bien pero de pueblo chico, tu andar así de hombrón, de pesadote, me calentaba mucho. Tu cosa campechana, tus manazas. Nunca pensé que un chico de Santa Rosa iba a ser así de acelerado. Sosegate, Mati, sosegate. Una vez mi profesor de natación me dijo "Vos no sentís nada cuando nadás. Sentila al agua". Y así empecé a nadar como de nuevo, a empujar el agua con la mano, el agua como aire denso para volar. Mati, espero que leas esto. No me dejaste explicarte nada. Tampoco me dieron muchas ganas. Pero a veces te extraño. Y no te pienso pedir perdón.

22 de noviembre de 2006

Total discreción

por Adriana Battu

Once de la mañana, me decido, llamo a La cautiva y pido la mariposa vibradora. La traen en dos horas. Prometen total discreción. Espero. A la hora y media, timbre. Bajo. Un chico en motito, casco a medio sacar, me da una bolsa de papel madera. En eso llega mi vecino Juan Carlos, con su look modelo de Modart de los ochentas, peinado de foto de peluquería, jopo, bigote, padre de familia. De buen tipo que es, me espera con la puerta del ascensor abierta.
-Subí, subí -le digo desesperada.
-No dale, espero. No hay nada peor que se te enfríe la comida -me dice.
Termino de pagar los 99 pesos, cierro la puerta y me meto en el ascensor con él.
-¡Eh, 99 mangos! ¿Qué se pidieron centolla con ostras?
-No, lo que pasa es que tenemos cuenta y andábamos debiendo.
Cuando llegamos a mi piso, me dice:
-Provecho.
Le agradezco con la sonrisa más delatora de la tierra y me pierdo en mi casa.
¡Gracias, Juan Carlos, seguro que lo aprovecharé y hasta quizá te dedique un vibrato celestial, un galope por el cenit en mi mariposa nueva!

A campo abierto

"Irala preguntó dónde estaba el baño; don Alejandro con un vasto ademán, le mostró el continente. La noche era de luna; salí a dar una vuelta y lo sorprendí, vigilado por un ñandú".
(J.L. Borges, El Congreso)

Taller de edición independiente - Info

Taller de edición independiente, de Washington Cucurto y Santiago Llach

Lunes de 21 a 23, en el Centro Cultural Rojas. Comienza este lunes 27 de agosto. Duración: ocho clases.

Inscripciones en Corrientes 2038, de 10 a 19 horas.

Programa

Presentación y objetivos.

Las nuevas tecnologías informáticas y de impresión, así como la transformación del mercado editorial en América latina, han modificado la relación del autor literario con sus escritos y con la circulación de estos.

Hoy en día, el modelo del escritor que le confía los textos a su editor y se desentiende de ellos es desafiado por este nuevo paradigma.

Es cada vez más común que el autor tome en sus manos la impresión, la encuadernación, la publicación en internet, la distribución, el marketing e incluso la venta de libros. Esta situación tiene también implicancias políticas y económicas que serán tenidas en cuenta.

El curso se propone analizar las nuevas herramientas a disposición y estudiar algunas experiencias de edición de pequeñas editoriales. Será a la vez un ensayo inorgánico de historia cultural reciente y un espacio de experimentación en torno a las nuevas prácticas de la intervención. A los alumnos se les pedirá que elaboren, en grupos, un proyecto de edición-publicación-intervención artística que incluya estas nuevas herramientas.

Modalidad

Será un curso teórico-práctico sobre la experiencia de la intervención cultural. Las clases estarán divididas en una parte teórica y de análisis, y en una segunda hora de creación y elaboración de proyectos grupales de los participantes.

El curso en su conjunto será entendido como una experiencia de captación de tendencias urbanas que puedan relacionarse con la producción literaria o artística. Se procurará restablecer una vinculación entre el espacio estrictamente pedagógico del curso y la experiencia concreta de la vida en la ciudad, en la intuición de que sólo una actitud atenta frente a lo que ocurre en la ciudad puede producir experiencias de intervención cultural.

Reuniones 1 y 2: Algunos apuntes colectivos en torno a lo que entendemos por "cultura" y por "literatura".

Reuniones 3, 4 y 5 . Análisis de experiencias en la historia de la intervención cultural en América latina: las últimas vanguardias, el arte conceptual, los movimientos guerrilleros, colectivos artísticos en las democracias latinoamericanas.

Tupamaros. Las Yeguas del Apocalipsis (Chile). Nadaísmo (Colombia), generación del 70 en Perú, generación Xerox (Brasil). Interventores culturales mediáticos. La cumbia villera. La guerrilla colombiana y su influencia en autores contemporáneos. Los nuevos impulsores del arte chavista. Los poetas mateístas. Editorial y galería de arte Vox, una experiencia inesperada en la ciudad de Bahía Blanca. Belleza y Felicidad. Eloísa Cartonera.

Pequeñas editoriales argentinas actuales.
Modo de intervención de autores latinoamericanos: Aira, Fernando Vallejo, Daniel Link, María Moreno, Jaime Bayly.

Arte después del 20 de diciembre. Ediciones argentinas independientes. Herramientas. El uso del panfleto, de la diatriba. La reseña literaria como intervención polemizante. Creación de hojas de poesía. Cultura bloguera: internet y la desjerarquización del saber. La crisis del valor en literatura.
Esténciles, pósters: intervenciones callejeras fugaces relacionadas con la literatura y la poesía. El escritor del momento: el blog. La fotocopia.

Reuniones 6 y 7: Los oficios gráficos. Procesos de producción del libro en condiciones precarias. Literatura y diseño. Herramientas de edición accesibles.

Reunión 8: La literatura y la vida: una experiencia sensible. Registro de paseos por la ciudad. Ruidos de la ciudad. Locutorios, canchas de fútbol, santerías, bares: inspiradores de la acción cultural. Intervenciones en las paredes de la ciudad. Tres barrios mirados desde la acción cultural: Puerto Madero, Constitución y la Boca.

18 de noviembre de 2006

Para Hilde

Por Miguel U.

Hilde, nunca se me ocurrió que pudieras leer en castellano, y menos todavía que te fueras a meter en este blog. Ya sé que no actuabas como si estuvieras enamorada de mí. Es algo que inventé, pero es verdad que los primeros días del seminario me perseguías y buscabas sentarte al lado mío y me hablabas. Yo soy un exagerado; cuando escribo exagero. Ahora que volviste a Austria, quizá algún día se te pase el enojo y entres de nuevo a este blog y leas estas disculpas. Ojalá.

Y ese comentario de que tenés menos sex appeal que la novicia rebelde también es una boludez de argentino canchero (boludez es algo parecido a estupidez pero también es insignificante, y canchero alguien que trata de hacerse el cool). De hecho, por lo que pasó después, te podés dar cuenta de que no es así. Me hiciste confundir. Me pisabas los talones, me buscabas. Después de que leí mi texto, volvimos juntos a los cuartos. Cuando nos dimos cuenta de que teníamos cuartos vecinos me pusiste una cara que me pareció sugerente. Ahí en el pasillo, quisiste ver mis papeles, te me acercaste mucho y entonces te miré. El pelo rubio por los hombros, los ojos claros medio achicados por los anteojos, los rasgos arios o eslavos, que acá vi que tienen algunas chicas paraguayas, que son medio alemanas, muy blancas. Estábamos los dos mirando el mismo papel, respirándonos cerca. Querías saber cosas de mí. Te conté que tengo un hijo, que estoy separado. Me preguntaste si íbamos juntos al paseo en bote más tarde. Te dije que sí, que me tocaras la puerta en un rato y me metí en el cuarto, nervioso.

