22 de septiembre de 2013

Soneto 18 - Shakespeare




tas más buena que un día de verano
mucho más y además sos más hermosa
el vendaval de enero es inhumano
y el verano es cortito poca cosa
el ojazo del cielo nos aplasta
y el oro de sus rayos devalúa
lo hermoso de lo hermoso se desgasta
porque el tiempo es un chorro con ganzúa
pero el verano tuyo no termina
nadie puede robarte ese secreto
ni la muerte que a todos nos fulmina
porque sos inmortal en mi soneto

mientras siga este mundo respirando
esto sigue viviendo y vos brillando  


(traducción: ramón paz)

*

Shall I compare thee to a summer's day? 
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date:
 
Sometime too hot the eye of heaven shines,
And often is his gold complexion dimm'd;
 
And every fair from fair sometime declines,
By chance or nature's changing course untrimm'd;
But thy eternal summer shall not fade
Nor lose possession of that fair thou owest;
Nor shall Death brag thou wander'st in his shade,
When in eternal lines to time thou growest:
 

So long as men can breathe or eyes can see,
So long lives this and this gives life to thee.




19 de septiembre de 2013

Evita y Arlt

César Tiempo

Yo era cronista teatral de un diario de la tarde. Caminando por el centro de Buenos Aires, por calle Corrientes, me encontré con Roberto Arlt. Era pasada la medianoche. Entramos a tomar un cafecito en el bar La Terraza, y allí nos encontramos con dos actrices muy jóvenes, muy delgadas y muy pálidas ... Una era Elena Zucotti y la otra Eva Duarte. Arlt no las conocía, yo sí, pues habían venido a la redacción del teatro más de una vez en procura de un poco de publicidad ... Entre café y café, Arlt se puso a hablar ... y de pronto, sin quererlo, manoteó bruscamente la taza que estaba tomando la Zucotti, volcando su contenido sobre el vestido de la Duarte. Arlt exageró su consternación y con un gesto teatral se arrodilló ante la anónima actriz pidiéndole perdón. Evita se puso de pie y corrió hasta el baño a recomponerse. Cuando volvió tuvo un acceso de tos y sonrió, indulgente.
" Me voy a morir pronto " - dijo Eva Duarte sin dejar de toser y de sonreir.
_ No te aflijás, pebeta - intervino Arlt. Yo que parezco un caballo, me voy a morir antes que vos.
_ " ¿ Te parece ? " - preguntó Eva Duarte.
_ ¿ Cuánto querés apostar ? - contestó Arlt.
Pero no apostaron nada. Como dato curioso quiero destacar que el escritor Roberto Arlt falleció el 26 de julio de 1942. Y Evita, la hermosa actricilla del episodio, diez años después, exactamente el 26 de julio de 1952.

*

César Tiempo (seudónimo de Israel Zeitlin), fue poeta, escritor, periodista, autor teatral y guionista. Este texto está recogido de "Buenos Aires ciudad secreta", de Germinal Nogués, pág 196. 

