5 de septiembre de 2011

Salta la púa

Pedro Mairal

Cómo envejecen tus divas a pesar del Fotoshop, cómo el tiempo ya hizo estragos en tus musas eróticas y tus galanes contemporáneos encanecieron a la par con el espejo. ¿En qué momento sucedió ese cataclismo, en qué momento tu mundo se desplazó veinte años más allá, adentro de la falla del olvido? De pronto los taxistas y los médicos de guardia son más jóvenes que vos y cuando das clases, tus referentes no encuentran ninguna adherencia en los cerebros veinteañeros. En sus imaginarios resbalan a la nada tus ejemplos setentosos: decir que en esa parte del texto es como que salta la púa es una frase que deja a todos perplejos, ni siquiera podés decir que salta el compact, los noventas tampoco se entienden demasiado, quizá podés decir el texto en esa parte hace un poco de ruido, eso quizás se entienda. El habla popular avanza como una ola de la que ya sos apenas la resaca. La expresión “no le sube el agua al tanque” quizá podría reemplazarse por “se le cortó el wi-fi”, pero ya en unos años tampoco se va a entender.

No queda más remedio que seguir atrapados en la caducidad del lenguaje, entregarse al resbalar del mundo en su eterna destrucción y tratar de ir dejando algunas cosas asentadas como si fuéramos arqueólogos del presente, sabiendo que las alumnas angelicales ya no serán Lolita en el 2020, que toda esta actualidad es también basura cósmica y tecnológica, habrá dentro de poco montañas de Ipads y Tablets y Kindles descartados como hay ahora montañas de monitores de PC. Tus personajes actuales hablan de internet pero eso sonará algún día como los personajes de la literatura de 1940, cuando dicen que van al biógrafo o al cinematógrafo, con la diferencia de que el envejecimiento del lenguaje ahora es más veloz, porque en tres años todo intento por hacerse el teky desemboca en papelón anacrónico. Quizá la única salvación sea mirar el presente como si ya hubieran pasado muchos años, cargar a las estrellas pop con su transformación futura, como si hubiéramos podido adivinar a la rapada monstruosa y drogada pegando paraguazos a los fotógrafos en la dulce teen Britney Spears de 1999. Ver el Increíble Hulk que todo el mundo lleva dentro, calarle el Elvis obeso y enpastillado que oculta Justin Beiber.

No es sólo amargura, no es tanto pensar en la flor seca cuando recién está floreciendo, ni gratuitamente envejecer lo que se mira, aunque sea un buen ejercicio, sino pensar en la carga temporal que tienen las cosas y la gente, y sobre todo lo mediático, las generaciones de Batman, por ejemplo, desde el cómic y el Batman televisivo y psicodélico con onomatopeyas de golpes en cada puñetazo, pasando por los Batman oscuros del cine, hasta los futuros Batman que vaya a saber uno cómo serán. Cada generación tendrá su Batman, y así sus demás referentes. Tener hijos ayuda a renovar esos referentes pero igual mejor no tratar de estar al día. Porque todo se mueve muy rápido. Cual la generación de las hojas, así la de los hombres, dice Homero, y eso no envejeció. Pero el pop se pudre rápido. Cuanto más te metés en el río del pop más fuerte es la correntada que te desplaza en el tiempo.


Perfil, 3 de septiembre de 2011