Calculé que teníamos tiempo antes del “boat trip”. Te esperé. Podía ser. Había que probar. Acomodé un poco las cosas. Saqué la ropa tirada arriba de la cama. Me lavé los dientes. Me miré al espejo. Miré por la ventana. I was beside myself with expectation, o como se dice acá: estaba sacado. Después pensé que no venías. Y tocaste la puerta.

El truco fue fácil, hacerte pasar un segundo porque tenía que preparar algunas cosas antes de salir. Y entraste. Eso es lo que me rompe la cabeza y lo que Pedro y el polaco me decían después cuando les conté: Si una mujer entra a tu cuarto es para tener sexo (to have sex, decían). El polaco incluso decía que en el umbral de la puerta hay un cartel invisible, implícito, que dice: “From here on you are in the sex zone”. Por eso di vueltas, saqué del placard la campera aunque hicieran 25 grados en Cambridge, me rasqué la cabeza. Me reí. Me da mucha vergüenza cada vez que me acuerdo de esto. Qué torpe. Eso de mirarte y sonreir. Y vos como si nada, Hilde. Como si entrar a mi cuarto no fuera ya algo significativo. What?, decías. Im nervous, te dije. Why? Yo me acerqué. Y esa frase, esa frase que me salió: I feel very atracted to you. Qué mal. Merezco la muerte; todos los sepultureros del mundo estaban escuchando y se empezaron a reír en ese instante. Festejaron levantando las palas y se empezaron a pelear para cavarme la fosa. Yo no sé qué se dice en inglés. Quizá no se dice nada. No hay que hablar en esas situaciones. O quizá un Tengo ganas de darte un beso, algo así. Pero avancé con menos gracia que Frankenstein diciendo mi frasesita loser y, claro, esquivaste la situación, tímida, buscando la puerta. Y yo calmándote con lo de bueno no te asustes, junto mis cosas y vamos. ¿Tan desubicado estuve? ¿Tan mal leí los signos? Quizá los signos eran claros y lo que pasaba era que me estabas histeriqueando como adolescente que pone a prueba su poder de seducción. Y quizá lo que me gustaba era justamente tu seducción ingenua y alevosa. Salimos del cuarto y creo que, después de la conmoción, aliviané un poco el momento en la escalera diciendo: You got really scared back there Hilde.

Pensé que íbamos a poder hablar y reírnos en la caminata hasta el río, pero a la salida del college se nos sumó el italiano y ya la cosa se complicó y nos pusimos serios hablando de diarios, derivando entre equívocos y etimologías en común -no sé bien cómo- hasta el latín y Virgilio, antes de que se sumara la mujer paquistaní tan elegante (no me acuerdo su nombre) y nos dividiéramos en parejas –yo con el italiano, vos con ella- para poder caminar más cómodos por las vereditas medievales.

Así que me sumergí en las siete pintas de Guinness negra que me fui tomando en el pub y después en el bote. Tan lindo el recorrido, por ese río entre los sauces llorones, tan civilizado todo en el verano inglés. Las charlas globales, que se iban aflojando con el alcohol, a medida que avanzaba despacio por la campiña esa especie de arca de Noé con todas las razas representadas, los continentes, las carcajadas contenidas o totalmente desatadas según las distintas costumbres de los treinta y siete escritores invitados. Nos cruzamos poco y nada en el bote y me encargué de que me vieras hablarle un rato largo a la italiana. Una reacción infantil, ya lo sé, pero ¿qué más le queda a uno que el despecho?

Saqué fotos, brindé en varios idiomas, en ruso, en checo, prosit, nazdrave. Y a veces te tenía en el rabillo del ojo, incluso mientras caminábamos de vuelta de noche y yo seguía con lecciones de italiano: l’uomo piange perche la ragazza è lontana. Ya medio pesado el tipo, pero a la par con la lentitud del grupo, todos entregados a la corriente de pasos lentos por las calles oscuras.

Te coroné con mi indiferencia como si te importara algo. Hasta me senté en otra mesa cuando llegamos al pub. Conté chistes de los que me arrepentí, anécdotas que traducidas no tenían gracia. Sentí que encontraba a hermanos desconocidos entre los nuevos amigos que también sostenían vasos. Pagué tragos, hablé con el barman sin entenderle ni una palabra, hice muchas veces pis.

Nos echaron a las once, y a la vuelta te perdí en la confusión. Con el polaco compramos cuatro botellas de vino malo y caro en el único pub que seguía abierto. Vos ya no estabas cuando nos quedamos afuera, fumando, tomando vino blanco en las tazas del desayuno, cuando se armó esa semi pelea entre el ucraniano y el checo.

En algún momento hice un mutis por el foro y volví al cuarto. Resoplé, me reí solo. Ahí creo que te escribí la nota en ese inglés medio tarzánico y antiguo (porque las colonias atrasan y yo aprendí el inglés de una colonia). No me acuerdo exactamente qué te decía, algo así como que me perdonaras por haberte puesto incómoda pero que no me arrepentía para nada, que me alegraba haberte hecho saber que me gustabas, que eras sexy, hermosa, inteligente. Que me sentía medio viejo a los 37 años, que vos eras muy joven a tus 25. Que supieras que siempre ibas a ser linda. No sé. Algo así. La firmé y te la pasé por debajo de la puerta a las tres de la mañana. Me acosté. Me daba vuelta todo. En el baño vomité el vino blanco.

Al desayuno me pareció que nos evitábamos. Te me sentaste al lado después mientras nos hablaba esa escritora anglo-turca que no paraba de exaltar las aguas del Bósforo. Yo flotaba en mi resaca, medio fantasma de mí, medio ausente, entrando y saliendo de esa descripción demasiado enumerativa y poética de la ciudad de Estambul que iban leyendo. De pronto te vi escribir algo en una hoja nueva. Y me la diste. La puse en mi carpeta. Decía algo así como que quizá era cierto que vos eras demasiado joven y yo viejo, pero que yo te gustaba como amigo, in the friendship kind of way. Que ibas a guardar mi nota como uno tesoro. Algo así, hiper dulce y humillante. Quién me manda, pensé, a andar pasándome cartitas de amor con estudiantes de 25 años. Después afuera te dije: Me mataste con eso de ser amigos. Voy a ir al río y me voy a tirar al fondo. Por suerte nos reímos, eran las once y media y había sol, algo raro porque dicen que siempre llueve en Cambridge. Te pregunté qué decía mi nota, porque no me acordaba, estaba muy borracho: ¿Decía algo medio zafado? No, actually it was very sweet. Bueno, menos mal, entonces me alegra haberla escrito.

Durante la caminata todos juntos hasta esa librería, la situación pareció ir asentándose bien, con chistecitos, con comentarios a la pasada, “mi amiga Hilde”, “mi gran amiga Hilde”. A la vuelta yo -boca floja, escalvo de mis palabras- hablé de mi blog. Vos hablaste de tus padres, de cómo te cuidan y te vigilan. La niña dorada. Tu vida en Viena donde todo parece funcionar sin problemas. Llegamos y nos preparamos para la fiesta de la última noche. Varias horas tranquilos todos diseminados en sus cuartos.

