8 de agosto de 2011

Después de acabar

Pedro Mairal

Después de acabar quedó boca arriba en la cama con los ojos cerrados, haciendo la plancha sobre las endorfinas, hamacada en la beatitud de un lento ritmo marino, porque cada respiración era como una ola serena que venía de lejos y la levantaba hasta que se llenaba de aire y volvía a bajar exhalando todo el suspiro que al irse se mezclaba con la llegada de la otra ola calma del diafragma que empujaba hacia abajo haciendo que se volvieran a llenar arriba los pulmones, se le ensanchaba de luz el pecho, las costillas se estiraban en la cresta y otra vez abajo, siempre conectada a ese vaivén del movimiento constante más allá de lo vivo, el impulso del planeta, una fuerza tremendamente suave indetenible, una corriente cálida, buscando arriba el aire y resbalando acostada así en la cama hasta que abrió después los ojos y susurró qué buena paja.