24 de agosto de 2013

Seis de copas

Fabián Casas


El invierno pasado, una gripe fuerte me tomó de sorpresa. Me compré un blister de Refrianex y cometí el error de comprarlo compuesto. El Refrianex compuesto te duerme, el Refrianex solo (que es el que suelo tomar) te levanta. La cosa es que con el compuesto en el cuerpo, tuve que parar el auto volviendo del trabajo y ponerme a dormir, ahí mismo, como suelen hacerlo los remiseros. No sólo duermo en el auto sino que también escucho mucha música, mientras voy a mi trabajo, ya que es un viaje largo. Hace poco tuve que parar el coche de nuevo, pero no porque estuviera dormido, sino porque estaba conmocionado. Venía escuchando el disco 6 de copas, de Edgardo Cardozo, y me fue imposible seguir conduciendo. Estacioné en una calle lateral, arbolada, y me dejé transportar por la música, la voz y la letra encantatoria de este compositor genial. Muchachas de ojos de flores es el tema que abre el disco y donde Cardozo hace algo muy difícil: le pone música a un poema del inmenso Juan L. Ortiz. Es difícil, digo, porque muchas veces asistimos a la musicalización forzada de poemas, como si se tratara de ponerle a un niño un saco que le queda chico o largo, pero que no se ajusta a su esencia. Ya maravillados por el primer tema, el segundo que viene, Vamos a levantarnos para ver las flores del jardín, es la obra maestra del disco. Empieza así: “Tanto que yo creí que nunca iba a ser esto/ Y acá estoy diciéndome es insólito es simplísimo/ entre tantas frases hechas te diré que me hace falta tu canción”. No sé cómo lo logra pero la canción parece elástica y a la vez, mineral. Cardozo es un guitarrista virtuoso pero nunca la habilidad pierde emoción; en algún sentido, parece que trabajara en contra de su habilidad, como debe ser. ¿Por qué le creemos a un artista? ¿Qué es lo que hace que nos resulte definitivo, revelador? Cada tema de 6 de copas es una crítica al cliché de nuestra vida, es la búsqueda de una melodía inexistente. El disco no se estanca, duda y aprende con nosotros. Hace poco un amigo de la familia cumplió años y le regalamos el disco de Cardozo. Como suele suceder cuando se entregan los obsequios, uno le dice al homenajeado: si no te gusta, lo podés cambiar. Con el disco de Edgardo Cardozo la sentencia es otra: si este disco no te gusta, tenés que cambiar vos; dale tiempo, dale gracias.


Perfil, 10 de agosto de 2013




EL AGUARIBAY FLORECIDO

Juan L. Ortiz

Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
En la sombra exhalada -¿de qué su dulce hálito?-
los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.
Arde de abejas el aguaribay, arde.
Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules
a través de la cortina
de los racimos
pálidos.
Ríen los ojos, los labios. ¿Veis las muchachas o es
la tenue sombra ebria
y bordoneada
que se alucina de muselinas claras
y de otras flores vivas –extrañas flores vivas-
riendo, riendo, riendo hacia las islas?
Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
Arde de abejas el aguaribay, arde.


9 de julio de 2013

Cruce de talleres













dibujo: Germán Amato

Pedro Mairal
Este año empezamos los talleres en Orsai. Miguel Rep coordinó el de dibujo y yo el de narrativa. En algún momento, volviendo con Miguel de las primeras reuniones donde todo era todavía un proyecto, se nos ocurrió hacer el cruce. Podíamos pedirles a los participantes de su taller que ilustren textos del taller de narrativa, y a la vez, la gente de narrativa podía escribir algo a partir de dibujos del taller de Rep. Así lo hicimos y el siguiente es el resultado feliz de esa suma: ilustraciones contadas y cuentos ilustrados en Que no te falle el verosímil. 

29 de junio de 2013

El equilibrio







Contratapa

Santiago Llach

Iluminaciones en la noche de los countries; la voz de Tinelli, banda de sonido de la argentinidad; la falta de autos en la literatura nacional; la playa, pasarela de las carnes triunfales o vencidas; el taxista invasor de la intimidad; el zoológico como espacio para ejercer el narcisismo familiar; la educación de un hombre entre mujeres superpoderosas con forma de arenga; Maradona, cazador amazónico; los locutorios, zonas de acumulación de microbios y de historias orales; el aburrimiento que le produce a un escritor la cultura libresca; una micropoética de los casos policiales: todo ello es descrito con el ojo preciso y sencillo de Mairal.

El equilibrio es una selección de columnas publicadas en el periódico Perfil. Pedro Mairal inventa con ellas un género, en la justa mitad de camino entre las aguafuertes callejeras de Roberto Arlt y los breves ensayos de laboratorio de Jorge Luis Borges. En conjunto, el libro arma un panorama hecho de epifanías sobre la Argentina de principios del siglo XXI.