Cuando bajamos a cenar te vimos aparecer con tu vestidito corto, los estiletos de gamuza roja como para pisarle el corazón a los hombres. Wow, Hilde. Porque hay que decir que te fuiste volviendo cada vez más linda con los días. Te fuiste soltado, desnudándote de a poco. Porque antes de mi bochorno te habías sacado esa especie de blusa al sol y te habías quedado en esa musculosa blanca mostrando los hombros, pero anunciándolo mientras lo hacías, no vaya a ser que alguien se perdiera tu show. Con esa actitud de hija única que me contaste que eras, tenías que llamar la atención. Me voy a sacar esto, hace calor, dijiste. Y la noche de la fiesta eras la más linda, con la boca pintada y con ese vestidito de breteles mínimos, muy corto, que dejaba ver tus piernas largas. Todos los hombres alegrándose de mirarte. Los profesores ingleses asombrados. La testosterona de la semana de abstinencia envenenándonos la sangre.

Me acerqué para decirte lo linda que estabas y sin mirarme me dijiste: So I have no sex appeal, ¿have I? Me costó entender, tardé en conectarlo con lo que había escrito en el blog unos días atrás. No podía ser que supieras eso, no había forma. Leí tu blog, dijiste. Fue el golpe de gracia, como sacar la tarjeta que dice “retrocede cuarenta casilleros”. Me debo haber puesto de algún nuevo color porque me miraste dolida y triunfante, y me hiciste una mueca medio frunciendo la boca y levantando las cejas. No sos vos, dije y me contradije: Es un chiste, además todavía no te conocía. Pero no me contestaste. Te pedí perdón. Y dijiste: Its your blog, you can write whatever you want in it.

No te pregunté ni me pregunté qué hacías leyendo mi blog, por qué te habías puesto a buscar en google mi nombre. No provoqué ninguna escena pasional en el jardín, ni discusión, ni llanto, ni besos en la sombra. Me pareció que era imposible remontar la situación y me quedé callado. Me dejé derrotar. La gente en la fiesta me decía que estaba muy serio. Te miré haciendo de maestra de ceremonias durante ese rato, todos embobados con vos, con tu personalidad directa, sin dudas ni inseguridades, tan linda Hilde, tan llena de vos, casi insoportable. Pero no podía dejar de mirarte. Aguanté un rato más y me fui a dormir temprano, después de que la poeta de Sri Lanka me leyó las manos y me dijo que no tengo corazón.

Así que ahora te escribo esto para vos. Para decirte que mi torpeza era lo único que tenía para ofrecerte. Para que todo esto quede escrito. Y para que el doble beso frío que nos dimos a la mañana siguiente en la estación se convierta quizá con el tiempo en un abrazo. Algo así.

Realismo

"A mí me leyó "Yira Yira" y no entendí nada. Siempre me acuerdo que vivíamos en el departamentito de Cangallo. Lo estrenó Sofía Bozán en el Teatro Sarmiento en la revista "Qué hacemos con el estadio" y ya lo cantaba todo el mundo por la calle. Una vez lo paró un reo y le dijo: "¡Qué mente!". "Si, -le contestó Enrique-, hoy me cortaron el gas." Y le explicó a este señor, que no conocía, porqué nos habían cortado el gas: no teníamos con qué pagarlo. No era normal mi marido, ¿no le parece? Si a mí me dicen "¡qué bien canta!", no les cuento una historia, ni les digo "Sí, pero no puedo pagar el gas". No era normal mi marido... "
(en una entrevista a Tania, la mujer de Discépolo)

Gran dibujante

15 de noviembre de 2006

Texto leído en la presentación de En Celo

por Esteban Schmidt
Quiero hacer referencia a un aspecto que se lee como controversial dentro del minúsculo grupo de personas que siguen los lanzamientos de las editoriales pero quienes, al verse todos los días y hablar siempre de lo mismo, desarrollan una endogamia que les hace perder de vista cuán pequeño es el mundo de la gente letrada y cuánto más pequeño va a ser conforme esto se vaya haciendo cada vez más pelota. Con esa distorsión, no se puede ver en la escala normal que tienen las cosas y nos permite decir como Bill Buchanan le dijo a Jack Bauer hace algunas semanas: Jack, calm down porque necesito ver the big picture.

El aspecto controversial que mencionamos es el abuso de la idea de la generación, tanto en la creación, como en la posterior promoción de este libro de cuentos de tapa verde y dos chanchos. Tanto la facción juvenilista militante como quienes integran el coro más que nada invisible y comentador que hacen crítica demoledora y resentida de cualquier cosa en la que no estén involucrados, pertenecen a un círculo muy insignificante de la comunidad, e incluso de la comunidad de compradores de libros. Quien revisa los libros en las mesas de las librerías no recibe ningún efecto negativo por leer que en la tapa de un ejemplar se enfatiza en los mejores de una nueva generación y nadie asocia esa referencia con nada que haya leído en el suplemento de cultura de Perfil, en el Radar o en el blog de nadies, ni se le ocurren asociaciones con otras generaciones de cualquier otra cosa; al contrario, todos estamos educados, y muy bien educados, para desear que los que vienen, hagan, y que los que ya hicieron, dejen hacer a los que vienen. Nadie, excepto esta minoría a la que pertenecemos, se abalanza romántica o irónicamente sobre un libro.

La idea de lo nuevo es siempre una buena noticia para la comunidad porque da esperanza en forma automática acerca del futuro. Las mamás compradoras de libros se ponen contentas, dicen mirá, escriben, no se van a Barcelona. Clarín, que es el diario siempre abierto a lo nuevo, y más que nada a lo nuevo que no jode, por cuanto se quiere asegurar los mercados presentes y futuros de lectores, sin estar prohijando yuyo malo, hierba venenosa para el negocio del grupo, se ha ocupado de darles su lugar también. Todos contentos. Todos para la foto con los gorritos de lana, hijos de puta. Hace frío, pero no es Toronto, no lookiés como neoyorkino. Foto aniversario del viaje de egresados a Bariloche, pero sin el coordinador que murió de sobredosis. Por suerte. Demasiado satisfechos por las aportaciones que no son para tanto. Y no me refiero a que los cuentos no sean buenos, porque au contraire, son buenísimos y los que no son buenísimos tienen muchísima onda.

Todos sabemos que los libros prácticamente no se compran, no se leen, que se editan tres mil ejemplares, dos mil, que increíblemente la propia editorial los tira muchas veces al bombo al no publicitarlos como es debido, y no es éste el caso, y que no importa casi nunca qué es lo que los libros digan o cómo lo digan, sino lo que los libros simbolicen, de qué puedan jactarse los compradores al tener el librito en la mochila o en la mesa de luz. Pueden decirles que son ciudadanos preocupados por temas de moda como la ecología, el armamentismo, la corrupción política, o que son simplemente modernos, o que son sanos. Uno puede pasear por la ciudad en esos camioncitos con los que se vende sandías en los pueblos diciendo que Felipe Pigna es un simplificador pero eso no va a modificar la necesidad que tiene nuestra gente de contarse la historia de su país de una manera simplota y auto incriminadora. Sus libros traen esas anécdotas de que a Belgrano le robaron los dientes de oro hace ciento veinte años y entonces ves que todo es cíclico y que si la historia se repite, nosotros no supimos ver y nos merecemos estar sonados. Te quedás en paz, pobre pero en paz. Gracias, Felipe.

