por Pedro Mairal
(Encontré este texto escrito en el 94, en mi época de estudiante).
Yo estaba machado en una mesa del bar de la facultad, medio dostoievski porque me acababa de despertar de apollinaire. El centro era un calderón chéjov. García lorca como para desmayar a los pájaros y el tiempo heráclito se empecinaba en acercarme el momento del examen. Ella entró como flotando, casi sin pizarnik, con una quiroga a lunares y su paso dante. Me saludó y diderot sobre la mesa un paquete de chesterton y su carpentier de griego con los borges ya gastados. Entonces se nos acercó el molière y nos preguntó qué nos servíamos.
-Un sandwich de camus y kafka y un shakespeare de banana.
-Yo un cortázar- dije y ella me cocteau que tenía los eurípides medios güiraldes porque estaba resfriada. Después me preguntó:
-¿Estudiaste?
-Casi nietzsche. Pero por ahí safo.
-Mirá que si te sacás unamuno no promocionás- me dijo- Te conviene dar el schopenhauer. Te pone un stendhal y así te sacás un cicerón de encima.
Yo no mallarmé. El molière nos trajo las cosas. Ella, antes de prévert su sandwich, me dijo:
-¿Querés un bocaccio?
-No gracián- le respondí y la miré yourcenar y beauvoir con mucho huidobro. El líquido marechal le bajaba por la góngora sonando "gogol, gogol" y al terminarse el vaso, poniendo una kundera radiante, me rimbaud. Creo que en ese momento vio mi cara de todorov enamorado, porque me tiró con un sobrecito de tolstoy que apenas pude baudelaire y yo le dije con cierta malherbe:
-¡Neruda!
-Qué te pasa, nabokov- me respondió y me miró de garcilaso porque estaba por estornudar:
-¡Arlt proust!
-Salustio- le dije y ya me quedé admirando su cabello maquiavelo y sus lugones cervantes, totalmente olvidado del examen, imaginándomela a ella con la mujica lainez y suave, en una homero muy profundo, volviendo a dormir y voltaire otra vez, hasta el erasmo más girondo de las asturias, para flaubert y flaubert durante todo el virgilio de la noche.
Yo estaba machado en una mesa del bar de la facultad, medio dostoievski porque me acababa de despertar de apollinaire. El centro era un calderón chéjov. García lorca como para desmayar a los pájaros y el tiempo heráclito se empecinaba en acercarme el momento del examen. Ella entró como flotando, casi sin pizarnik, con una quiroga a lunares y su paso dante. Me saludó y diderot sobre la mesa un paquete de chesterton y su carpentier de griego con los borges ya gastados. Entonces se nos acercó el molière y nos preguntó qué nos servíamos.
-Un sandwich de camus y kafka y un shakespeare de banana.
-Yo un cortázar- dije y ella me cocteau que tenía los eurípides medios güiraldes porque estaba resfriada. Después me preguntó:
-¿Estudiaste?
-Casi nietzsche. Pero por ahí safo.
-Mirá que si te sacás unamuno no promocionás- me dijo- Te conviene dar el schopenhauer. Te pone un stendhal y así te sacás un cicerón de encima.
Yo no mallarmé. El molière nos trajo las cosas. Ella, antes de prévert su sandwich, me dijo:
-¿Querés un bocaccio?
-No gracián- le respondí y la miré yourcenar y beauvoir con mucho huidobro. El líquido marechal le bajaba por la góngora sonando "gogol, gogol" y al terminarse el vaso, poniendo una kundera radiante, me rimbaud. Creo que en ese momento vio mi cara de todorov enamorado, porque me tiró con un sobrecito de tolstoy que apenas pude baudelaire y yo le dije con cierta malherbe:
-¡Neruda!
-Qué te pasa, nabokov- me respondió y me miró de garcilaso porque estaba por estornudar:
-¡Arlt proust!
-Salustio- le dije y ya me quedé admirando su cabello maquiavelo y sus lugones cervantes, totalmente olvidado del examen, imaginándomela a ella con la mujica lainez y suave, en una homero muy profundo, volviendo a dormir y voltaire otra vez, hasta el erasmo más girondo de las asturias, para flaubert y flaubert durante todo el virgilio de la noche.