Pedro Mairal es para mí un escritor ejemplar. Su virtud más notable es digna de envidia: se las arregla para producir felicidad en el lector. Cada uno de los pequeños tratados que contiene El equilibrio ofrece una perspectiva original sobre un aspecto de la vida contemporánea. No es fácil la empatía para los ensayistas; Mairal la logra, quizás porque lo que vende no es ideología.

El primer texto, homónimo del libro, habla de un padre que le intenta enseñar a su hijo a andar en bici, a hacer equilibrio. Como metáfora soave del futuro que encarna al pasado, de ese pase de postas triste y bello, de una generación a otra, en que consiste la “supervivencia mamífera”, el libro contiene un prólogo del padre de Pedro e ilustraciones de su hijo.

Mairal tiene esa virtud de los verdaderos poetas que es elevarse por encima de las candorosas batallas de la época, sin dejar de ofrecer por ello un retrato supremo de la misma.




16 de junio de 2013

Entrada en la naranja



por Pedro Mairal

Cuando Egon Schiele estuvo preso en Neulengbach por hacer dibujos pornográficos, pintó unas acuarelas de su celda. En una se ve sólo el contorno de la puerta, el catre y, sobre las mantas, una naranja. La inscripción dice: “Esa naranja era la única luz (Die eine Orange war das einzige Licht)”. Es un dibujo a lápiz, están apenas coloreadas las mantas raídas y grises, y brilla el color de la naranja. No estuvo preso mucho tiempo, fueron tres meses y tres días, pero se percibe en esas imágenes una soledad absoluta, casi feliz. En otra de las acuarelas, dice: “Me siento purificado, no castigado”. En ese contexto, la naranja que le dieron, o que le mandaron, irradia su propia luz, es lo único vivo en la celda, como si quien la mira se estuviera volviendo transparente, ausentándose, fugándose del encierro hacia un estado espiritual. Difícil ver la naranja como la vio Schiele, aunque el dibujo logra mostrarnos algo de su experiencia.

Si a uno lo hicieran escribir sobre una naranja debería rodearla por sus infinitos lados y después entrarle hasta el corazón. Primero, quizá podría buscar las asociaciones personales en la infancia, la forma en que le enseñaron a uno a cortar la naranja, a pelarla, el gusto, los botecitos, el primo que se ponía un gajo en la boca como dientes postizos y nos tiraba en el ojo ese spray ácido que sale al apretar la cáscara. La naranja secreta y afectiva.

La naranja con mayúscula se podrá rastrear en Wikipedia, su origen oriental, su viaje hacia el Este rodando en su palabra, del sánscrito al persa, del persa al árabe y de ahí al español, narang, narensh, naranjah, naranja... La historia de la naranja, cuando se llamaba naranja china a la redonda y naranja mandarina a la achatada. Hasta que una quedó naranja (salvo en Puerto Rico, donde ahora la llaman directamente china) y la otra quedó mandarina.

Se puede pensar en la naranja general, pero también en esa naranja en particular. Cuando fue flor en una provincia del Litoral quizá, y el riego de los árboles la convirtió en fruto. La dejaron madurar al sol. Alguien la cosechó, la seleccionaron en la planta procesadora, la lavaron, la encajonaron y la llevaron en un camión hasta un depósito y después a un supermercado donde uno la terminó comprando. El viaje de la naranja individual entre millones iguales. La producción y el consumo reducido a un sólo ejemplar que ahora rueda en nuestras manos.

Y esa faceta industrial podría llevarnos a la desnaturalización de la naranja, o más bien a mirar todo lo mercadotécnico que hay en su naturaleza. Su estrategia de franchising en árboles que tienen el know how codificado y automático y producen frutos idénticos que albergan cápsulas mínimas donde se esconden más futuras plantas sucursales. Su packaging perfecto, esférico, impermeable, no tóxico, biodegradable... Todo su marketing saludable, vitamínico, nutricional. La gran naranja capitalista.