Lo mismo con Marcos Aguinis. Un señor más o menos inofensivo que le explica a Mirtha Legrand con palabras sofisticadas que cómo estamos. Y cómo vamos a estar Mirtha, estamos como el ojete. Pero Marquitos no te lo dice. Conservando su seriedad boba, conserva lectores, que no son lectores, porque son apenas compradores, porque no hay nada para leer en esos libros. Viene todo masticado. No hay operación intelectual, no hay cadena semiótica, o sea, no hay un porongo.

Este país, como todo el mundo sabe, está destruido. Acá en San Telmo, sin ir más lejos se roban veinte semáforos por semana. Y en Paris no se roban semáforos. Y en Paris viajás en subte y tenés veinte tipos por vagón leyendo libritos de bolsillo, y acá subís a un vagón y no sacás un libro porque no querés desentonar, no te querés hacer el que lee, ahh mirá el señorito cómo lee, qué carita de enciclopedia que tiene. O sea nadie lee, ni siquiera los que leen, leen, porque no tienen con quién compartir lo que leen y además porque las series norteamericanas están buenísimas. Te empezás a bajar temporadas de 24, de Six Feet Under, de los Soprano, de Scrubs, de Traveler, de Weeds, y si te descuidás pasaste medio año sin agarrar un libro y después ya empieza la segunda temporada y después sale una serie nueva de una familia del medio oeste con hijos bizcos y tengo bajando Comando de Embarazadas, la segunda temporada sin subtítulos, y tenés las barras horizontales del emule al rojo vivo y esperás que se ponga verde y diga completo y no leíste nada. Fuiste al baño y cuando volvés aparece el burrito por abajo que te dice completo y te faltan los subtítulos, carajo, y no leíste nada.

Te pasaste mil y una noches viendo series y como tampoco sentís que te volviste un pelotudo, porque las series están buenas, bien escritas, bien actuadas, no leíste, te llevás el libro para el subte pero es lo que decíamos antes. Escribir, sin embargo, no sólo tiene su prestigio sino que, por raro que esto parezca, es más fácil que leer y al mismo tiempo uno siente que está dejando su marca en el mundo, y ciertamente te enganchás más minitas o minitos si escribís, que si lees. Si te disciplinás un poco, no es tan trabajoso. Una oración detrás de otra, dos personajes, un conflicto, acción, y ya está. Y ojo, generación joven, a apurarse con todo porque ahora hay como una moda en las terapias de mandar a escribir a los pacientes. Porque te va a hacer bien. Un día toda la ciudad habrá escrito la historia del día en que se le murió el perrito y lo enterraron en el jardín.

Tengamos entonces nuestra conversación endogámica de la generación que obviamente nos causa tanta gracia a tantos porque si uno se encuentra en un cumple con un pibito que dice yo, yo, shoo, todo el tiempo, que todo remite a él, bueno, decís pobre pibe, quedate quietito, no pasa nada, vos también vas a tener novia un día. No te apurés, sentate, y escuchá cómo hablan los demás. Pero hay que tener mucho culo para que los demás no digan yo, y yo, también. Lo mismo para este ejercicio público del nosotros, los jóvenes, uuu, qué jovencito que sos. Hablar de nosotros es para que otros digan ustedes. Pero tengo mis serias dudas de que ése sea el objetivo de la mayoría de vosotros, los mejores. Todos tenemos nuestras agendas secretas.

Ahora, si es una fuerza así como política de la literatura, nosotros contra los viejos, no funca. Es un sentimiento que se puede parar, que se tiene que parar. Hay cosas que a uno lo ponen felices pero debe abstenerse de festejar. Los que crecimos más complicaditos con la política, sólo podemos pensar en festejar públicamente elecciones donde nos va bien y hasta nuestros cumpleaños son muy moderados. Por lo tanto el activismo de los escritores jóvenes nos irrita porque estarían planeando nada más que la promoción de sus vidas. Lo cual es obediencia ciega a las reglas de funcionamiento general. La rebeldía, esa marca de la juventud, tendrá que esperar tal vez a otra generación. Gente que se enoje más y que se someta menos. Y que sonría menos. Que le parezca todo un poquito más choto. O sea, más como es todo. Y la cita cultural no redime. Citar a Puig, a Borges o Bioy no cambia la historia. Se puede ser un reclutador adocenado, un escritor adocenado, un lector adocenado, un presentador adocenado. La boludez tiene mil caras. Si digo pan, no comeré. Si digo pan, digo pan y si digo Puig, solamente digo Puig. Y no dije nada, la verdad.

Lo nuevo, decía, nos pone contentos y no es sólo en el capitalismo, uno de los dictadores más vistosos del siglo pasado, el compañero Mao Tse Tung, les decía a sus compañeros chinos: Lo verídico, lo bueno y lo hermoso siempre existen en comparación con lo malo, lo falso y lo feo, y reclamaba, Mao, que cien flores se abran y compitan cien escuelas ideológicas porque las plantas de invernadero no pueden tener gran vitalidad. Mao no hizo un corte por edades para definir lo hermoso y bueno y lo que sería salvado de su bestialidad, no dijo hasta 37 años o sólo pueden jugar los que son caballos o yeguas en nuestro calendario. La política lee en función de amigo/enemigo y el capitalismo registra y recorta en función de las necesidades del mercado. El campo cultural podría prescindir de ambos y dedicarse a encolumnar, pero no fanáticamente, en función de lo bueno y no de lo nuevo. Qué importancia puede tener si alguien escribió un cuento a los veintiún años o a los treinta. Cuando se lee, uno no dice ¡que nuevo!, suele decir ¡qué bueno! Para remediar eso, la editorial se ha encargado de decir que son los mejores narradores. Los mejores hacen cosas buenas.

Y sobre la idea de lo bueno es que la patria de los resentidos hace leña. Que alguien sea bueno suele ser insoportable para muchos. Los solapeadores leen en diagonal los cuentos o los leen enteros, y no les gusta, porque ya no le gustaban antes de empezar. De esos, uno no debería ocuparse. Son gente que le sobra a la comunidad. No dan nada, y se roban la polenta que tenemos para ir para adelante. Los que se quieren sentar a escribir y no se sientan nunca, los que no saben lo que quieren y lastiman a los que sí ya saben.

No puedo hablar mucho de los cuentos, pero me dan ganas, sí, de pelear un poco con el compilador que dice muchas cosas que me pusieron nervioso. Pero de pelear tranqui, basta de sangre. Diego dice que sobre las generaciones anteriores revoloteaban los fantasmas de Borges y Cortázar, y que sobre esta generación no, y entonces gozan de una libertad inusual. Qué tiene que ver. Loco.

No necesitan desarrollar su obra a partir de un diálogo constante con el pasado ni tampoco se plantean como desafío elaborar estrategias para superar a sus generaciones precedentes, es otra cosa que dice el Diego de esta gente.

