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En el número de agosto de Irockuptibles sale una nota que hice sobre Formas de volver a casa. Acá va un falso arranque que al final no quedó:
Zambra fumando apoyado en una máquina expendedora roja en la estación de trenes de Marsella. Zambra fumando en un puente sobre el Ródano en Lyon. Zambra con un cigarrillo en la boca tocando en la guitarra una canción de Georges Brassens. Zambra riéndose en mi casa en Buenos Aires con un cigarrillo encendido en la mano. No tengo ni una foto de Zambra libre de humo. Me lo crucé en congresos literarios en Bogotá en el 2007, en Francia en el 2009 y en Argentina en 2011. Nos vemos los años impares. En Francia quedamos atrapados en un congreso itinerante que recorría todo el país, al ritmo de una ciudad por día; en Marsella, al ver el Meditarráneo, nos escapamos. Foto de Zambra fumando en el puerto. En Lyon fuimos a lavar ropa a una lavandería automática. Me acuerdo que caminábamos por una de esas calles angostas europeas y yo revoleaba mi bolsa de ropa sucia bien alto y la volvía a atajar. Ese recuerdo de la bolsa en el aire me trae de vuelta una sensación de mucha felicidad. Zambra fumando sentado en el cordón de la lavandería mientras se secaban nuestros calzones. Está el Zambra que conozco y está también el Zambra que leo en sus novelas. Lo raro es que su literatura tiene un tono tan sincero y abierto que estoy seguro de conocerlo más por haber leído sus libros que por haber viajado con él.