Y lo que sucede al hacerle un corte transversal: descubrimos la rueda, que estaba dibujada ahí desde los siglos de los siglos, delante de los ojos de la humanidad que seguía arrastrando bloques de piedra para construir pirámides. Los planos de la rueda dibujada por Dios para que los hombres –ese experimento mal encarado– echen a rodar la historia y aceleren y se estrellen de una vez por todas contra el final de los tiempos.

Y ya que estamos apocalípticos, pensar también la transformación de la naranja quieta, cuando cambia a escondidas cada vez que no la miramos. Se desinfla intacta en la frutera, se inclina, le crece un moretón grisáceo que le avanza, una ceniza que la cubre hasta quedar como una luna de moho, y se va pinchando, pudriendo, secando, se hace tierra. Un bodegón macabro.

Mirarle el aura a la naranja viva, eso que la vuelve gigante, alrededor, su energía movediza de links y asociaciones, las palabras que le salen si la exprimimos: naranjazo, anaranjado, naranjo, naranjales, su color, su jugo, pulpa, semillas, su tango de naranjo en flor, mi media naranja, no pasa naranja. La pinchamos, la cortamos, la aplastamos, la mordemos, la matamos. La naranja entra en nosotros y entramos en la naranja.


Perfil, 15 de junio de 2013



4 de junio de 2013

Estado de spam

por Fabián Casas

Hace ya muchos años, en un poema hermoso que se llama Zona, Guillaume Apollinaire decía: "Estoy cansado de este mundo nuevo". Lo curioso era que el yo que se quejaba de esa modernidad, lo hacía en un poema absolutamente nuevo. Tanto, que sólo unos pocos pudieron percibir su poder renovador en el momento histórico en el que fue publicado. No siempre somos contemporáneos de los hechos. Yo me incluyo entre los muchos que, de haberse encontrado con un mingitorio en una galería de arte, hubiesen meado adentro. Pero ahora estamos con el resultado puesto y sabemos que ese artefacto de Duchamp fue un objeto de ruptura radical. Lo cierto es que si uno se preocupa por informarse, por leer, por estudiar, puede saber, rápidamente, que Duchamp fue muchísimo más que ese mingitorio. Diríamos, como suelen hacerlo los pintores japoneses, que en el trazo de un artista, por más leve que sea, están concentrados todos sus años de estudio, sus experiencias, su vida misma. Acá hay dos cosas que debemos decir rápidamente: por un lado, que el arte es un sistema elitista, que es para pocos. Ni siquiera Adorno y toda su estructura marxista pudieron redimirlo para las clases populares. De todas formas, hay que decirlo, Adorno buscaba la verdad, la verificación de la alienación como modelo afirmativo de su filosofía. La otra cosa que surge es que en la vida cotidiana, las personas ya no tienen experiencia. Si no se tiene experiencia, no se tiene lenguaje, si no se tiene lenguaje lo único que queda parta refugiarnos es la ideología. Y la ideología es como una alacena: ese lugar que cuando uno lo abre sabe que ahí están ordenados los cuchillos, los platos, los vasos, nunca un mingitorio. La ideología sirve para que no pensemos, para que seamos pensados por los que ostentan el poder. Walter Benjamin decía algo muy hermoso: "Para Marx las revoluciones son las locomotoras de la historia universal. Pero quizá en realidad no sea así. Quizá las revoluciones son el momento en que la raza humana que viaja en ese tren empuña el freno de emergencia". Parece contradictorio que un filósofo marxista escriba algo así ¿no? Pero Benjamin y su amiguito Adorno se preocupaban por no comer comida enlatada, se preocupaban por hostigar al devenir de la historia, le miraban los calzoncillos sucios a Kant, a Luckács y a Heidegger. Y pensaban no en la dirección del status quo, sino a contrapelo de los hechos. El artista crea para sí mismo y en esa libertad individual está su aporte colectivo. Existe el fútbol para todos, pero no el arte para todos. Y el mundo nuevo, que agotó a Apollinaire, nos da, día a día, un menú sofisticado de invenciones: no hay vida en Marte pero hay vida virtual. Hace semanas hubo un hecho que ilustra las líneas antes citadas con la precisión didáctica de Plaza Sésamo. Diego Bianchi fue crucificado en las redes sociales porque al explicar una perfomance que él desarrollaba en Arte Ba, dijo que, más o menos, "las personas no queremos ver a los trapitos, los nigerianos que venden relojes". Bastaba ver el video donde él se explicaba para entender que Bianchi sólo se incluía en el relato de manera ingenua. Que podía haber sido políticamente correcto y decir "la gente no quiere ver a estos seres marginales", pero no lo hizo y rápidamente fue censurado por las buenas conciencias que siempre leen de manera literal, sin las inflexiones de la voz. Rápidamente el video se viralizó y la televisión lo replicó hasta el hartazgo como "Arte discriminador". A nadie se le ocurrió buscar quién era Diego Bianchi, cuál era su obra, en el marco de qué contexto se podía ubicar su trabajo estético y político. Si las personas ya no piensan, la televisión mucho menos. Cuando era chico, mis tíos mayores me solían hacer esta broma, me preguntaban ¿sabés el cuento de la buena pipa? Cuando yo respondía que no, ellos me replicaban: yo te pregunté si sabés el cuento de la buena pipa. Y así una y otra vez. No recuerdo otro juego de palabras cuyo remate sea más alienante que este. Casi como un relato kafkiano insertado en un acertijo infantil. 