Puedan desarrollar sus obras frente a los escollos del contexto, dice también, en lo que sería, Diego, una frase para cualquier contexto. Imaginaos si Dostoievsky quería cambiar el nombre de Rascolnikov por el de Gorbachov, era una tortura retipear todo de nuevo. Un joven narrador mejor, un mejor, cambia los nombres con el buscar y remplazar del Word y es un segundo. Y eso es un contexto macanudo, Diego, no jodamos. Y los diez días que conmovieron al mundo, ¿eh?, sin grabador, sin wi fi, sin barritas de cereal.

¿Cuál será el contexto al que se refiere el Diego?

Suponemos que la plata, l’argent. Que es muy bueno saber que es un problema sólo para el que no la tiene. Y es bueno saber que mucha gente estuvo mal siempre y que en todos los tiempos los escritores debían trabajar de cualquier cosa porque sino se los comían los piojos. En los curriculums de los autores, por otra parte, no se habla de sus patrimonios.

Y Diego sigue irritando. Dice: Al usualmente identificado máximo escritor argentino resulta un verdadero desafío a la imaginación suponerlo en sus prácticas íntimas. Irrita, porque una cosa es pensar eso y decirlo en un marco privado, como conversación liviana, y otro prologar un libro diciéndolo. No es por defender a Borges de la imaginación de nadie porque Borges juega simultáneas a ciegas con la imaginación de todos los que estamos acá y nos gana. Pero sí, porque habla de una visión del sexo limitada, en la cual los físicos y la actitud masculina caradura define al macho por sobre cualquier manifestación tierna. Y como Diego dice que esta generación no dialoga con fantasmas, creo que es cierto que, muy a su pesar, con lo que debe dialogar es con la pornografía, entre otras cosas, y el desafío intelectual es vencerla. El artista que intenta descomponer por medios estéticos las manifestaciones siniestras de la vida humana debe denunciar su aspecto oscurantista, ideológico y limitador de las pasiones. El porno enseña a pensar el sexo como algo duro y malvado. Y obviamente el usualmente identificado no pasaría un casting. Menos si la prueba se la hace Diego.

En cuanto a si Borges podía pensar el sexo, bueno, La Intrusa está colgada en Internet.

Les leo un pedacito:

Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristian llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados, bastaba que alguien la mirara para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.

El usualmente identificado prosigue:

La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.

Cuando pase el tiempo, obvio que la cuestión generacional va a perder dimensión. Cuando ya estás lejos, no se ve nada para atrás, sólo lo que resalta en serio por lo bueno casi siempre en este campo, gracias a dios y la virgen. Si uno pudiera desear algo para esta generación es que calle como generación y escriban porque sí o que no escriban si eso les va a cagar la tarde.

Escribir y callar.
Y no regalar la leche.
agosto, 2007

Museum of Bad Art


A no perderese el Museo de Arte Malo. Tiene tres secciones:
Retratos
Paisajes
Fuerzas ocultas

Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás

No será "pum para arriba", pero qué letra. Poesía argentina en su mejor estado. Discépolo ve la indiferencia del mundo que sigue girando (yirando) sin importarle tu sufrimiento. Pinta una serie de mini escenas que son casi cómicas por lo patéticas y crueles. Un tema eterno. Los soldados romanos jugaban a los dados al pie de la cruz.




Yira Yira (1930)
Cuando la suerte qu' es grela, / fayando y fayando / te largue parao; / cuando estés bien en la vía, / sin rumbo, desesperao; / cuando no tengas ni fe, / ni yerba de ayer / secándose al sol; / cuando rajés los tamangos / buscando ese mango / que te haga morfar... / la indiferencia del mundo / -que es sordo y es mudo- /recién sentirás. // Verás que todo el mentira, / verás que nada es amor, / que al mundo nada le importa... / ¡Yira!... ¡Yira!... /Aunque te quiebre la vida, / aunque te muerda un dolor, / no esperes nunca una ayuda, / ni una mano, ni un favor. // Cuando estén secas las pilas / de todos los timbres / que vos apretás, / buscando un pecho fraterno / para morir abrazao... / Cuando te dejen tirao / después de cinchar / lo mismo que a mí. / Cuando manyés que a tu lado / se prueban la ropa / que vas a dejar... / Te acordarás de este otario / que un día, cansado, / ¡se puso a ladrar!

13 de noviembre de 2006

El cuarto de las abejas


por María del Carril

Fue la última en llegar, la sexta en irse. Llegó acompañada de Baby, su amiga y dama de compañía, su sombra marrón y ronca. Baby saludó estruendosamente desde la puerta, donde se detuvo para que todo se detuviera en honor a Rosie recién llegada. Una vez suscitado el saludo de la multitud indistinta, entraron. Cada paso duró una eternidad, Baby acomodando el suyo siempre al de Rosie, sonriendo a un lado y a otro con orgullo y emoción, como si acompañara a su muñeca a cuerda en una difícil prueba. Rosie caminaba erguida y lenta, mientras un ángel inexistente lanzaba desde lo alto pétalos tornasolados. Todos habían callado al verla llegar, enteramente de blanco, y ahora contemplaban el lánguido y ancestral desfile de Rosie con sus ojos grises cautivados por un fuego invisible.
Eligió el sillón verde frente al gran tapiz de la cacería, con el perro de fauces abiertas en lo alto del monte, y se sentó casi como si no pesara. Sus nietos se acercaron a saludarla en resignada fila. Ella dejó su mejilla derecha al ultraje, al roce de pieles blandas, de pieles batracias, de huesos y carnosidades, de mandíbulas y pómulos, de pelos secos, húmedos y mojados, con olor a shampoo o a colegio. El asco le provocó un finísimo quejido de abeja moribunda que nadie oyó, y tuvo que apretar un poco más la cartera sobre su falda. Después se acercaron sus hijos y sus nueras, y otras personas que entrevió como si fueran manchas de color y voces que se abalanzaban sobre ella, oliendo a vino y a empanadas. A Mari, que la saludó de lejos con un gesto servicial, la vio impecable en su uniforme azul, incomprensiblemente sonriente, como si fuera ella la de la torta de cumpleaños. Pero no la saludó. La dejó pasar con su bandeja de plata y su incomprensible sonrisa, y su cuartito al fondo, detrás del lavadero, con olor a ropa recién planchada.
Cumplido el deber, su forzada corte se disiparía, todos volverían a sus charlas y a sus posiciones. Alguien se quedaría con ella, tras una breve vacilación, con aire desamparado. Ahora vendría su mujer a rescatarlo, a adherirse, a decir pavadas, a impedir el encuentro mineral entre madre e hijo. A Enriquito lo vio crecido, con la voz cambiada, parecido a su padre; lo vio también huir de ella después de pisarle el pie, como si no la conociera. A Fernando lo vio gordo como un sapo, y profetizó para él una vida solitaria en el campo y algún hijo en el pueblo. Alguien andaba por ahí en camisón, no recordaba su nombre, de quién era hija. Parecía un monito. De su nieta mayor se avergonzó; de su vestido de playa, de sus rodillas, de sus brazos y de sus pechos estriados. Cuando se sentó junto a ella, Rosie tuvo que fijar la vista en el perro de fauces abiertas, anticipando la sangre en la creciente oscuridad del monte, hasta hacerla volver al abrazo del marido de apellido impronunciable. Sus nietas menores se habían agrupado al pie de la chimenea. Todas igualitas. Los pelos largos como yeguas, la misma ropa. Hablaban y se reían y fumaban y atendían sus teléfonos plateados. Grandes vulgares flores, tallos vigorosos, brutas y derrochadas, ya verían.
Alguien la observaría de reojo, con miedo a cruzar miradas; alguien esperaría en vano ser visto y comandado; alguien se preguntaría cómo habría llegado a estar tan perfectamente vestida, en virtud de qué sacrificios y contorsiones, con su pelo rubio, su traje inmaculado, sus medias que dejaban entrever el laberinto de venas turquesa, sus zapatos color perla. Alguien la recordaría nadando en el mar a la última hora, cuando ya no quedaba nadie, con su gorra naranja para no mojarse el pelo, nunca del todo sumergida en su nado lento y continuo de pez anfibio. Alguien recordaría el incómodo privilegio de haber sido convidada con algunas almendras, un día muy frío hacía muchos años, en el cuarto del fondo; de recibir en la mano esas tres almendras como si fueran de oro, siendo en ese mismo momento la primera en saber que en el cuarto de su abuela no había panales de abejas, que sus padres y sus tíos lo habían inventado para mantenerlos siempre lejos.
Cuando Rosie sacó el espejito de su cartera, todos sucumbieron a la tentación de espiarla. Con trémula mano, pasó el rouge por sus labios finos como tajos, dejando ver una vez más la completa noche de su boca. Algunos volverían a conjeturar: está rayando en la locura, no tolera un implante porque está demasiado vieja, es un llamado de atención, quizás una forma de crueldad. Sus hijos no aludirían al hecho.
Baby agarró a la cumpleañera, la hizo girar tres veces, la soltó y se quedó en medio del living, aplaudiendo. “¡Viva, viva!” Sabía que si llegaba a tomar un solo vaso de whisky, le cortarían una pierna. Ya se lo había dicho el médico, ya lo había desoído. Las luces del comedor se apagaron. La mujer del hijo menor de Rosie llevaba la torta. La luz de las velitas iluminaba su cara larga y descolorida, sus ojos cansados ya antes de nacer. Baby se quedó con Rosie, pero su cantó se oyó por encima de todos y sólo fue apagado al final por un ataque de tos que ahogó entre arcadas y manotazos de agua en el baño de visitas. Tirón de orejas, tirón de orejas –pensó Rosie estirando el cuello para ver un poco más–, nadie le tira las orejas a esta chica.
Los invitados volvieron a desparramarse, cada cual con su plato de torta. Padre, madre e hija se sacaban una foto para sumar al álbum del tedio y las celebraciones. “¡Foto con la abuela, foto con la abuela!”, gritó Baby al volver del baño. Rosie se enderezó para admitir ante todos el cuerpo de su nieta. Aplaudan, aplaudan nomás. La mano de la cumpleañera fue envuelta por la mano de nutria de su abuela. Por favor que no sonría, pensó alguien, pero el pedido no fue atendido. Baby le llevó a Rosie un pedazo de torta de cumpleaños, que permanecería intacto, y una copa de champagne donde quedarían marcadas dos líneas rosa de rouge y donde flotarían, al final de la noche, algunas cenizas. Alguien se sentó a su lado, le habló de médicos y de sanatorios y de la primera comunión de no sé quién en quince días en una capilla en no sé dónde. Ahí estaban sus cuatro hijos, cuatro pájaros graves, altos, hablando entre ellos y con algunos más, todos menos el quinto, el que había pasado por debajo del alambrado una mañana en que nadie lo vio reptar hacia la pileta y caer.
Se escuchaba la carcajada de Baby en el balcón. Su vozarrón y su tos. Era su momento para sí misma, su descanso y su fiesta, su permiso para fumar un cigarrillo, para tomar un poco de whisky detrás de alguna planta, algo para contarle a Rosie antes de que se durmiera, blanca y rígida en su camisón, habiendo deplorado todo, apoyada en su almohada de cristal, coronada de orquídeas, con la falsa beatitud de una torta de frutillas.

***

Otros cuentos de María del Carril:





12 de noviembre de 2006

Los amigos escriben buenos poemas

"...Ella me dio dos metros de tierra
para los huesos de mi Juan pretendiente..." (Rex)



"...y esa chica
cruzando mal la calle, no te parece
que sos vos cruzando? que sentís
el corazón puro de su miedo?..." (Heidi)

10 de noviembre de 2006

Plan Fornicar

Pocos recuerdan el escándalo del 2007 cuando frente a los escasos 35 mil subsidios de educación se otorgaron 400 mil planes trabajar y 550 mil planes fornicar, estos últimos, bajo el lema "todos tienen derecho a tener su chongo". A principios de ese año, anticipándose a las elecciones, el gobierno puso en marcha el plan para solteras y solteros insatisfechos. Todo comenzó con un spot publicitario donde se veía en segundo plano a un hombre bien proporcionado duchándose en un baño de hotel alojamiento y en primer plano una mujer que, cerrándose los últimos botones de la blusa, miraba a cámara sonriendo y decía "Ahora con el plan fornicar rindo mucho mejor". La voz en off cerraba el spot: "Argentinos, por un polvo digno".
Las colas para conseguir un plan fornicar fueron infinitas. Tristemente también lo fueron las colas para el reclutamiento de gente sexualmente atractiva que pudiera satisfacer la demanda, a cambio de 500 pesos mensuales. Como al casarse los miembros de la pareja perdían su plan fornicar, esto provocó una merma en el número de casamientos. Y como no podía ser de otra manera, se descubrieron muchos casos de gente que tenía varios planes fornicar, con los cuales conseguía favores políticos, o los usaba por ejemplo para regalar un plan fornicar a un sobrino en su cumpleaños de 15. Tener un plan fornicar se volvió común. Las gente decía "Tengo chongo a las tres en Colegiales". Era como ir al dentista. O decían "Cambié de gato porque me quedaba re a tras mano". Después de las elecciones, una vez perpetuado en el poder, el gobierno dejó diluir los planes fornicar hasta que se reabsorbieron a la oferta y la demanda de la prostitución habitual. Hubo algunos reclamos, pero no fueron atendidos, y el tema pasó a ser sólo parte del folclore nacional, casi un mito que circuló por unos años como si nunca hubiera sucedido.

9 de noviembre de 2006

Proyecto: poner un cabarulo que le haga competencia a Cocodrilo y que se llame La Ballena

"La literatura de ficción la inventó Jonás cuando convenció a su mujer de que había vuelto a casa con tres días de retraso porque se lo había tragado una ballena".

G.García Márquez (vía)

Una golondrina hace verano

Tres minas hablando en la mesa de al lado. Una dice:
"El de libra te quiere, te adora. Ahora... no te quiere más y olvidate, no le volvés a ver la cara".

Acá un buen diálogo femenino.