18 de mayo de 2013

Música para claustrofóbicos


Pedro Mairal


“Era más blanda que el agua, que el agua blanda.” Con esa frase empieza Naranjo en flor, quizá el mejor comienzo de todas las letras de tango. Es uno de esos casos de la poesía en que la forma es el fondo. Está hablando de la suavidad de una novia que tuvo, de lo inasible de esa mujer, de su recuerdo que se le escapa entre las manos, como el agua. Y el verso mismo es el agua, se acerca “era más blanda que el agua”, hace una pausa arriba como una ola, y se aleja repetida y hacia atrás, “que el agua blanda”. Son esas repeticiones del tartamudeo de la emoción.

Pero empecé al revés. Quería hablar primero de meterse en el subte a las ocho y media de la mañana y apiñarse como si los demás no fueran otra cosa que la angustia, los problemas sin resolver, temas pendientes, eso es el horrendo prójimo de golpe, un vagón de conflictos, incertidumbres que se te cayeron encima temprano, se te llenó el vagón con los pasajeros de tu pesadilla, no entran más, pero siguen subiendo. Como dice Mermet, “Donde no cabe uno, caben tres”. Te cuesta respirar. Te concentran, no te dejan distraerte de vos mismo. En una época soñaba que salía de un estadio, iba casi adelante en una multitud, me metía en la boca del subte, por el pasillo, toda la gente venía detrás, el pasillo doblaba y terminaba ahí, como el final de un túnel sin salida. Y la gente se empezaba a acumular. Soy un claustrofóbico controlado.

Y el otro día venía así, aunque sin controlar demasiado bien la cosa. Tenía trepado al monstruo. El espacio entre la gente era más gente. Alguna de esas cabezas de ganado era yo, queriendo bramar fuerte, pero mugiendo por dentro. ¿Yendo a dónde? Al Microcentro, al micropunto. Parecía que el subte estaba intentando reducirnos de tamaño para que entráramos en esa idea porteña, esa maqueta de ciudad. Decidí bajar en Pueyrredón para caminar desde ahí, pero al salir de la aglomeración tuve que abrirme paso a empujones. Salí furioso contra nadie, que es la peor furia.