3 de noviembre de 2006

This video is no longer available

Los videítos sexies (ni siquiera eróticos), como el del post anterior, duran unos días en youtube, después la censura los descuelga. De hecho los usuarios mismos pueden clickear en "flag as inappropriate" y logran así que algo sea considerado inapropiado y al poco tiempo censurado. Lo significativo es que los videos censurados ni siquiera son imágenes de desnudos (no se ven conchas ni pezones ni pijas en youtube) y sin embargo los sacan. En cambio, en este tubo puritano, los videos de accidentes mortales o de gente matándose en la calle tienen larga vida sin que nadie los toque. Violence is as american as cherry pie, dicen. Acá van dos negros que se fajan por diversión, como encarnando el corazón de estados unidos, la oscura norteamérica profunda, lo más honesto que pueden dar los gringos. Hay más probabilidades de que descuelguen esto porque los tipos están con el torso desnudo, que por el hecho de que uno le rompe la cara al otro. Enjoy.

24 de octubre de 2006

Rita y Bertoni

por Fabián Casas
El otro día, escuchando hablar a Daniel Bertoni en un documental sobre el Mundial 78 –un documental crítico sobre la utilización del fútbol para ocultar una masacre- me vino a la cabeza la frase de Spinoza: ¿Por qué los hombres luchan por su opresión como si se tratara de su libertad? Spinoza supo contestar con su vida a esa pregunta: se negó a hacerse cargo de una cátedra de filosofía en la universidad de Heidelberg y rechazó además el dinero mensual que el Rey de Francia le ofrecía a cambio de que le dedicara uno de sus textos. Spinoza pensaba y escribía y para poder hacerlo sin interrupciones, no se dejaba seducir por boludeces. Trabajaba puliendo lentes y con eso le bastaba. Tenía una idea central para mantenerse alejado del poder: creía que quienes mandan son impotentes que encuentran una alegría compensatoria construyendo su poder sobre la tristeza de otros.

¿Pero qué decía Bertoni? Cuando le preguntaron si se sentía afectado por haber ganado un mundial organizado por la dictadura militar, contestó: “Yo hacía las paredes con Luque y kempes, no con Videla y Massera”. Lo cual era cierto. Dentro del juego, dentro del perímetro de la cancha, no había militares, pero el cemento con el que se construían sus paredes, estaba pagado por el Proceso de Reorganización Nacional. De modo que Bertoni –y muchos otros- a la hora de enfrentarse con los hechos políticos-con la vida diaria de ese momento- sólo elegían ser futbolistas: hamsters corriendo en sus rueditas en la pecera de vidrio que les construyó el EAM.

Y una idea, así al tuntún, me llevó a otra. La noche anterior al documental del mundial, había estado leyendo un ensayo que publicó Marcelo Cohen en su revista Otra Parte donde da cuenta de un posible mapa de la literatura argentina actual y cita, en el párrafo del comienzo –posiblemente como disparador de su texto- , la polémica que instaló el libro de Damián Tabarovsky “Literatura de izquierda” en un suplemento literario. Así que leí a Cohen y después leí el libro de Tabarovsky... [SIGUE ACÁ]

23 de octubre de 2006

Incluso al culpable


“…la tarea del escritor no consiste en acusar ni perseguir, sino en defender incluso al culpable, una vez que ha sido juzgado y condenado”.

Chéjov


Acá todos sus cuentos en inglés.

21 de octubre de 2006

Los niños cantores de Almagro

Habíamos bebido.

La primera vez

por Pedro Mairal
El jueves metí un golazo. Lo digo sin vanidad, sinceramente, porque es mi primer gol así, lindo, digamos. Los tipos que meten muchos goles no pueden decir una cosa así sin avergonzarse un poco. Y menos escribirlo en un blog. Pero la verdad, que tieniendo en cuenta que hace un año empecé a jugar al fútbol con estas dos piernas ortopédicas que Dios me ha dado de nacimiento, entonces me siento bien diciéndolo: metí un golazo. Creo que me la pasó el comandante, un pase a lo Riquelme, como empujado al medio. Entonces la dejé rodar hacia el área, la toqué apenas. Juan Diego me gritó “jugala acá, Pedro”, pero yo quería probar al arco antes de que me marcaran y la mandé. El Húngaro, que estaba de arquero, quedó petrificado, lo cual no va en desmedro de él, que es un gran jugador y ataja bien. Lo que pasa es que yo soy tan pifiador en el área que el tipo se quedó pensando que me iba a pasar lo de siempre: un semi tropezón, unos repiqueteos atolodrados y un pifff de pelota que sale en diagonal y se va a la mierda con comba. Pero ayer no. Ayer la calcé justo y la clavé en el ángulo. Qué lindo! Y lo hice yo! Creo que pegó en el travesaño, rebotó para abajo y picó adentro del arco. Esos goles que hacen ruido. Juan Diego, lejos de enojarse porque no se la pasé, decretó: “Esto es histórico”. Por eso lo escribo. Porque ayer, a pesar de que perdimos en los últimos dos minutos, me fui a dormir contento, acunado por una sensación de eslogans de autoayuda o de nike como "imposible is nothing" o "sorpréndete a ti mismo", cosas así, porque la verdad que fue una linda sopresa esto de meter a los 36 años mi primer golazo.

Desde Rosario

17 de octubre de 2006

La invitación

por Miguel U.
Supongamos que el mar llegara a Constitución. Que las olas pegaran en una escollera a tres cuadras de Constitución. Que hubiera una peatonal también, con locales de ropa, de souvenirs, y mucha gente, y un tipo que salta sobre vidrios rotos y pide monedas, y parejas viejas con hijos down, y amputados con tarritos pidiendo limosna, y un deambular de domingo en general, chicas con cicatrices, con labio leporino, un tipo con un bracito finito y corto. Y el mar pega contra una playa con espigones. El mar pega a tres cuadras de Constitución, y yo tomo un café en el bar viejo de uno de los muelles que levantaron hace años, cuando llegó el mar. Estoy sentado sobre las olas, las veo pasar, olas negras, fuertes, como si todo el piso se moviera por abajo del muelle, entre los pilotes del bar. Las olas se arman, se encrespan, pegan, pasan. Un mar muerto y potente que llega a la ciudad, hasta los edificios. Se va haciendo de noche, las luces de la costa flotan sobre la superficie cada vez más oscura y aceitosa, y hace frío. El mar llega a Constitución. Es el día de la madre y mi vieja está enferma y no sé qué carajo estoy haciendo acá, solo, en Mar del Plata.

14 de octubre de 2006

Cuando con vos me chocaron sentí lo mismo que sentí con Zama en un tobogán

por Rodrigo

Lo que te voy a contar es casi una revelación que, más que del corazón, emana verdades desde alguna parte del aparato digestivo, como si vivir fuera en su totalidad tragar y digerir, nutrirse o dejar que pedazos de la vida descansen en el cuerpo como huéspedes invisibles. De ahí a sentir lo mismo una y otra vez.

La cosa es que yo me fui a vivir a São Paulo cuando tenía 8 o 9 años. Mis viejos se habían separado, y mi vieja, brasilera, quería volver a su tierra y con sus hijos.

Tardamos tres meses para entrar a un colegio nuevo, a unas veinte cuadras de Jaçanã, mi nuevo barrio, al norte de la ciudad de São Paulo.

La mayor diferencia que descubrí entre los colegios de Argentina y Brasil es la indiferencia de los maestros y la amistad de los compañeros. Acá los maestros son impertinentes y los compañeros sentimentalmente impermeables, al menos por un tiempo. La indiferencia de los maestros en Brasil era principalmente porque teníamos uno distinto para cada materia. Por eso no eran tan metidos como los de acá, que son maestros que además de enseñarte, te quieren, y hay que bancárselos así. Vos eso lo sabés.

En mi primer día de clase, un chico petiso me recibió como si yo fuera su mejor archi amigo de toda la vida. Estaba contento porque por fin pudo conocer a un argentino. Me acuerdo que me contó que también conocía a un paraguayo y a un colombiano. No sé porqué me acuerdo de eso.

Te cuento, no te rías, yo casi ni hablaba, no porque no entendía el idioma, sino porque hacía más de un mes que no hablaba con nadie. Estaba realmente enojado con la vida. Quién carajo se creía que era mi vieja para llevarme a esa ciudad horrible.
Todos los brasileros eran como mi vieja. No me bancaba a ninguno, y lo peor, mi desprecio se entendió como timidez. Todos, imaginate, se creían con el derecho de tratar de hacerme encajar comparando los dos países. Y con esto además estaba el fútbol. Una mierda el fútbol.

A pesar de todo, en el cuarto mes de clases, empecé a tener amigos, gente con quién reírme. Principalmente por Zama lo digo. Nos hicimos amigos porque los padres eran espiritistas, como mi abuela, y eso del más allá siempre es algo que acerca gente. Me enseñó un juego para hablar con los espíritus parecido al juego de la copa, pero con un compás. O sea, la cosa se podía hacer en el aula, en matemática.
Jugábamos y nos contábamos apariciones. Yo le contaba las cosas de mi abuela y los sueños que tenía con santos y perros, Zama me contaba las defumaciones que hacían y cómo su hermano había incorporado a su tatarabuelo, que era un esclavo de Angola.




En una de esas estábamos con Zama en clase hablando como siempre de espíritus cuando entró un tipo de traje y una sonrisa de feliz cumpleaños al aula que, después de pedir educadamente permiso, nos invitó a todos a un lugar que se llamaba algo así como “Aqualand” o “Aqualandia”. No me acuerdo. La vuelta es que ese lugar, por lo que dijo, era diez o doce canchas de fútbol de 11 de toboganes gigantes y piletas y no sé cuántos millones de litros de agua. Nos invitaba a ir gratis, y además, nos regalaba un reloj a prueba de agua para probarlo ese mismo día.

Eso era buenísmo. En São Paulo siempre iban personas de empresas a regalarnos yogurcitos, cremas, perfumitos, juegos, remeritas y gaseosas al colegio. Eso era copado, lo gratis siempre es copado.

Otra diferencia con los colegios de Argentina es que en São Paulo no hacían excursiones a museos de no sé qué o campamentos y convivencias. Esto tiene algo que ver con eso de que los maestros no se meten en tu vida y también tiene que ver con que en el cuarto grado habían chicos de trece, catorce y quince años. Yo, que estaba acostumbrado a ir a campamentos y comprar recuerdos, linternas y cantimploras, me emocioné muchísimo; más que mis otros compañeros.
Era como compartir un poco de lo que me gustaba.

Cuando llegamos allá, bueno, te lo digo posta, el lugar era una patria aparte. Los toboganes se mandaban de un lado a otro tragando el paisaje de a pedazos, y el agua desde las pileta, era la miel perfecta que se te metía por la nariz y la oreja. Los trampolines colgaban del sol, cerca de las nubes, y los chicos caían como papel picado, abriendo las manos; asustados y felices. Y la risa, la risa y la risa drogada como el agua, las escaleras color brasil, los nombres desde todas las direcciones como el agua, tan melódicos como el agua, dibujados como el agua; los gritos, algunos llorando envueltos en toallas blancas de hacerles falta una paliza, las filas eternas, las ganas sacudiéndose los micro-pies en la madera mojada y golpeándose la cabeza para destaparse el oído, algunos agarrándose con los brazos cruzados y todos esperando caer de nuevo; caer: todo tal cual se desconoce y se sueña, pero de a muchos y más dulce, como el agua en el dedo más pesado de Dios .


Con Zama empezamos por tirarnos de los trampolines. Nos habremos tirado unas diez veces. Hora y media, entre filas y filas, para caer por segundos y expulsar el alma entre los muelas. Nos resbalamos en las cascadas, en los toboganes abiertos, que eran seis o siete, casi lo mismo, pero con el distintos nombres. Después a las piletas gigantes.

A eso del mediodía salimos con piel de viejo para tomarnos una Coca Cola y comer algo. Nos secamos los pies, entramos al local y paramos en una mesa verde contra un vidrio.

En esa estábamos empezando a hablar de algo, cuando lo vimos: loco, una bestialidad, la mayor atracción de todas, un enorme tubo dorado como una serpiente picando y envenenando pupilas, con mil vueltas y un río interno y chicos con convulsiones, péndulos y piñatas, sacudiéndose los pelos y las manos y casi echando espuma por la boca de emoción.

Hubo un gran silencio en la mesa, una mirada de Cartoon Network y salimos picando a la fila, que estaba a unos veinte metros del barcito.

Habremos estado otra hora y media para subir y cuando llegó el momento, casi sin pensarlo, nos abrazamos amagando al supervisor de caídas (pierna con pierna, cabeza con cabeza, brazo con brazo, dedo con dedo), respiramos hondo y nos tiramos juntos. Y lo mismo que sentí cuando el agua pasaba expulsándonos como a un torpedo, lo sentí aquella vez cuando nosotros dos, yo de acá y vos de Moreno, por la ruta, la Márquez, hasta el puente, después de la fiesta, en Morris, un sábado; cuando nosotros, digo, visibles e invisibles por los autos, viajando cerca del arroyo de Morón, casi en Hurlingham, recorriendo paisajes medievales; cuando vos coronada por la luz eléctrica, yo echando palabras como palitos de la selva por mi boca a tu cara que reía y afirmaba, que hacía lo que necesitábamos. Cuando yo llevándote, entre la tercera que salta y la cuarta que no, derecho a Podestá, a Pérez Galdós, cuando yo llevándote entre los pozos, la brea y el polvo y la tierra, en quince minutos llegamos, en quince, te dije; me tocás y vas a tirarme eterno y cósmico por la ventana, en quince, voy a caer como un cascotazo desde el puente a la otra ruta, que pasa por abajo, que viene del lado de San Isidro, José León Suárez, Villa Ballester, Campo de Mayo, Villa Bosh, Martín Coronado y va a Tessei, negra y verde por los perros: sentí lo mismo ahí, che, cuando por esa se vino sacadísimo un pistolita en un Ford Taunus rojo que llegaba tratando de pasarnos y nos puso en la puerta izquierda; cuando mi cabeza se hizo concha contra el panel, que se reventó; lo mismo cuando las llantas se iban para adentro con el vidrio que se partía pero no se rompía, y tu pie bailable en ocho contra el asiento, que se doblaba, por mis piernas contra tu estómago y el chocolate que te brotaba por la boca; tus ojos que se llenaban de tierra y venas a lo Molina Campos y miraban al forro del Taunus, que salía disparando por el parabrisas como Superman.

A Zama y a mí nos expulsaron del paraíso en ambulancia.