En el pasillo, cuando todo me parecía el fin del mundo, unos acordes de armónica me levantaron del piso y me dejaron flotando. Era el comienzo de Naranjo en flor. La música se me metió hasta los huesos, calmó a la fiera, me humanizó. La guitarra y la armónica en la reverberación del pasillo del subte. La luz de la escalera hacia la calle. Salí cantando. Es un guitarrista pelado y genial. Al día siguiente le compré el disco. Se llama Nino Zoccola.


Perfil, 18 de mayo de 2013



24 de marzo de 2013

Habemus niñam



Pedro Mairal

Con una mano sostengo a mi hija recién nacida, con la otra escribo esta columna, con la otra le abro a la gata que quiere pasar a la cocina, con la otra agarro la tostada... soy Visnú, el dios de muchos brazos. Ya vengo ejercitándome desde que el verano pasado en Montevideo, en una de esas fiestas de terraza a la que caímos de rebote con un amigo, surgió el uruguayo del futuro. Fue así: encontré un bracito de muñeca dando vueltas entre las macetas y me lo puse asomando de la manga corta de la remera, a la altura de la axila. Parecía real, era medio impresionante. Entre los dedos del bracito puse un cigarrillo. Entonces me manifesté ante los presentes: “Soy el uruguayo del futuro, vengo a mostrarles el brazo suplementario que luego de generaciones y generaciones irán desarrollando para sostener el termo. La mutación será lenta pero ya está en curso. Aquellos de ustedes que sientan un leve rollo sobresaliendo a la altura del sobaco son los más aptos. Ése es el tímido comienzo de lo que será el tercer miembro superior que les permitirá recuperar la movilidad de ambos brazos sin soltar el termo y el mate”. No me echaron. Al contrario. Supongo que el Fernet (muchos montevideanos toman Fernet) ayudó a que mi aparición no cayera mal.

Mi hija solo se duerme en brazos. La miro. Es más chiquita que un haiku. Entra entera en un diminutivo. Como dice e.e.cummings: “Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.” Y ella tiene solo dos, por suerte; se las conté cuando nació. Fue el día del Habemus Papam. En las primeras contracciones de la madre yo llevaba y traía toallas calientes, vasos de agua fría, cronometraba intervalos, hacía llamados, ya empezaban a brotarme los demás brazos. En una de las pasadas frente al televisor sin sonido se vio la fumata blanca, en otra pasada el titular urgente: El Papa argentino. Se lo conté a la parturienta. ¿Esto le juega a favor o en contra a Cristina? Si lo sabe usar, a favor, me contestó la licenciada en ciencias políticas entrando en el trance de la siguiente contracción. Y tenía razón. Días después estaba la presidenta vestida de negro Darth Vader: con una mano desenvolvía el mate de regalo, con la otra la yerbera, con la otra el termo, con la otra no se atrevía a tocar la blancura inmaculada de su Santidad, y juntaba las dos restantes entre las piernas, en gesto de escolar arrepentido.

Ahora mi niña arruga la cara y se pone una mano en la frente como un mini luchador de sumo que se enteró de algo tremendo. Se dio cuenta de golpe adónde la traje. Se suponía que éste era un estado laico. Ahora se va a volver todo más católico. No franciscano y humilde, sino más bien con ese aire de Versace que tiene el Vaticano. Aquella propuesta de la jueza Argibay de sacar los crucifijos de Tribunales no prosperará. Sumemos la teatralidad eclesiástica al estilo ya de por sí teatral del peronismo y pensemos en el resultado. El papa peronista. Es una idea genial. El gran guionista que escribe la película de este país se está luciendo. Se viene el cirio pascual hasta en las tortas de cumpleaños. El papa tocando el bombo en la capilla Sixtina. Los retorcidos profetas de Miguel Ángel lo miran de reojo.

Ella sacude los brazos, como si temiera caerse para arriba, le da vértigo ascendente. Vértigo de futuro. Y tiene razón mi niña. Qué país más raro y mazorquero. Un país donde se colgaba el retrato del gobernador Rosas en el altar mientras se celebraba la misa. Esa energía recursiva se vuelve a activar en la nueva era, Iglesia y Estado potenciando sus liturgias. Con cuánta naturalidad el presidente Mujica se omitió de la ceremonia de asunción del papa: “Uruguay es un país absolutamente laico, la Iglesia está separada del Estado desde principios del siglo pasado". Un país tan cercano y tan distinto.

La hija de este gorila hereje abre los ojos. Mira con asombro la luz. Busca tetas en el aire. Mi tamagotchi glorificado. Se chupa una mano. Hace un mini puchero, le tiembla la pera. Habemus niñam. Vino con un papa bajo el brazo. Entró llorando al país que se viene. Daniel Scioli y Karina Rabolini de rodillas rezando como en ese aviso para su campaña, en La Nación. Macri declarando asueto escolar para que los niños de todos los credos puedan ver la asunción de Francisco. Esto lo tiene que haber inventado Cucurto, es el realismo atolondrado. Dios interfiriendo a través del papa cuervo en el resultado del torneo de clausura para que gane San Lorenzo. O quizá lo inventó el poeta Fabián Casas. Los dos están metiendo mano en la obra del gran guionista, no cabe duda hija mía.


Perfil, 23 de marzo del 2013





20 de marzo de 2013

"El Gran Surubí" en libro



Ya está a la venta mi novela en sonetos ilustrados por Jorge González, en la tienda Orsai.  Un libro de tapa dura. Lo envían a todo el mundo. 

18 de marzo de 2013

LE MONDE DESTRUYE EL ARCHIVO DE 27 AÑOS DE OBRA DE DANIEL MORDZINSKI

José Manuel Fajardo

Es una conmoción. Algo tan increíble, tan vejatorio que no puede quedar en silencio. El pasado 7 de marzo, el fotógrafo Daniel Mordzinski, cuya obra como retratista de escritores se expone en museos de todo el mundo, descubrió que su archivo con más de 50.000 fotografías tomadas entre 1978 y 2006, guardado con llave en el despacho que usaba en el diario Le Monde en París, había sido enviado a un sótano y quemado. El periódico que reclama el respeto a la libertad de expresión en otros países, ha hecho desaparecer para siempre la mayor parte de un trabajo artístico que daba testimonio excepcional de casi tres décadas de cultura, con fotos únicas de Cortázar y Borges, de momentos de intimidad en el corazón mismo de la literatura de nuestra época. Una decisión que es un monumento a la incompetencia y la imbecilidad. Rematada por un inexplicable silencio de Le Monde, que se convierte en la guinda de desprecio de un acto execrable.


16 de enero de 2013

El gran surubí

Pedro Mairal

Escribí una novelita en sonetos que se llama “El gran surubí”. La historia ocurre en una Argentina de pesadilla. El país se quedó sin carne y hay poca comida. En medio del caos, el Ejército recluta a los varones mayores de edad. Los saca de sus casas, de los bares, de donde sea. Los arrastra a empujones, los uniforma y los obliga a pescar. En los afluentes del río Paraná crecieron surubíes enormes que son atrapados por gomones de Gendarmería y suministrados a los habitantes del conurbano.

En las profundidades viscosas, además, existe un surubí gigante (una especie de Moby Dick) que todos los Regimientos quieren pescar como trofeo. Los soldados pasan hambre, frío, tienen sexo entre ellos, pescan de noche, mueren ahogados, quieren escapar.

“El gran surubí” está escrito en seis capítulos de diez sonetos cada uno, ilustrados por Jorge González. La revista Orsai lo fue publicando como folletín en los números del 2012. En orsaipad hay una versión con el audio leído por mí, para iPad y iPhone. En 2013 sale el libro en papel.

Va un video con el avance del audio y los dibujos del Capítulo I